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martes, 9 de octubre de 2012

Balance y perspectiva económica : Un cambio de pantalla

Escrito por Enrique Mario Martinez

La vida de una sociedad, si es de la complejidad de la argentina, puede nutrirse de anécdotas cotidianas con tanta densidad, que podríamos transitar toda nuestra vida discurriendo sobre lo que sucedió pocos días o pocas horas antes, o sobre las sensaciones personales o del barrio, sin detenernos nunca a pensar en las cuestiones estructurales. Podríamos hacerlo. En realidad, lo hacemos la mayor parte del tiempo. El punto es que a medida que pasan los años, fundamos nuestra mirada más y más en los prejuicios que van llenando nuestra mochila, ya que no disponemos de marcos sólidos para el análisis.

En tales escenarios de baja racionalidad y baja capacidad de interpretar los fenómenos, aparecen “los que saben”, los que nos dicen cómo hacerlo. Los medios de comunicación instalan los títulos y construyen las relaciones causa efecto; hay personajes con títulos que otorgan prestigio o con capacidad de comunicación fluida, que toman la batuta. Los demás tomamos las conclusiones por buenas, sin siquiera intentar entender la lógica del discurso, con lo cual en definitiva sumamos más prejuicios.

Y la vida va.

Este documento, como varios otros previos de esta hoja, busca ayudar a construir relaciones causa efecto sobre nuestros temas centrales, fundadas de modo tal que la cadena lógica completa pueda ser asumida por el lector y no solo las conclusiones. Este resultado es el que da verdadera autonomía a un compañero y es totalmente distinto de la bajada de línea o de la soberbia confrontación con axiomas o prejuicio contra prejuicio.

Veamos como nos va en el intento.

Balance económico y social del kirchnerismo
Las metas y los instrumentos

El proyecto iniciado en2003 ha logrado consolidar una hegemonía electoral indiscutible cuando superó el 50% de los votos en la elección de Cristina Kirchner para un segundo período.
Enfrente no solo hay un conglomerado casi imposible de agrupar para futuras confrontaciones, sino que cada espacio está bloqueado para definir públicamente sus propuestas, porque sus reflejos serían asociados rápidamente por las mayorías con algo que ya fracaso en los pasados 30 años. Mientras piensan como resolver esa ecuación imposible y se limitan a trabajar sobre los defectos reales o supuestos del oficialismo, creo que el kirchnerismo tiene la posibilidad y la obligación de pensar el futuro argentino y tratar de concretarlo. Solo sus errores podrían anular ese camino político y es por eso que resulta doblemente importante entender donde estamos.

Las metas políticas de 2003 podrían resumirse en:

. Mejorar la calidad de vida del conjunto de la población, permitiendo a todos – aún los más humildes – acceder a niveles de consumo decentes.

. Eliminar la dependencia de las finanzas internacionales, que habían sido dueñas del país en la década del ´90 y se habían llevado puesto al gobierno de la Alianza.

Los instrumentos utilizados para conseguir eso fueron muchos, pero sin riesgo de simplificar en exceso pueden ser agrupados en tres categorías, incluso señaladas reiteradamente en el discurso oficial:

1 – Recuperación del salario real de los trabajadores formales y por arrastre de los informales, a través de aumentar el salario mínimo y estimular paritarias sistemáticas y libres.

2 – Atención del consumo de los sectores más desprotegidos a través de subsidios a los ingresos, a los servicios públicos y planes de vivienda social, atendidos con fondos presupuestarios genuinos, lo cual implica contar con superávit fiscal.

3 – Cancelación de la relación con el FMI y pago sistemático de las obligaciones externas de capital e intereses, sin refinanciar, lo cual implica contar con superávit externo, en la cuenta de divisas del país.
El resto de lo que tiene que ver con la economía argentina ha sido consecuencia directa de estos tres paquetes o se deduce como paso necesario a partir de ellos. Hasta el crecimiento del PBI es un hecho derivado, como muestran los economistas que asignan una responsabilidad central en ello al aumento del consumo interno.

Los resultados
En las tres metas planteadas se alcanzaron resultados positivos importantes.

El salario real mejoró 10% respecto de los valores de 2001, siendo la primera vez en 50 años que se recupera un salario real que es al menos algo superior a los valores anteriores a una mega devaluación. Sin embargo, es aún solo el 66% del valor de 1974 (Ver: Inflación: ese tema tan trillado ).

