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martes, 14 de agosto de 2012

El mundo después de los Juegos Olímpicos

La dupla republicana Romney – Ryan
El mismísimo Clint Eastwood se mostró días pasados junto a la flamante fórmula ultraconservadora.

Estados Unidos se dio el gusto de salir vencedor en el medallero de los Juegos de Londres. No sólo eso: en medio de las competencias deportivas, millones de televidentes se enteraban de que el Curiosity, el robot de la NASA aterrizado en Marte, enviaba fotos en alta definición de la superficie marciana. Pasada la fiesta, como dice Serrat, "vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza". Literalmente, la decisión del republicano Tim Romney de buscar a Paul Ryan como compañero de fórmula de cara a las elecciones presidenciales del próximo 6 de noviembre, es la advertencia más clara de la élite financiera de lo que pretende para las mayorías en la primera potencia económica del mundo. El pecado de Romney es, apenas, haber hecho su fortuna con un fondo de inversión con ramificaciones en paraísos fiscales. Por lo demás, mientras fue gobernador de Massachussets, extendió la atención médica a medio millón de personas que no tenían cobertura, incluyendo fuertes subsidios estatales. Gobernó entre 2003 y 2007 con recursos presupuestarios que le permitieron un alto pragmatismo. Ryan, en cambio, es un joven ideólogo del neo-neo-liberalismo, integrante del Tea Party. Plantea reformar el sistema de salud estatal que asiste a niños y a mayores de 65 años que está vigente en ese país desde los años sesenta. Para achicar gastos. No fue casual que la primera foto de la dupla haya tenido de fondo una nave de guerra norteamericana, principal factor del déficit fiscal de ese país. De modo que la dupla Romney – Ryan pretende dinamitar no sólo los programas sociales de Barack Obama sino demostrar que pueden tirar tierra encima del pasado del número uno de la fórmula.
En Estados Unidos se acabó el sueño americano de la movilidad social. El Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, el mismo que ayer disertó junto a Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada, brindó ya hace más de un año el panorama de la concentración de la riqueza en la primera potencia mundial.
El 1% más rico de la población concentra el 42% de la riqueza. El 4% que sigue por debajo de la pirámide social, visto desde arriba tiene el 27% de la riqueza. El contraste es brutal: mirada desde debajo de la pirámide social, el 80% es dueño del 7%. El 15% que queda en el medio tiene el 33 por ciento. En los últimos 20 años –desde la implosión de la Unión Soviética y la entronización de Estados Unidos como la única potencia los ingresos en promedio de los más altos ejecutivos de las multinacionales crecieron un 300 por ciento. En el mismo lapso, los salarios crecieron el 4,3 por ciento.

¿QUIÉN OCUPA WALL STREET?

En menos de dos semanas, la Convención Republicana va a proclamar la fórmula que pretende consolidar los inframundos dentro mismo de Estados Unidos. Barack Obama, que hace cuatro años condensaba en su sonrisa el color de la esperanza, hoy está lejos de representar el cambio. El aliciente más fuerte que tuvo fue el apoyo del Tribunal Supremo a la reforma sanitaria que brinda asistencia a nada menos que 30 millones de habitantes de ese país que no tenían seguro médico. Sin embargo, Obama no puede disfrazar que la desocupación está en más del 8%, el doble de la que había cuando llegaba por primera vez a la Casa Blanca. En aquel momento, sus actos de campaña contaban con figuras populares como Matt Damon, Robert De Niro y Madonna. Ahora Obama ve cómo las figuras belicistas de Hollywood se suman a las filas de Romney. No sólo Sylvester Stallone o Chuck Norris, figuras rústicas, sino el mismísimo Clint Eastwood se mostró días pasados junto a la flamante fórmula ultraconservadora. El actual presidente buscó el apoyo del Congreso para dar fondos a los productores agropecuarios para paliar la prolongada sequía que los afecta, pero hace una semana que los congresistas entraron en el receso veraniego, sin darle un instrumento de auxilio para ese tradicional y poderoso sector de la clase media norteamericana. Es decir, ni republicanos ni demócratas votaron partidas de auxilio, en medio del clima electoral y en medio del calor fuerte del verano. Obama cruza los dedos y espera que las grandes figuras que ganaron el oro en básquet lo acompañen en un partido a beneficio: será el próximo 22 en Nueva York, y contará con viejas glorias como Michael Jordan y actuales como Carmelo Anthony.

