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viernes, 31 de julio de 2009

Tiembla la sagrada Inquisicion , Torquemada Aguer sufre su infelicidad

Me preguntaba al respecto del ultramontano de Aguer el porque de la repercusión en los medios , que hubo de nuevo en realidad en sus ridículas posiciones ? Decía yo a quien carajo le importa lo que diga ese tipo para que salga un ministro incluso a responderle?
Dijo lo mismo aca el 24/6 y no se hizo tanta alharaca , recuerdo haber escuchado de Eduardo Aliverti en su momento aprovechar las declaraciones del ultramontano para hablar sobre que es el neomarxismo del cual Torquemada habla y realmente es interesante indagar que será lo que le da tanto miedo y a 30 años de la muerte de Herbert Marcuse

Herbert Marcuse ( Berlín ,19 de Julio de 1898 - Berlín, 29 de Julio de 1979), filósofo y sociólogo alemán, fue una de las principales figuras de la primera generación de la Escuela de Frankfurt .

La crítica fundamental que realiza Marcuse a la sociedad moderna, desarrollada en El Hombre Unidimensional, es que el sujeto unidimensional es víctima de su propia impotencia y de la opresión continua de un método de dominación más complicado de lo que Adorno y Horkheimer imaginaron.
Esta es la concepción del poder por la que Marcuse se considera como puente entre la primera y la segunda generación de la escuela de Frankfurt.
Esta crítica implica que la sociedad moderna es capaz de asimilar cualquier forma de oposición que surja al interior de sí misma, y por tanto no existe ningún movimiento individual ni colectivo capaz de oponérsele o de socavar sus raíces socioeconómicas. Este hecho se contrasta fundamentalmente con el capitalismo temprano, en que el movimiento proletario era una fuerza con el potencial efectivo de derribar al régimen. El capitalismo avanzado que describe Marcuse, en cambio, ha generado a través de los estados de bienestar una mejora en el nivel de vida de los obreros, que es insignificante a nivel real, pero contundente en sus efectos: el movimiento proletario ha desaparecido, y aún los movimientos antisistémicos más emblemáticos, como el movimiento punk-anarquista o el movimiento bohemio han sido asimilados por la sociedad y orientados a operar para los fines que la sociedad coactiva reconoce como válidos.

El motivo de esta asimilación, según Marcuse, consiste en que el contenido mismo de la conciencia humana ha sido fetichizado (en términos marxistas) y que las necesidades mismas que el hombre inmerso en esta sociedad reconoce, son necesidades ficticias, producidas por la sociedad industrial moderna, y orientadas a los fines del modelo. En este contexto, Marcuse distingue entre las necesidades reales (las que provienen de la naturaleza misma del hombre) y las necesidades ficticias (aquellas que provienen de la conciencia alienada, y son producidas por la sociedad industrial). La distinción entre ambos tipos de conciencia sólo puede ser juzgada por el mismo hombre, puesto que sus necesidades reales sólo él las conoce en su fuero más íntimo; sin embargo, como la misma conciencia está alienada, el hombre ya no puede realizar la distinción.

La principal necesidad real que Marcuse descubre es la libertad, entendida como el instinto libidinal no sublimado (en términos freudianos). Para Marcuse, lo que la sociedad industrial moderna ha hecho con el instinto libidinal del hombre es desublimarlo, y reducirlo al exclusivo ámbito de la genitalidad, cuando en realidad el cuerpo mismo del hombre es sólo ansia de libertad. La desublimación del instinto libidinal y su encasillamiento en su genitalidad permiten a la sociedad industrial moderna disponer del resto del cuerpo humano para la producción capitalista, así como de todas las energías de los hombres.

Lo que Marcuse quería destacar era una culturalización de la teoría de la felicidad de Freud: principio de realidad y principio de placer no tienen porqué ser opuestos si se consiguen revelar las causas de la infelicidad. Marcuse se opone a lo abstracto del pensamiento racionalista cartesiano, que entiende al individuo como sujeto ideal, descartando el valor de lo corporal y de lo erótico.Y precisamente estos dos factores son imprescindibles para analizar el paso del ser al deber ser en lo cotidiano del ser humano. Esto coloca a Marcuse en una posición de vitalismo integral, entendiéndolo como una actitud de liberación tanto individual como colectiva, sacar a la luz lo más alejado de las convenciones, entendido por Freud como el "ello".