Se creó un verdadero estado de bienestar, que abarca hoy a los mayores de 65 años sin suficientes aportes jubilatorios; los hijos de desocupados o de trabajadores informales, aún antes de nacer; el costo del transporte popular y de la energía domiciliaria; centenares de miles de viviendas sociales; el aumento inicial y luego la movilidad de los haberes de jubilados; planes de prevención sanitaria; infraestructura educativa, sanitaria y social por todo el país. Insuficiente para la brecha pendiente, pero un avance descomunal respecto de la situación anterior.

Además de cancelar las obligaciones con el FMI, la deuda pública externa se redujo en valor absoluto de manera tan relevante que de continuar con el programa de cancelaciones, podría llegarse en pocos años a deuda nula.

Se puede afirmar en un balance – en cualquier balance – que las metas perseguidas se alcanzaron en proporción relevante en todos los casos.
Por lo tanto, una forma de reformular tales metas, puede resumirse diciendo que lo pendiente es cuantitativo, no cualitativo. Esto es: más salario real; menos pobreza; mejores compensaciones para los menos favorecidos; terminar con la deuda externa pública. Este intento de inercia es legítimo. No incursiona en análisis estructurales, pero se guía por resultados. Y por resultados simples y directos: Aumentar lo ya conseguido.

Dos preguntas son pertinentes: ¿Será tan fácil/posible como hasta ahora? ¿Será suficiente?

Los problemas

Para ser coherentes con todo lo dicho hasta aquí, ordenaré los problemas remitiéndolos a las metas planteadas, no a pretendidas alternativas de pura construcción teórica. Sobre el camino que se está recorriendo, no sobre sueño alguno, por interesante que parezca.

1 – Cada vez se hace más difícil mejorar el poder adquisitivo del salario o de las compensaciones del estado de bienestar. La concentración empresaria en la producción de insumos difundidos y sobre todo en la producción, distribución y comercialización de bienes elementales para el consumo popular, hace que los aumentos de salarios, cualquiera sea su dimensión, sean en la práctica apropiados por un puñado de grandes corporaciones, mediante la inflación. Como en todo proceso inflacionario, por supuesto, la pauta fijada por los principales formadores de precios se disemina por toda la economía, abarcando hasta el peluquero o el pizzero.

2 – Los recursos presupuestarios no alcanzan para mantener la actualización de los distintos subsidios sociales y a la vez sostener la dinámica de la inversión pública. Menos alcanzan para expandir el estado de bienestar. En concreto desde 2009 el superávit fiscal se anuló o se hizo déficit. Esto sucede a pesar del notable aumento en la eficiencia de recaudación de impuestos y del hecho que la proporción entre Impuestos y PBI es la mayor de mucho tiempo.

3 – Se puede producir la situación paradojal para la conciencia colectiva argentina, en la cual el país no tenga deuda externa pública, no tenga déficit de comercio exterior sino superávit y aún así tenga problemas de balanza de pagos. Eso, por el peso que en ella tenga el giro de utilidades de las filiales de corporaciones tras nacionales, sumado a importaciones industriales exacerbadas porque los bienes de consumo durables se producen en plantas de ensamblado con muy alta proporción de componentes importados. Está claro que un anticipo de esto es la decisión de controlar con nuevo rigor el uso de divisas, confrontando con la cultura bimonetaria que tiene 50 años de vigencia en el país. Mas allá de las deficiencias de administración de la decisión, se trata de una pauta correcta, que seguramente llega con demora al menú oficial.
Los tres flancos débiles son estructurales y más allá de los análisis de cifras macro a que son tan adictos los economistas, parece claro que no se resuelven acelerando el crecimiento del PBI, apelando a la espontaneidad del mercado. Por el contrario, dos de ellos pueden agravarse y solo podría mejorar la disponibilidad relativa de recursos fiscales, con el muy dudoso resultado, en este último caso, de permitir sumar dinero a los bolsillos de millones de compatriotas, que están presos de un sistema de provisión de bienes muy poderoso, que se quedará con toda diferencia.

