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miércoles, 4 de mayo de 2011

Las razones profundas del trabajo indigno

Tecnología y producción


Frente al abuso empresario lo que se ha hecho es explicitar condiciones de mínimo confort en el descanso y en la alimentación de los trabajadores, que deben ser cumplidas por los empleadores.

Me costó muchos años de mi vida de trabajo terminar de convencerme plenamente de una verdad de Perogrullo: es imposible resolver un problema del cual no se conocen las causas correctas. Todo intento que se haga antes de esa certeza será tiempo perdido, a riesgo incluso de avanzar en sentido inverso al deseado.
Aplicando esa consigna simple a los dos escenarios de trabajo indigno más trajinados –trabajo golondrina rural y talleres de indumentaria– se puede llegar a conclusiones interesantes. En el ámbito rural se postula que la causa del maltrato es el abuso empresario más allá de las reglamentaciones laborales. Frente a eso, lo que se ha hecho, como deseable, es explicitar toda una serie de condiciones de mínimo confort en el descanso y en la alimentación de los trabajadores, que deben ser cumplidas por los empleadores.
Sin embargo, en esa línea no se alcanza a apreciar el motivo de fondo por el cual se dan estas situaciones, en todo similares al trabajo de africanos en la cosecha de naranjas en Sicilia o de mejicanos en las frutas y hortalizas de California y tantas otras. No es por el apartamiento de una ética empresaria. Por el contrario, es por la aplicación a ultranza de las ideas más primarias del capitalismo, que hacen que un empresario esté siempre dispuesto a sacar provecho de una oferta de mano de obra en condiciones miserables. En Italia o en California esa oferta ya no existe en el país y por lo tanto importan indocumentados. En Argentina, existen todavía centros muy pobres, de provincias pobres, que vienen de generaciones imaginando que esa es su única forma de sustento.

Si se quiere actuar estructuralmente sobre el problema, cualquier lector que haya seguido el razonamiento previo concluye que la solución de fondo es evitar que haya trabajadores que deban dejar su pueblo para poder trabajar y con ello subsistir. Se necesita ejecutar programas de desarrollo local de esos lugares y eliminar de tal modo la oferta golondrina.

Un segundo después de leer esto, cualquiera diría: ¿Y entonces cómo se desflora el maíz para semilla, se cosechan los arándanos o la yerba mate? Pues mecanizando la tarea, con equipos que ya existen o que se pueden y deben desarrollar.
Asegurar una cama o una ducha o una comida caliente al migrante no resuelve el fondo de la cuestión. Dicho sea de paso, me permito agregar que la reglamentación apunta sorprendentemente al tiempo de descanso y nada dice sobre la forma del trabajo en sí, que es lo más sacrificado del combo. Efectivamente, ratifico que es la continuidad de esa tarea manual la que debe ser cuestionada.

Los talleres de indumentaria, donde se trabaja con la cama al lado y se vive literalmente enclaustrado, también son considerados en esencia una infracción a la legislación laboral. Vuelvo al origen. Es cierto. Es una infracción a la ley. Pero es propia de la dinámica del capitalismo salvaje, aplicada a sectores de mano de obra intensiva, de baja calificación. Mientras exista la oferta de trabajadores, la explotación crece, hasta el límite mismo de la subsistencia.

¿Cómo se hace aquí para reducir, hasta eliminar, esa oferta degradante?
La propia lógica de mercado se encarga de dar la respuesta. Como todo sector de bienes de consumo final, la industria se concentra cada día un poco más, por la propaganda que instala marcas en la cultura popular. Esa concentración es acompañada de un aumento de precios mayor que los costos. Hoy un jean de marca es pagado por el consumidor de un centro de compras unas diez veces su costo directo de producción. Una zapatilla de marca hasta 30 veces. Aun así la presión para apelar a trabajadores cuasi esclavos es sostenida. En ese escenario, la brecha entre precio y costo es tan inmensa que aparece la posibilidad de imitar directamente, de introducir marcas parecidas, mil variantes, apareciendo en el mercado con precios intermedios a los de la marca líder.
¿Quiénes fabrican? Los mismos que estaban en los talleres y se independizan. Ni más ni menos que eso es el origen de La Salada. Miles y miles de ex talleristas que elijen autoexplotarse antes que ser esclavos. Su condición de vida no mejora demasiado, sin embargo. Quedan presos de una cadena de comercialización que hace que otros miles de comerciantes caseros vengan de todo el país a comprar al menor precio posible y ganen mucho dinero duplicando y triplicando sus costos cuando vuelven a sus pueblos de origen, a pesar de lo cual siguen estando muy por debajo del precio de las marcas.

¿Quién armó toda esta baraúnda? No es la falta de pago de impuestos por parte de los autoexplotados, ni ningún otro elemento similar que es consecuencia y no causa. Es la voracidad de las grandes marcas, que establece una enorme brecha entre precio y costo.
¿Cómo se resuelve? Puede y debe perseguirse el cumplimiento de las leyes laborales. Pero más que eso, hay que propiciar cambios estructurales en este esquema de capitalismo salvaje.

A los únicos que agregan real valor –los que fabrican las prendas– hay que ayudarlos a que estén en contacto directo con los consumidores finales, sin ninguna cadena de intermediarios montada sobre sus espaldas. Es largo de explicar, pero creo que es fácil de entender que si se construye el mecanismo, esa es la solución para gobernar el mercado, esto es: armar un sistema público para que se ordenen los melones en el carro, o sea que todo aquel que aporte valor en la cadena de producción tenga trabajo y retribución dignas y los intermediarios progresivamente desaparezcan. De lo contrario, habrá bolivianos, peruanos, algunos criollos, explotados hoy y siempre, para que nosotros compremos ropa cara.

Fuente: Tiempo Argentino

En algún momento antes de que lamentablemente la derecha nefasta espresada en Mauricio Macri gestionara terriblemente para los porteños la intendencia de la capital federal, tambien se luchaba contra el trabajo esclavo en esta ciudad. Ojalá el 10 de julio podamos recuperar esta ciudad hoy gobernada por lo peor del establishment y sus negocios


5 comentarios:

Unknown dijo...

Interesante es ver compañero, que la gráfica sobre denunciar el trabajo esclavo, es de la época de Telerman, se ve que al Pro no le interesó actualizarla con sus colores

Ikal Samoa dijo...

Es importante como Martínez visualiza situaciones concretas y como presiona la lacra empresaria.
Un saludo,
Ikal

Javier dijo...

Manuel : Me parece que es de la época de Anibal Ibarra no de Telerman sino diría A+ BsAs

Igual hay que erradicar el amarillo , cro que la coudad deberia ser verde celeste y plateado pero yo haria un concurso en las escuelas , pondria un color a la ciudad claramente diferenciado de los partidos politicos , como de hecho podia ser el negro y naranja . Lo que ha hecho a Macri mezckabno el color de la ciudad con su partido de la nefasta derecha argentina hay qye cortarlo cuanto antes .


Ikal: Coincido totalmente y es necesario lo de los mercados populares para eliminar la intermediacion

Un abrazo

daniel mancuso dijo...

excelente informe, abrazo

Javier dijo...

Gracias Daniel , abrazo kumpa

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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