Para Marcuse, la instancia fundamental de formación de la conciencia humana está en la niñez, tal como se vive al interior de la familia: En esta etapa, el hombre que se está formando adquiere sus categorías normativas y todo su marco de referencia para enfrentar el mundo. Lo que la sociedad industrial moderna ha trasmutado es precisamente ese ámbito familiar, en que la sociedad misma alienante se ha introducido a través de los medios de comunicación de masas, reemplazando a la familia, y formando a los hombres con categorías que no salen de él mismo, sino del capitalismo. Las necesidades del hombre, así como sus anhelos, sueños y valores, todo ha sido producido por la sociedad, y de esa manera se ha asimilado cualquier forma de oposición o movimiento antisistémico. En este punto está la principal diferencia entre la forma de alienación que describe Marx y la que describe Marcuse. Mientras en Marx la alienación está focalizada en el ámbito del trabajo, donde al hombre se le arrebata su plusvalor (y por tanto su condición humana), en Marcuse la alienación está enfocada en la conciencia misma del hombre moderno, y por tanto no hay forma alguna de escapar a la coacción.

A pesar de identificar en el hombre una forma de sumisión mucho más desarrollada y difícil de penetrar, Marcuse remarca los valores de la vanguardia en el arte cuando habla de Bertolt Brech o dice por ejemplo: "La lucha por hallar este medio, o más bien dicho la lucha contra su absorción en la unidimensionalidad predominante, se muestra en los esfuerzos de la vanguardia por crear un distanciamiento que haría la verdad artística comunicable otra vez"(Hebert Marcuse, “El hombre unidimensional”, pág 96). Este distanciamiento que pretende realizar Marcuse está marcado por la intencionalidad de alejar al ser humano del dominio que está impuesto en toda la sociedad. Y pretende reorientar el rumbo de la cultura hacia el arte, hacia lo estético. Marcuse muestra un análisis muy profundo y duro en cuanto a los procesos de cambio, a pesar de eso el reconoce "la posibilidad de alternativas" y los diferentes caminos y sobre todo la tarea de la filosofía en este aspecto. Una nota al pie muy curiosa de su libro "el hombre unidimensional" dice: “Todavía existe el legendario héroe revolucionario que puede derrotar incluso a la televisión y a la prensa: su mundo es el de los países ‘subdesarrollados’” (Hebert Marcuse, “El hombre unidimensional”, pág 101, nota 14). Pero la pretensión de hacer posible el distanciamiento a través del arte para evitar la dominación, muestra claramente un problema que impide utilizarlo como medio de evasión. Según Marcuse, el arte es capaz de sacarnos de la vida diaria, nos hace ver la realidad de otra forma porque nos coloca en otra posición. Sin embargo, el arte está distanciado, pero no separado de la realidad porque está mercantilizado, por lo tanto, no se puede utilizar como medio de evasión porque está bajo el control de la clase dominante, como el resto de los ámbitos de la sociedad. En diferentes pasajes se evidencia su idealismo que luego se traduce a su militancia política. Esta contradicción es reconocida por Marcuse, quien vivió en una eterna disputa teórica acerca de la interrogante fundamental de si la sociedad tenía la posibilidad o no de cambiar desde adentro y por tanto de trascender el statu quo. Está clara la existencia de esperanza en su pensamiento, aunque el análisis de la realidad y los acontecimientos se contrapongan a este tema. Para ilustrar esta contradicción, en sus concluisiones sobre el "hombre unidimensional" Marcuse cita al final una frase de Walter Benjamin que dice lo siguiente: "Sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza" (Hebert Marcuse, “El hombre unidimensional”)


Problema psicológico, problema político.

En la era presente, dice Marcuse, se han invalidado las fronteras entre la psicología por un lado y la filosofía social y política por el otro, gracias a la condición actual del hombre. Por eso en Eros y Civilización hace uso de categorías psicológicas, ya que antes los procesos psíquicos, antiguamente autónomos e identificables ahora están siendo absorbidos por la función del individuo en el estado, por su existencia pública. Por lo mismo los problemas psicológicos se transforman en problemas políticos: el desorden privado refleja más directamente que antes el desorden de la totalidad, y la curación del desorden personal depende más directamente que antes de la curación del desorden general. La psicología puede ser elaborada y practicada entonces como una disciplina especial tan sólo en tanto la psique pueda mantenerse a sí misma contra el poder público, en tanto la vida sea realmente deseada y construida por sí misma, y afirma Marcuse, que si el individuo no tiene ni la habilidad ni la posibilidad de ser para sí mismo, los términos de la psicología llegan a ser los términos de las fuerzas sociales que definen la psique.

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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