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lunes, 12 de septiembre de 2011

El barro de la Historia

Crisis del capitalismo


Sólo cuando un segmento del bloque de clases dominantes tiene, en sus términos, una razón convocante para oponerse a la política oficial, la oposición logra enhebrar el hilo. De lo contrario, no.

“Los discursos, al igual que los silencios, no están de una vez por todas sometidos al poder o levantados contra él. Hay que admitir un juego complejo e inestable.”

Michel Foucault

Esta modificación, no sólo no le entregó la iniciativa política al mentado Grupo A (compuesto por todo el arco opositor), sino que ni siquiera pudo quebrarle el saque al grupo K. El número de representantes en ambas cámaras sirvió para entender que la cosa no pasa por cuántas manos se levantan para aprobar o desaprobar una ley, sino por la presencia o ausencia de una estrategia política articuladora.

Debo reconocer mi propio error, o en todo caso, insuficiencia analítica. Pensé que les faltaba estrategia común, y en rigor de verdad, lo que les falta es estrategia a secas. No tienen ninguna; y la sociedad no puede más que abrumarse ante tan decisiva limitación. Política sin estrategia no es más que discurso inconexo, alfilerazos inconducentes, brulotes sin fundamento. Transforma el último episodio de la tapa de algún diario, en letra para la próxima interpelación parlamentaria. Esto es, en profundización de una crisis de la que muy difícilmente ambas fuerzas puedan salir conservando la vertical.

Es muy poco probable que el Peronismo Federal pueda lucir candidato para las presidenciales de 2015, y la posibilidad de que un extrapartidario encabece la fórmula de la UCR, depende de que exista… el partido. En todo caso, llamar partido a una confederación de intendentes radicales es una exageración. No se trata de un juicio apocalíptico, sino del costo que deberá pagar una fuerza comandada por la dirección más mediocre de su larga trayectoria. Tan así la cosa, que en cualquier momento extrañarán la sensatez de Fernando de la Rúa, la lógica formal del Chacho Álvarez y los razonamientos caseros de Graciela Fernández Meijide, lo que no es poco decir.

Si en algún punto esa carencia determinante se exhibe impúdicamente ante propios y ajenos es en la tapa de La Nación del sábado 10 de septiembre.

Allí leemos que los “principales bloques de la oposición” impulsarán la presencia en la Cámara de Diputados de Sergio Schoklender. Que un doble parricida fungiera de apoderado de la Fundación Madres de Plaza de Mayo ya era terrible, pero en todo caso remitía a los personales y comprensibles desequilibrios de Hebe de Bonafini, y a que la sociedad en su conjunto se callara la boca. Ese silencio granítico recordaba que la culpa no es un combustible de alta calidad política. Claro que cuando la Comisión de Asuntos Constitucionales, presidida por Graciela “cachetazo” Camaño, y la de Vivienda, a cargo del radical Hipólito Faustinelli, invitan a Schoklender con motivo de sus declaraciones a la revista Noticias, ya no hablan de los traumas colectivos, sino de sí mismos.

La “idea” –de algún modo hay que llamarla– fue acompañada por Ricardo Gil Lavedra y Federico Pinedo, jefes de los bloques parlamentarios de la UCR y del PRO respectivamente; en cambio, Margarita Stolbizer la caracterizó como “un disparate”. Explica la dirigente del Frente Amplio Progresista: “El Congreso no puede convalidar en su citación a una persona como Schoklender”, al tiempo que añade: “Lo que dice debe tener mucho de cierto”, pero se trata de una “denuncia de delitos que deberá ser tratada por la justicia”.

Vale la pena detenerse ante tan curiosa argumentación. El disparate político va de suyo, dado que transforma a Schoklender en una suerte de paradigma de la verdad republicana. Al menos, para las fuerzas convocantes. Cada cual tiene el perfecto derecho de elegir sus referentes donde crea conveniente, pero aun Stolbizer le da el crédito de verdad a priori. ¿El motivo? Todo el que sostenga que el gobierno está integrado por una cueva de ladrones, no puede no ser sino un demócrata constitucional. Y ese es el punto. La sociedad no puede sino mirar atónita cómo un hombre cuya falta de integridad moral está más allá de todo debate, por los avatares de las chicanas parlamentarias se vuelve “juez” de Hebe de Bonafini, y traslaticiamente del gobierno nacional. Por un minuto consideremos el argumento de Schoklender: Hebe tiene 2 millones de euros en bancos europeos; si sin mayor conflicto con la Fundación (se lo acusa de desvío de fondos en su beneficio personal, de estafa y otras lindezas) hubiera denunciado las cuentas, el asombro general sería enorme, y por cierto debiera ser objeto de investigación judicial. Ahora bien, que un hombre con sus antecedentes, incurso en una investigación por dolo, se convierta en fiscal delata la amoralidad profunda de quienes enarbolan su nombre, pero sobre todo la más absoluta falta de sentido de las proporciones. En suma, una patrulla perdida en la niebla política, sin brújula ni sentido de la orientación.

EL BLOQUE DE CLASES DOMINANTES.

Una pregunta: ¿A qué se debe esta carencia? ¿Sólo se trata de evidentes limitaciones personales? No vamos a negar lo obvio, pero existe una razón superior. En el conflicto contra las retenciones móviles, que fue el último donde la política opositora tuvo articulación real, la cosa quedó al desnudo: sólo cuando un segmento del bloque de clases dominantes tiene, en sus términos, una razón convocante para oponerse a la política oficial, la oposición logra enhebrar el hilo. De lo contrario no. Pasado en limpio, su estrategia viene de afuera.

Como el bloque de clases dominantes no es, desde 1975, una clase dirigente, su política no puede ser otra cosa que la continuación de los negocios por otros medios; y como los trabajadores sufrieron una derrota histórica, no atinan a recomponer un horizonte propio; ergo, los partidos se quedaron sin estrategia.

Ahora bien, la capacidad de previsión sigue siendo, aun en nuestra hora posmoderna, el mayor capital político. El gobierno nacional constituyó su andadura al compás de lo que debía evitar. La continuación de la política del Puente Pueyrredón, la masacre de pobres. A partir de esa sencilla ecuación fogoneó la recuperación de la actividad productiva, y redujo los niveles de deterioro abominable de la sociedad argentina. Eso no es exactamente un programa, dicen, y tienen razón. Pero es su condición de posibilidad.

Los programas en la historia nacional e internacional, en la historia del capitalismo, se constituyen en medio de crisis fenomenales. No suelen ser el producto de amables investigaciones elaboradas en think tank universitarios, con los debidos créditos. Así no pensaron ni Federico Pinedo –ilustre antecesor de su conservador pariente– ni Jon Maynard Keynes, ni por cierto Karl Marx. La crisis global del capitalismo nos presenta otra oportunidad histórica: pensar y desarrollar un camino propio, una respuesta sudamericana, un nuevo programa para el partido del Estado. Cada uno de los segmentos del bloque de clases dominantes, no puede sino atender su propio juego, por eso carece de visión estratégica, y por eso no es capaz de orientar a ninguno de los partidos de la oposición. En lugar de que el perro mueva la cola, es tiempo de que la cola reoriente la cabeza del perro.

Fuente :Tiempo Argentino

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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