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jueves, 18 de noviembre de 2010

Próximo destino: más distribución

Los pronósticos son muy buenos y permiten no sólo validar lo que se hizo en esta etapa sino planificar una profundización de las políticas tendientes a garantizar una mejor distribución de la riqueza.

Por Martín Sabbatella

En las últimas dos semanas algunos representantes políticos de intereses concentrados y editorialistas que expresan esos mismos intereses aceleraron el trote de cara a su objetivo de desgastar al gobierno nacional; claro que modificaron protocolarmente su estrategia ante la evidencia del dolor popular. A los pocos minutos de haberse producido la muerte del hombre político más determinante de la última década en nuestro país, comenzaron a dar pasos tendientes a instalar una idea: la necesidad de que Cristina Fernández dé un golpe de timón y modifique el rumbo que supuestamente le imponía Néstor Kirchner.

Con la franqueza que suelen tener las proclamas de guerra, algunos periódicos empezaron a poblar sus páginas de editoriales, notas de opinión y testimonios, en los que se exigía que la Presidenta “aprovechase la oportunidad” (de la muerte de su marido) para producir los cambios que “el país necesita” y que el oficialismo, controlado hasta su muerte por Néstor Kirchner, se resistía a dar. No es que los opositores desconozcan que las decisiones acerca del rumbo a tomar o los caminos a recorrer eran compartidas entre el ex presidente y su esposa a cargo del Ejecutivo. Cualquiera que haya observado el talante, la capacidad o el compromiso de Cristina Fernández, cualquiera que conozca su recorrido militante, sabe que estaba muy lejos de ser una víctima de manejos arbitrarios y que, por el contrario, las decisiones eran de ambos, tanto en esta última etapa como cuando él estuvo al frente. El camino se recorrió con gran intensidad durante los cuatro años del gobierno de Néstor Kirchner, y, por diversas razones, cuando Cristina asumió el mando presidencial el paso fue muy vigoroso. Las políticas que despertaron la ira de la oposición política y empresarial fueron fuertes en los siete años y los pusieron en pie de guerra en los últimos tres, como demostró la resolución 125 sobre retenciones al agro o la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, por nombrar sólo un par. Son esas medidas concretas y no los modos, las que Rosendo Fraga, Eduardo Duhalde o Elisa Carrió, por mencionar sólo algunos, quieren desterrar.

Ellos saben que es así. Saben que la Presidenta está convencida de avanzar por este rumbo, pero quieren aprovechar la circunstancia emocional para imponer otro relato sobre lo que pasa. Intentan arraigar la idea de que el país está muy mal, que ello es fruto de una acción política desenfrenada, agresiva y hegemónica que desplegó hasta el final de sus días el fallecido ex mandatario y que Cristina tiene en sus manos, en estas horas de conmoción, la posibilidad de recuperar las chances que su marido le hizo perder. Ellos quieren mostrarse otorgándole la generosa oportunidad de que cambie.

No es la primera vez que lo hacen. Y tampoco será la última. A horas de la asunción de Kirchner en el 2003, desde el editorial central del diario La Nación se plantearon las condiciones que debía acatar el nuevo gobierno si quería durar más que unos pocos meses. También en esa ocasión se extorsionaba con rostro caritativo: ante una gestión que entraba con el débil respaldo del 22 por ciento del electorado, el establishment se ofrecía a llevar de la mano a Kirchner por el camino tranquilo. La debilidad que intentan capitalizar ahora no es de votos sino de espíritu; del espíritu consternado de Cristina tras la muerte de su compañero de la vida.

¿Tendrán razón?

Uno podría preguntarse si ese pedido de cambio de rumbo es razonable. Porque en la historia de nuestro país, y en la de todos los países, muchas veces la oposición hizo señalamientos correctos que debieron ser atendidos. Pero habitualmente ese reclamo se apuntaló con cuatro tipos de fenómenos sociales: crisis económicas repentinas que afectaron a miles de ciudadanos, derrotas electorales significativas, caídas pronunciadas en las encuestas de opinión pública o manifestaciones populares frecuentes contra el Gobierno.
Nada de eso está a la vista en estas horas. Muy por el contrario. Por un lado, los pronósticos económicos para el corto y mediano plazo son entre buenos y muy buenos, y permiten no sólo validar lo que se hizo en esta etapa –que incluyó la crisis internacional del 2008, transitada sin sobresaltos en nuestro país–, sino planificar la necesaria profundización de las políticas tendientes a garantizar que el crecimiento derive en una mejor distribución de la riqueza. No hay nada más estable en el mundo que la construcción de sociedades equitativas en las que nadie queda a la intemperie y todos gozan de los mismos derechos y las mismas oportunidades.