Las luces de los ingeniosos del márketing lo acompañan no sólo en tirar a la canasta sino que el actual presidente no abandona la función de amo mundial. En efecto, todas las semanas monitorea la situación de las múltiples zonas de conflicto, especialmente la situación en Medio Oriente, Siria e Irán. En especial, la administración demócrata sigue con atención el acercamiento de los republicanos al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, quien es partidario de una confrontación abierta con Irán. Cabe recordar que hace dos semanas, como parte de la campaña, Romney y Netanyahu compartieron una rueda de prensa en Jerusalén. Allí, abiertamente abogaron por una intervención en Irán. Para seducir a la poderosa comunidad judía norteamericana y para consolidar el voto belicoso de una parte de los empobrecidos norteamericanos volcados al militarismo, bregaron por detener el programa de energía nuclear de Irán. Como la reciente visita de los directivos de la Agencia Internacional de Energía Atómica a Teherán relativizó las sospechas de que ese programa encubre la fabricación de armas nucleares, Romney, al lado del primer ministro de Israel, dijo: "Tenemos que ser honestos y decir que todas las sanciones y la diplomacia hasta ahora no han hecho retroceder un ápice el programa iraní." No faltan analistas que ven ataques israelíes a Irán como escenario posible antes del 6 de noviembre. También es preciso observar que el mismo Barack Obama dio carta libre a la CIA para intervenir en el conflicto armado que se desarrolla en Siria y que tiene por un lado al feroz Bashar al Assad y del otro a mercenarios llegados de todas las latitudes para sumarse al llamado Ejército Sirio Libre.

AMÉRICA LATINA.

Las encrucijadas que plantean los comicios en Estados Unidos no pueden ser ajenas a la lectura del futuro del continente. Es cierto que la mayoría de las encuestas indican que las posibilidades de Obama son, al menos hasta hoy, mayores que las de Romney. Pero las señales del actual presidente y aspirante a repetir cuatro años más no son demasiado alentadoras. En primer lugar, porque fue el mismo Obama en la cumbre de presidentes de Cartagena a mediados de abril el que abogó por una inyección de esperanza a los tratados de libre comercio país por país. Sin la pretensión de George Bush en 2004 en Mar del Plata –cuando Néstor Kirchner y buena parte de los presidentes del sur del Río Bravo le dieron la espalda al ALCA–, Obama se reunió con varios mandatarios, empezando por el local Juan Manuel Santos, para poner en marcha acuerdos para liberalizar comercio y, sobre todo, para que países con industrias más débiles bajen sus aranceles y favorezcan la importación norteamericana. En segundo lugar porque no es la Casa Blanca la que suele delinear las políticas hacia el sur de América. Son el Departamento de Estado, cuando se trata de asuntos comerciales o institucionales, y el Pentágono o la CIA, cuando los asuntos refieren al dominio liso y llano. Y así como los halcones aprovechan estos períodos electorales para atizar fantasmas bélicos queda claro que no existen demócratas o progresistas con poder político en Estados Unidos que pretendan dar fin al sistema interamericano de la OEA y del BID, que miran desde Washington y piensan las políticas alineadas con los intereses empresarios norteamericanos. Es decir, los múltiples alineamientos regionales –al estilo de Unasur y Mercosur– deberían pensarse como una etapa terminada. Desendeudados y en un proceso de crecimiento económico y de diversificación comercial, las naciones latinoamericanas pueden aspirar a consolidarse políticamente como unidad regional y rediscutir sus acuerdos –y desacuerdos– con el país más poderoso y el más desigual de la Tierra.

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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