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sábado, 2 de octubre de 2010

Los partidarios de la colimba educativa



El proyecto pretende acabar con la violencia urbana y la crisis de la escuela pública, a través de un programa de capacitación para muchachos de entre 14 y 24 años en instalaciones militares.

En la desopilante película Los intrépidos y sus máquinas voladoras, cuyo argumento gira en torno a una competencia aérea en los inicios del siglo XX, el actor Gert Froebe se pone en la piel de un oficial prusiano que, sin tener la menor idea de cómo se conduce un avión, debe remplazar a último momento al piloto de su país; entonces dice: “No hay nada que con un buen manual de instrucciones un militar alemán no sepa hacer.” Lo cierto es que tal máxima parece ser extensiva para algunos senadores argentinos. Ello se desprende del reciente tratamiento en la Cámara Alta de dos proyectos tendientes a conjurar el azote de la inseguridad; a saber: la aprobación de la ley contra las salideras bancarias y la media sanción que obtuvo la iniciativa del denominado Servicio Cívico Voluntario para los jóvenes en riesgo social. El primero consiste en la implementación de tres “medidas mínimas”: un mayor cuidado en los tesoros de las sucursales, privacidad en la operatoria de las cajas e inhibición de señal en los celulares. Al respecto, salta a la vista que, para no dejar nada librado al azar, los legisladores abrevaron en las fuentes mismas del asunto, al punto de que las pautas a implementar son casi un calco de la Ley 19.130, vigente desde 1971. El otro proyecto fue ideado de un modo no menos cuidadoso, y pretende acabar de una sola estocada con dos graves inconvenientes de nuestro tiempo: la violencia urbana y la crisis de la escuela pública, a través de un programa de capacitación para muchachos de entre 14 y 24 años en instalaciones militares y a cargo de uniformados; en otras palabras, un imaginativo emprendimiento pedagógico que, además, rescata los valores más positivos de aquella tradición argentina que fue el servicio militar.

Sin embargo, sus detractoresentre ellos, funcionarios, especialistas en educación, sociólogos de primer nivel y hasta las propias Fuerzas Armadascoinciden en destacar la naturaleza disparatada de la cuestión. Sería injusto soslayar que el autor de la ocurrencia inicial fue nada menos que el ex presidente interino Eduardo Duhalde, ( es muy poco solo asesinar a un par en el Pte Pueyrredon , Duhalde extraña los tiempos glorisoso de asesinar argentinos seguramente junto con el facho de Abel Posse a quien Macri queria poner en educacion en la ciudad) quien en diciembre de 2009 decoró sus aspiraciones presidenciales con su propuesta de encomendar a la comunidad castrense la tarea de “instruir a los chicos marginados”.

Pese a las complicaciones que podría causar esta suerte de colimba correctiva –en resumidas cuentas, tal recurso se basa en entrenar militarmente a jóvenes en conflicto con la ley–, ello llegó a entusiasmar a algunos taxistas y a no pocos comunicadores.

Pero, por cierto, alguien redoblaría la apuesta: el diputado salteño Alfredo Olmedo. Se trata de un hombre de buena cuna –su padre, llamado “El Rey de la Soja”, posee 110 mil hectáreas, cuatro aviones y es el mayor productor agrario con tierra propia del país–, además de descollar en los debates parlamentarios por su fina oratoria, como cuando, por caso, fundamentó su oposición a la ley del matrimonio entre personas del mismo género con las siguientes palabras: “Tengo la mente cerrada y la cola también.” No obstante, su raíz conservadora no va en detrimento de su espíritu mundano; tanto es así que, además de haber tenido un tórrido amorío con la primera actriz Rocío Marengo, algunas noches se lo suele ver en el sector VIP del afamado club nocturno Cocodrilo. Tal vez allí, inspirado por el burbujeo del champán, haya elucubrado su proyecto más audaz: el retorno al Servicio Militar Obligatorio, con la finalidad –según sus propios dichos– de “contribuir a la defensa nacional, brindando el esfuerzo de los jóvenes y su dedicación personal”. En ocasión de presentar la propuesta, profundizaría tal concepto con encomiable elocuencia: “Lo importante –dijo– no es qué país les dejamos a nuestros hijos, sino qué hijos le dejamos a nuestro país.” Su idea terminó archivada en la Comisión de Defensa.

Lo que el miércoles sí fue aprobado en el Senado es la media sanción de un proyecto que contó con el apoyo del bloque radical y del peronismo disidente, algunos de cuyos integrantes –los radicales mendocinos Ernesto Sanz y Laura Montero, junto al peronista puntano Adolfo Rodríguez Saáfueron los padres de la criatura legislativa, la cual fue ardorosamente fogoneada por la senadora opositora por Salta, Sonia Margarita Escudero, quien encabeza la Comisión de Justicia y Asuntos Penales. En realidad el asunto no fue de su propia inventiva sino una versión copiada del programa que a mediados de la década implementó el entonces gobernador mendocino Julio Cobos. Lo cierto es que esa experiencia fracasó con estrépito, al registrarse en el lapso de un año y medio una deserción del 60% de los educandos.
Ahora –en el caso de ser aprobada en Diputados– esa iniciativa correría una suerte semejante. Concebida como un proyecto pedagógico a desarrollarse en unidades militares, sus hacedores no tuvieron la delicadeza de tratarla en las comisiones de Educación y Defensa. Por el contrario, únicamente pasó por la que preside la señora Escudero, cuyas atribuciones se limitan a los asuntos “de carácter penal, carcelario y las disposiciones de carácter punitivo que contenga cualquier rama del derecho”. Ello no deja de ser un dato.

Por lo pronto, el Ejército rechazó el uso de sus instalaciones para esos fines. Desde las esferas oficiales no sólo se plantea una inviabilidad presupuestaria en la cuestión sino, además, el dislate que supone anular el derecho de los jóvenes a educarse en escuelas públicas. Mientras tanto, otras voces repudian semejante iniciativa por considerarla, simplemente, un grosero recurso puesto al servicio del disciplinamiento social. Pero algo queda claro: no hay nada que con un buen manual de instrucción algunos senadores no puedan hacer.

Hay personas realmente desagradables para mi . Sin ninguna duda una de ellas es Sonia Escudero


Fuente : Tiempo Argentino

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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