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lunes, 19 de diciembre de 2011

Luego de diez años, la lucha continúa en la cooperativa 18 de diciembre

Brukman, de la amenaza del cierre a una nueva modalidad de trabajo

Por Catriel Etcheverri

El estallido de la crisis llegó a la empresa textil un día antes. El 18 de diciembre los trabajadores tomaron la fábrica y comenzaron a producir de manera cooperativa. Hoy confeccionan los uniformes de Aerolíneas Argentinas y Austral.

No es sencillo conversar con Matilde y Celia. Las interrupciones son constantes. Son las 8:30 de la mañana y el teléfono no deja de sonar. Es que la Cooperativa 18 de diciembre, más conocida como Brukman, está de pie. La lucha lleva ya diez años. Y aunque en un primer momento sus objetivos parecían más modestos - cobrar lo que les debían a sus trabajadores-, el tiempo la convirtió en ejemplo de alternativa al tradicional modo de producción.

La experiencia de los trabajadores de Brukman trascendió. Desde aquel 18 de diciembre de 2001 en que un puñado de obreras decidió resistir, hoy la experiencia es conocida en el mundo. Más de 2 millones de personas vieron el documental Las mujeres de Brukman, del canadiense Isaac Isitan, mientras Naomi Klein, autora de No Logo y La doctrina del shock aseguraba que Brukman es el nombre de la esperanza que recorre el mundo y que muestra que “hay otra forma de trabajar”. ( Zanon hoy Fasinpat me parece el mejor ejemplo y tambien se hizo una película sobre la toma y gestión obrera de la fábrica , tambien grisinopolis en capitalk y muchisimos casos mas y oajala el fenómeno siga creciendo ) Sin embargo lejos está de haber terminado la lucha. Y aunque la cooperativa logró consolidarse, los desafíos continúan.

El estallido se había adelantado un día en Brukman. En la víspera de la revuelta que puso fin al gobierno de Fernando de la Rúa, los dueños de la empresa dieron apenas dos pesos a cada uno de los trabajadores y se fueron. Nunca más volvieron a aparecer por la fábrica. Los problemas habían comenzado mucho antes. Ya en el año ’96, en pleno auge de las políticas neoliberales, los trabajadores debieron aceptar una fuerte rebaja en sus salarios. Negarse implicaba el despido. Desde entonces la situación se fue degradando poco a poco. Los 150 pesos que recibían cada viernes se convirtieron pronto en 100, luego en 50 y así hasta llegar a los 2 pesos del 18 de diciembre. “Pagábamos para venir a trabajar”, asegura Matilde Adorno.

Esa noche, 22 compañeros se quedaron en la fábrica. Muy temprano en la mañana del 19 de diciembre, horas antes de que la Plaza de Mayo se convirtiera en el epicentro de las protestas contra el gobierno de la Alianza, quienes habían iniciado la toma advirtieron a los que iban llegando: “El que quiera luchar entra y el que no se puede ir. Vamos a luchar, vamos a resistir acá hasta que nos paguen”, recuerda Celia Martínez. Más de 50 se quedaron.

A partir de ahí hubo de todo. Solidaridad, aprendizaje, desalojos, resistencia, disputas internas, organización, desánimo, esperanza. Pronto descubrieron que no estaban solos en la pelea. Una sociedad movilizada hizo propia su lucha. Asambleas barriales, organizaciones estudiantiles y políticas, movimientos piqueteros, de fábricas recuperadas y de Derechos Humanos los acompañaron. Aportaron desde un paquete de yerba hasta la carpa en la que resistieron durante ocho meses el último de los desalojos. Aprendieron a defender sus intereses y lejos del verticalismo de la patronal empezaron a dar forma a una dinámica asamblearia en la que las decisiones se tomaban de manera colectiva. Tres veces la policía los desalojó y tres veces volvieron a entrar mientras dos posiciones los dividían: pelear por la estatización de la planta bajo control obrero o exigir la expropiación a favor de una cooperativa de trabajadores. Algunos se fueron. Muchos se quedaron y la idea de la cooperativa fue tomando forma.

