The people united will never be defeated - ¡Proletarios del mundo, uníos!

lunes, 2 de julio de 2012

La vía de la estatización

Por Martín Harracá *

Una forma de expresar sintéticamente los rasgos de nuestra economía, de gran aceptación entre los economistas locales, es que está conformada por una estructura productiva desequilibrada. Sin coincidir plenamente con esa descripción, creemos que pone en relieve un aspecto central: las consecuencias que genera el desigual potencial de explotación del sector primario respecto al industrial.

Tanto las condiciones de fertilidad –casi sin igual– del suelo pampeano y litoraleño, la enorme riqueza metalífera de los Andes y las reservas de recursos fósiles y gasíferos de la Patagonia, suponen la existencia de una gran masa potencial de renta de origen primario. Estos recursos son apropiados por quienes ostentan el monopolio en el acceso a su explotación, aunque el Estado puede intervenir aquí, captando parte de la renta mediante retenciones, u otros impuestos, además de a través del control directo de la explotación. En caso de que no sea apropiada por el Estado, lejos de tener como destino el desarrollo productivo, la renta suele encontrar su fin en el consumo suntuario (boom de las 4x4 en localidades sojeras), fuga de capitales, o en colocaciones que reproducen la lógica rentista, como inversiones inmobiliarias (que pueden generar burbujas especulativas en sectores como la construcción residencial).

En contraposición, encontramos un sector industrial que, exceptuando algunos complejos muy específicos, presenta capacidades productivas inferiores a las vigentes a nivel internacional. Esto implica que su desarrollo a una escala competitiva está supeditado a la posibilidad de ser subsidiado mediante recursos derivados de la renta primaria, proceso que sólo puede ocurrir por la mediación del Estado. Asimismo, al ser los capitales con condiciones más competitivas los de origen extranjero, terminan adquiriendo empresas de capital local, a lo que si le sumamos la larga historia de entrega de la explotación de nuestros recursos a capitales foráneos (en especial en los ’90), tenemos una progresiva extranjerización de la economía.

Algunos datos señalan que este esquema de base primaria y extranjerizada no se modificó en lo sustancial, aun a pesar del planteo desarrollista: las exportaciones del complejo sojero en 2011 –porotos, aceite y pellets de soja– suman 20.000 millones de dólares, casi un 25 por ciento del total. A su vez, esta situación vuelve al (muy volátil) precio de la soja una variable de posible inestabilidad para nuestra economía, en particular para los ingresos estatales ya que desde 2002 los derechos de exportación representan aproximadamente un 10 por ciento de los ingresos tributarios. Por su parte, respecto a la extranjerización, basta con señalar que de las 500 empresas más grandes del país, la participación de las de origen extranjero crece ininterrumpidamente en la década del ’90, pasando de 44 por ciento en 1993 a un 68 por ciento en 2002, estabilizándose en 67 por ciento para el promedio 2003-2010. Más significativo resulta que, en promedio, las ganancias de las empresas extranjeras son cuatro veces las de las locales, y que las utilidades y dividendos que sacaron del país en 2011 alcanzaron los 8500 millones de dólares, cifra cuatro veces superior al promedio de la convertibilidad.

Poniendo en debate el planteo desarrollista, entendemos que los límites no están en una cuestión de “diseño” de la política, sino en las alianzas que ella supone necesarias, y que requiere como actor principal un pujante sector empresarial nacional. Nuestra interpretación es que este sector no sólo no tiene esa fuerza –dado que sólo puede germinar bajo el apoyo estatal– sino que, fundamentalmente, no está motivado por el “desarrollo nacional”, más por la maximización de la ganancia. Ejemplos abundan, pero quedan plasmados nítidamente con los recientes casos de los Eskenazi en YPF, y más dramáticamente aún, con el de Cirigliano y la tragedia ferroviaria en Once.

Al haber planteado estos límites al desarrollo, vemos en la estatización una vía plausible para superarlos, para el cambio profundo de esta sociedad. Pero desde ya que nadie se deja expropiar gratuitamente, y la repercusión mediática local e internacional que tuvo el caso YPF lo demuestra cabalmente. En este contexto, el marco de alianzas regional puede ser un determinante clave en el “campo de juego” posible de dichas políticas (claramente, no es lo mismo para esto que sea Unasur, el ALBA o Mercosur). Pero al mismo tiempo, al pensar al Estado como una arena de y en disputa, debemos recordar que es siempre un terreno que corre con desventaja para los sectores populares. Sólo sobre la organización de éstos pueden cimentarse las expectativas del aporte de aquellas políticas a las perspectivas emancipatorias.

* Licenciado en Economía. Docente FCE-UBA.

Fuente : Página 12Enlace

No hay comentarios:

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Politica Obrera