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martes, 23 de marzo de 2010

El 24 de marzo, una pileta y el retorno de lo impúdico

Ricardo , tenes que ir a una pileta en otro barrio me parece, o vamos a ser como Milagro Sala que no podía ir a la pileta por su color de piel ?

Por Ricardo Forster


Lo reprimido suele regresar de diversos y encontrados modos. A veces lo hace con virulencia y asumiendo la forma de la horadación de la legitimidad democrática. Otras se manifiesta a través de los improperios de algunos antiguos torturadores y asesinos que, mientras son juzgados por sus crímenes contra la humanidad, se permiten reivindicar sus acciones y acusar de autoritario e ilegítimo al Gobierno nacional. De vez en cuando lo hace a través de algún político prominente, como en este caso un ex presidente que se fue del gobierno en el 2003, proponiendo una sociedad en la que puedan convivir sin dificultades y en armonía aquellos que reivindican a Videla con aquellos que lo rechazan haciéndose “ingenuamente” eco de los innumerables pedidos de reconciliación propuestos por la jerarquía de la Iglesia Católica.

En otros casos mucho más pedestres, pero no por eso menos significativos, la mirada reaccionaria y brutal, en especial cuando se acerca un nuevo aniversario del 24 de marzo de 1976 –fecha signada en el almanaque argentino por el despliegue de la noche del horror–, suele provenir de personas comunes, de esas que pueblan las calles de nuestras ciudades y que algunos movileros de importantes canales de televisión o de radios suelen nombrar como “vecinos y vecinas” en contraposición con aquellos otros que vienen desde los suburbios oscuros de las barriadas populares conducidos por la lógica clientelística y piquetera.

Comentarios que se lanzan a bocajarro buscando la complicidad de quien está cerca, frases lapidarias que buscan cebarse con la memoria de los asesinados y que exculpan a los perros de la noche en nombre, vaya paradoja, de la República hoy amenazada por los “montoneros que nos gobiernan tiránicamente”. Desde algunas columnas escritas por “prestigiosos periodistas” del diario de los Mitre suele fogonearse con palabras más sutiles la proliferación de estas miradas arrasadoras y pueriles, de esas que nos recuerdan las formas más reaccionarias del medio pelo nacional.

No es casual que la proximidad de un nuevo aniversario desate lo reprimido, aquello que no se podía decir en voz alta pero que hoy, gracias a ciertos giros del sentido común, volvemos a escuchar de manera desembozada como sabiéndose protegidos por la caída de una prohibición. Escuchar, como me ocurrió hoy a mí mientras nadaba tranquilamente en una pileta de un club de Buenos Aires, a un grupo de hombres y mujeres que a la par que hacían sus ejercicios se dedicaban a expresar sin rubores ni impudicias que estábamos viviendo una suerte de “dictadura justificada por el voto de la negrada”; de un gobierno de “comunistas y montoneros” que se dedicaban a enriquecerse mientras destrozaban la economía de la gente.

Frases que se acompañaban con el recuerdo de esos “guerrilleros de café que se fueron a vivir exilios dorados en París”, porque, eso decían, “una cosa son los que murieron con las armas en la mano, ésos al menos fueron consecuentes, y otra son los que sobrevivieron y hoy están de vuelta”. Frases brutales que se exaltaban entre sí denostando a quienes habían decretado que el 24 de marzo debía ser una fecha para recordar el horror y para seguir dándole un lugar destacado y central a la memoria y contra cualquier forma de autoritarismo antidemocrático.

Esos “ingenuos” habitués de un club de clase media en el que hacen sus ejercicios no dejaron de visitar ninguno de los lugares comunes de la retórica canalla que hoy parece proliferar en ciertos ambientes. Todo se entremezclaba: la “comparación” entre la época de los militares y la nuestra (con amplio margen favorable para la primera); el recurrente y patológico argumento, que ya parecía olvidado, de que muchos de los desaparecidos en realidad se habían ido a disfrutar de una vida regalada fuera del país mientras dejaban que a “los giles” los cazaran los militares.

La afirmación de estar gobernados por quienes fueron derrotados y que hoy vuelven por la revancha mientras intentan implementar entre nosotros una suerte de “comunismo a la venezolana”. Y todo asociado, claro, a una “corrupción insoportable” y a la “soberbia de esa mujer” que no deja que vivamos en paz. Relatos del infierno que demostraban que era justa la nostalgia de “aquellos años en los que había seguridad y reinaba el orden”.

No crea el lector que me estoy inventado alguna de estas sentencias ni que estoy exagerando. Escucharlas resultaba dañino para quien no tenía otro objetivo que distender un poco el ánimo haciendo una saludable rutina en la pileta de natación. Frases oscuras, insidiosas e impúdicas que se decían sin siquiera tomarse el cuidado de no herir alguna susceptibilidad, como imaginando que todos los que estábamos en ese ambiente compartíamos la misma mirada reaccionaria. Algo así como suponer que la totalidad de la clase media es antikirchnerista y que por lo tanto disparar alguna palabra salvaje y criminal contra “el matrimonio presidencial” resulta siempre oportuno y ocurrente entre “gente como uno”.

Me sorprendió gratamente que un nadador joven que estaba compartiendo conmigo el carril se indignara ante tanta canallada. No dejó de inquietarme la constatación de una cierta impunidad capaz de decir lo que en general se solía decir en voz baja pero que ahora se pronunciaba sin pudor para que cualquiera lo escuchara. Como si algo oscuro y viscoso se hubiera liberado entre aquellos que hasta ahora habían permanecido callados o guardando sus opiniones.

El 24 de marzo es una fecha cargada de hondas significaciones; su presencia nos devuelve el mapa del horror al mismo tiempo que nos recuerda, también, las tramas de la complicidad. Su presencia entre no­sotros remueve las heridas de una sociedad que no ha logrado salir de sus malignas irradiaciones, pero también viene a poner de manifiesto que es absolutamente imprescindible sostener la relevancia clave y fundamental de la memoria vigilante, esa que no sólo se ocupa de mantener el recuerdo de lo acontecido sino que se ofrece como parte de la búsqueda, en la actualidad, de una sociedad capaz de superar su propia noche, esa que sigue habitando el habla de muchos “vecinos y vecinas” que, en los años horribles de la dictadura, pronunciaban aquellas frases ominosas y cómplices: “Por algo se los llevaron”, “Algo habrán hecho”.

Prestarle atención al retorno de lo reprimido supone estar alertas ante la naturalización de ideas y opiniones que buscan multiplicar las nuevas formas de la complicidad, esas mismas que encuentran una correlación entre la autoexaltación que los represores juzgados hacen de sus felonías criminales y cobardes y la que, desde una cierta ingenuidad, podemos escuchar una mañana de lunes en un club de Buenos Aires mientras intentamos hacer un poco de ejercicio.

5 comentarios:

gem dijo...

Genio Ricardo Forster, es increible como expresa lo que muchos sentimos, solo admiración para este hombre.

Javier dijo...

A mi me pasa exactamente lo mismo Gem, leo lo que escribe y no puedo mas que admirar lo bien que expresa lo que muchos sentimos

Un abrazo

Anónimo dijo...

Ricardo: me paso una situación muy similar en el vestuario (o Bestiario?) de la YMCA. Termine a las puteadas con los tipos.
Daniel

Javier dijo...

Y lo peor es cuando vez esas mismas opiniones reflejadas en tu propia familia . Que haces ?

Unknown dijo...

gracias por compartir la nota javier.

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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