Signo del cambio de época quizás, de los tiempos en que Enrique Brukman respondía con un: “Qué se creen, que por ustedes voy a traer la plata de afuera”, y en que la empresa producía cada vez menos para comprar mercadería en Brasil y cambiarle las etiquetas, en enero de este año Brukman comenzó a confeccionar los uniformes de Aerolíneas Argentinas y Austral y también a reinvertir. Renovaron las máquinas hojaladoras y con ayuda estatal repararon la caldera y solucionaron problemas edilicios.

“Fuimos a Desarrollo Social y hablamos con una de las colaboradoras de Alicia Kirchner. Le llevamos muestras para que las viera. Les dijimos: ‘Necesitamos vender y ustedes nos podrían comprar’”, cuenta Celia y asegura con orgullo: “Toda la ropa que usó la gente de Desarrollo Social en el Bicentenario la hicimos nosotros. Después Alicia misma vino a la fábrica a entregarnos un subsidio del INAES.”

Se envalentonaron y comenzaron a interiorizarse en las licitaciones de las dependencias públicas. “Económicamente nos cambió mucho el panorama, igual seguimos trabajando para otras casas y vendemos directo al público”, dice Celia y explica que hay un nuevo escenario: “Ahora cuando vas a las dependencias del Estado y decís que sos de Brukman ya no te sacan rajando, te escuchan.”

La Cooperativa 18 de diciembre enfrenta hoy otros desafíos: “Conseguir gente”, explica Matilde. Hoy son poco más de 70 los trabajadores. Todos en las mismas condiciones desde el primer día de trabajo. Sin embargo, “a veces cuesta encontrar gente capacitada que tenga ganas de venir a trabajar a una cooperativa” y también “cuesta que sientan la cooperativa como propia”, explica. “Tenemos más responsabilidad que antes”, dice y aunque admite que a veces piensa que le gustaría trabajar como solía hacerlo, por un sueldo e irse a su casa una vez terminada la jornada laboral, “porque ahora estás todo el día pensando en lo que hay que hacer”, reconoce que “es una experiencia invalorable”.

Matilde y Celia son tan sólo dos de las protagonistas de la lucha de Brukman, y coinciden en que, con unas pocas excepciones, la crisis de 2001 y la lucha que encararon les “abrió los ojos” “No había asambleas antes, no se conocía eso, no sabíamsobre otras cuestiones. os cuáles eran nuestros derechos”, explica Matilde y asegura que “al final para nosotros fue una oportunidad de crecer”. “Empecé a ir a todas las charlas sobre cooperativismo que había para aprender más del tema”, explica Matilde.

Para Celia fue también la oportunidad de meterse más en política. “Yo siempre iba a votar a los candidatos peronistas, pero nunca me ponía a analizar las cosas que hacían (Carlos) Menem y (Eduardo) Duhalde. Todo eso lo empecé a ver después. Hoy yo soy lo que soy políticamente gracias a esta lucha y todo lo que fui aprendiendo”, dice Celia, que desde los albores de la pelea se fue acercando al PTS. “Hubo un gran cambio en mi desde la persona que llegó a Brukman en el ’92, mi primer trabajo a los 37 años, sin saber a qué cosas tenía derecho y después empezar a luchar, a militar y formar parte de una nueva forma de trabajo distinta de la tradicional de patrón-empleado.”

La militancia y la lucha no fue sin sacrificios. “Le tuve que sacar horas a mis hijos”,(como todo militante político ) dice Celia y se ríe cuando recuerda que una vez hasta llegó tarde a su propio cumpleaños, y ya se habían comido el asado. Pero dice que le “gusta esta nueva Celia, más peleadora y discutidora. Ahora hay discusión política en mi casa, nunca había habido antes, pero yo ya me fui para el otro lado y no paramos de discutir de política ahora”, dice riendo.


Fuente :Tiempo Argentino

3 comentarios:

Moscón dijo...

Aquí en Rosario de estos ejemplos abundan,si te bajás en la terminal de ómnibus"Mariano Moreno"y te tomás un café en el bar lácteo,estarás frente a uno.Y la carrocera DIC,y la fábricas de pastas Yuli,y....una banda de fuentes de laburo que los propios laburantes rescataron del choreo patronal.

Javier dijo...

Seguramente es un fenómeno repetido en todo el país y que habla de la dignidad de los trabajadores argentinos

Javier dijo...

Porque esto no aparece en otros países como aca

Un abrazo

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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