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domingo, 13 de noviembre de 2011

La ciudad neoliberal

Viviendas para todos




La alarmante falta de controles y la libertad de las empresas, confundida por un pase mágico con la libertad personal, fue una propuesta que casi todo mundo “compró”.

“Al fin de cuentas la humanidad no es más que un sándwich de carne entre el cielo y la tierra.” Mafalda

El planeta, el país, el barrio y la casa, seguidas hacia adentro por la ropa y el cuerpo, son las esferas concéntricas donde transcurre nuestro hábitat; todas las capas están atravesadas por la vida. Las cenizas del volcán chileno Puyehue cubren la ciudad, el barrio, la casa y entran en nuestros pulmones. Lo mismo ocurre con los sistemas económicos que se van sucediendo en el mundo. El último, el neoliberalismo, afecta el planeta desbastando bosques y ríos en pos de la ganancia de unos pocos. Y penetra también en nuestro cuerpo, en nuestra relación con los demás, en nuestra vida.

Todo va bien, nos decían los nuevos brujos, suben los índices, el producto bruto, baja el dólar. Palabras como ajuste, flexibilización laboral, préstamos y más prestamos, “déme dos”, despidos, burbuja financiera, cierre de industrias y comercios, marcaban a fuego nuestra existencia y el mundo lo aceptaba sin entender las raras palabras de los brujos. “Es que para allá va el mundo, tenemos que seguirlo”, nos decía el muñeco presidente en los ’90.
No es la primera vez en la historia que un paradigma entra en crisis y se cambia por otro, la humanidad como centro de la creación fue uno de ellos, y lo derrumbaron Copérnico, Darwin y Freud. Darwin dejó sus huellas interpretadas a su antojo y conveniencia por los popes del neoliberalismo y su sencillísima fórmula principal: así como los mejores sobreviven como resultado de la competencia, no de la solidaridad, lo mismo debe ocurrir con la economía. Sólo que el combate entre dos ciervos machos no es equivalente a la competencia entre el almacenero de la esquina y una multinacional. Pequeño detalle. El llamado “darwinismo social” es una idea que tiene el atractivo de la simplicidad. La falta de controles y la libertad de las empresas, confundida con un pase mágico con la libertad personal, fue una propuesta que casi el mundo completo “compró”. Hoy los argentinos –pueblo y gobierno– lo estamos rompiendo. Intentamos volver al “bienestar general,” como reza el olvidado preámbulo de la Constitución Nacional. Mientras tanto los tercos gobiernos de los ex “países serios” que ponían como ejemplo están prisioneros en 2001, sin vislumbrar la salida. Los pueblos del mundo han descubierto, por fin, el engaño
Los períodos históricos pueden ser contemporáneos. La Edad Media subsiste en la Iglesia católica y también la esclavitud en muchos países. Entre nosotros el neoliberalismo, el lasseiz faire, se refugió en la Ciudad de Buenos Aires y se manifiesta en el rumbo de su arquitectura.

Dos derrumbes, uno dentro de otro. Los derrumbes sucesivos no son más que la réplica en la esfera urbana, de “la libertad del mercado”. Los edificios no apuntan a encarar el problema de la vivienda, ni la belleza, ni las ceremonias de la vida adentro de las casas, que son la esencia de la arquitectura, lo que prometimos defender cuando nos entregaron el título. Las regulaciones son eludidas por “los inversores”, la mayoría de las veces con la complicidad del poder. Que se construya, no importa dónde ni cómo. No importan los paredones que ahogan las casas bajas en los barrios (Villa Urquiza, Caballito, Villa Pueyrredón.) No importa el tejido social ni la tradición de los barrios porteños, ni la protesta de los vecinos. El índice de la construcción sube. Invertir en ladrillos es seguro. Son tantos departamentos en tantos pisos como para amortizar el costo escandaloso de los terrenos. Diseña el mercado, no los arquitectos. No se precisan arquitectos, sólo “brokers” y “desarrolladores”. Estimulada por el consumismo, la codicia crece y tiende a minimizar lo demás, incluyendo el necesario cuidado que debe tenerse en excavaciones linderas con edificios antiguos.
Cada uno debe cuidar de los suyo sin que le importen los demás. Mi terreno tiene dos límites, derecha, izquierda, son rayas de puntos en el plano que pasan justo por el eje medianero. Pero el apoyo de las medianeras compromete sectores de tierra a sus costados, sobrepasando los límites legales del terreno. La tierra no cree en la propiedad privada En el mundo de la transmisión de fuerzas existe la solidaridad estructural. Los edificios antiguos se apoyan unos en otros. para sostenerse y desafiar los años. Y cuando se ataca a uno se resquebraja el de al lado, se fisura, o se cae. Un caso de solidaridad que escapa al mercado. La intervención debería ser respetuosa, responsable y con la autoridad que emana del conocimiento.
En los EE UU se ha permitido que el capital y la especulación financiera gobiernen el mundo y miles de familias han quedado sin sus casas, hoy viven bajo los puentes, en refugios, el sistema económico los ha dejado solos, encerrados en el afuera sin casa, sin historia, sin la mesa familiar.
El sistema y los edificios se caen por la misma razón: falla la base. Dos conceptos explican la falla, dijo la presidenta Cristina Fernández de Kitchner en el G-20: falta “regulación y control”, un Estado que asume y sostiene con responsabilidad su función.

Mientras en nuestra ciudad, el jefe de gobierno declara que todos los controles y las inspecciones se hicieron y están en regla. Los edificios se siguen cayendo “pero los papeles y las inspecciones están bien y no se puede hacer más”, dice. Es decir, se declara incompetente.

¿Y qué rol se reserva la academia? ¿Las revistas de arquitectura, los grandes concursos? ¿En qué espejo se miran los jóvenes arquitectos?
La arquitectura es la piel, el envase de las escenas familiares y sociales y la estructura, el color y la forma del envase expresan una ideología, aunque los conservadores neoliberales renieguen de la palabra.
La última gran intervención urbana en la ciudad ha sido Puerto Madero, donde se invirtieron millones de pesos y es el barrio de menor densidad poblacional en la ciudad. Departamentos de lujo vacíos contrastan con la necesidad de vivienda de muchísima gente.
Los conservadores de principio del siglo XX eran mejores que los actuales, al menos en urbanismo. Hicieron la Avenida Del Libertador, Palermo, la Costanera sur, las diagonales, el barrio parque Los Andes, la General Paz bordeada por 25 kilómetros de parque a cada lado, hoy sacrificados a otro parque mucho menos saludable: el automotor.

La tesis darwiniana de que el mundo está regido por la competencia choca con la naturaleza del micro y del macrocosmos, en medio de los cuales, estamos los humanos. Rige la solidaridad entre los átomos que forman moléculas, entre las moléculas que forman órganos, plantas, animales, el aire que respiramos, las estrellas y los planetas, el agua y los seres humanos. La atracción conforma el universo. Es decir, el amor.





Fuente: Tiempo Argentino

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Politica Obrera