En segundo lugar, la derrota electoral por escaso margen que sufrió el oficialismo el año pasado no puede ser capitalizada por ningún sector opositor en particular, y menos aún por uno que pretenda retroceder en las políticas habidas en este proceso histórico. El publicitado Grupo A parlamentario, expresión cabal de ese conglomerado que mezcla incapacidad testimonial con conservadurismo neoliberal, no logró imponer su agenda desde la última elección a esta parte, a pesar de contar con casi el doble de diputados que el resto.
El tercer aspecto a considerar es que, lejos de caer en la opinión pública, todos los consultores informaron que el Gobierno venía teniendo un crecimiento sostenido en la imagen positiva y también en la intención de votos de sus presuntos candidatos. Esos registros se empinaron tras el fallecimiento de Kirchner, cuya imagen es valorada favorablemente por tres de cada cuatro personas consultadas. Dos de cada tres piensan que Cristina debe presentarse a una reelección y todas las mediciones la dan como segura ganadora en primera o en segunda vuelta.

El último fenómeno que podría hacer atendible el pedido de golpe de timón es la disconformidad en la calle. El descontento popular, expresado en manifestaciones opositoras, es y deber ser un llamado de atención para cualquier gobierno. ¿Qué debemos pensar entonces cuando lo que se vio en las calles en estos días fue una impresionante muestra de afecto y de apoyo popular hacia el presidente anterior y la presidenta actual?
Esa expresión en forma de abrazo (al igual que la evolución de las encuestas) es fruto, creo, de dos cosas: por un lado, de una gestión de gobierno que cuenta con gran respaldo de la sociedad, que quiere avanzar más por el camino de las transformaciones. Y por otro, también surge a partir de la recuperación del valor de la política como herramienta transformadora que, sin dudas, promovió el ex presidente Kirchner con su obra pero sobre todo con su actitud militante. El fervor popular que se expresó durante estos días en las calles, en las plazas, en los hogares, es hijo de esa recuperación, y estoy convencido de que va a ser desde esta potencia democrática, desde esta intensidad, con esta participación y este volumen en el debate, y no desde el reposo sacrosanto de consensos conservadores, que va a ser posible construir una Patria de derechos para todos y para todas.

Estas son horas dolorosas por la pérdida de un gran dirigente, pero también son momentos de esperanza. La fortaleza de la Presidenta y la pasión de una parte importantísima de la sociedad nos alientan a seguir poniendo el cuerpo para avanzar sobre las injusticias que todavía nos distancian de la sociedad en la que deseamos y merecemos vivir. Defendiendo el rumbo iniciado en 2003, por lo mucho que se hizo, pero también por lo que aún está pendiente.

*Diputado nacional por la provincia de Buenos Aires por el bloque Nuevo Encuentro, fue intendente del Municipio de Morón desde 1999 hasta 2009. Reelecto en dos oportunidades por más del 50% de los votos, asumió su primer mandato con 29 años. En el período 2006-2008 fue secretario ejecutivo de la red de Mercociudades, integrada por más de 180 ciudades de los países miembros y asociados del Mercosur. Además, recibió el Premio Konex 2008 por ser uno de los cinco administradores públicos más destacados de la última década (1998-2007).

Fuente : Contraeditorial

4 comentarios:

Daniel dijo...

"Volveré y seré millones"

Mejor que seamos millones para demostrarles que tampoco es que hay 1 mujer al frente; sino que estamos todos al frente, bancando el proyecto.

Unknown dijo...

Y ya que hablamos de frente compañero (?), armemos frente en BA

Sujeto dijo...

Suscribo Manuel (y también en CABA, no aguanto más a Macri !!!!)
Abrazo

Javier dijo...

Seguramente habra frente igual segun yo entiendo como el encuentro es un partido de militantes somos los milityantes quienes definiremos la estrategia electoral y no los asesores de imagen .

Pero obvio que hay que echar a Macri y al PRO y hay que armar un frente que pueda gobernar la iudad eficientemente y desalojar a la derecha .

Filmus - Cerruti que tal ? para la jefatura de gobierno ? Y Heller ?
Y vilma Ibarra?

Un abrazo

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Politica Obrera