Lo que se pretende mostrar es que los instrumentos utilizados hasta el momento, han comenzado a perder eficacia – por momentos toda eficacia – frente a tres problemas estructurales:

a) La concentración en la oferta de bienes clave, que impide recuperar ingresos populares por la sola expansión de salarios, ya que motoriza la inflación.

b) La muy importante extranjerización del aparato productivo, que pone presión en la balanza de pagos, por el giro de utilidades y la importación de insumos de la cadena de valor.

c) Hay un tercer componente, derivado del anterior, pero que amerita ser analizado independientemente porque pasa desapercibido a pesar de su gran importancia. Las empresas extranjeras prácticamente no realizan investigación ni desarrollo en el país y además – como se dijo – derivan al exterior compras de componentes de alta tecnología, que suelen ser los de mayor rentabilidad o, como en la minería, exportan apenas bienes primarios. Esto frena el aumento de productividad física de la economía, ya que se pierden los segmentos más productivos y limita tanto los salarios medios como la capacidad de recaudar impuestos. Aunque no se asocian los dos hechos, esta estructura limita la expansión del estado de bienestar.
Las soluciones. El cambio de pantalla

Manteniendo las metas de 2003, parece que es necesario apelar a dos instrumentos nuevos: Desconcentrar la oferta de bienes y aumentar la participación de inteligencia nacional en la producción, con el simultáneo aumento de la productividad física de la economía.

Esto no se consigue con acciones estándar, al alcance de la administración pública tal como funciona desde 1983, limitándose a cambiar algunas leyes o algunas directivas. Se necesita, a mi criterio, un grado de participación popular superlativamente mayor al histórico y que de ninguna manera se limite a lo que se considera la “militancia política” conocida.
Un pequeño listado de algunas de las acciones necesarias, fundamenta una afirmación algo fuerte, como la que se acaba de hacer.

A – La desconcentración regional de la producción de alimentos, indumentaria y elementos para la construcción, es posible a partir de promover la producción para el consumo local y provincial, en todas las provincias de menor desarrollo relativo y en todas las regiones pobres de las provincias más ricas. Pero la forma de promoción no pasa por una línea de crédito y dejar que el mercado decida. Hay que construir un tejido productivo con aporte tecnológico público y con actores estatales o privados o mixtos, que exige una calificación de los cuadros técnicos del Estado mucho más sólida que la actual.

B – La desconcentración industrial en general implica apoyar a más de 300000 pyme, con tecnología y con crédito accesible. Para que eso vaya más allá del discurso, hay que sacarse de encima las normas de Basilea, que llevan a los bancos a prestar solo a quienes ya tienen dinero y crear de verdad un banco de fomento, que puede surgir del actual BICE y ni que decir del imprescindible Banco del Sur, insólitamente demorado.

C - Hay que diseminar los mercados populares, de encuentro directo entre la producción y el consumo. Esto se hace con participación popular pautada dentro de reglas precisas, no con una burocracia que habilite un par de puestos de venta y lo difunda por televisión.

D – El reemplazo progresivo de capital extranjero por capital nacional tiene dos etapas progresivas:

. Modificación de la legislación sobre inversiones extranjeras y sus colaterales, como la ley minera. Estas normas deben obligar a administrar un destino nacional para la gran mayoría de sus utilidades y además deben establecer criterios para los segmentos de producción nacional de las cadenas de valor que controlen.

. Construcción de nuevos actores productivos nacionales, con capacidad tecnológica y de gestión del mejor nivel. Esto es condición necesaria, ya se ha escrito algo en esta hoja web, pero falta profundizar mucho más el tema, porque se requieren muchos más instrumentos que los hasta ahora usados.

Podría seguir, pero este documento no pretende ser un plan de gobierno.

Solo quiere señalar:

. Las metas planteadas en 2003 son valiosas y resulta de baja utilidad pasar a la sutileza de diseccionarlas para cuestionarlas parcialmente.

. En este momento hay señales conceptuales que indican que es cada vez más difícil cumplir con esas metas, por obstáculos estructurales que no fueron determinantes en una etapa de recuperación, pero si lo son en un momento de consolidación.

. En consecuencia, hay que corregir o ampliar la gama de instrumentos.

. El punto a atender es que buena parte de los nuevos instrumentos son acciones estructurales, que llevan a modificar relaciones de poder.

Allí estamos: Si queremos ser coherentes con lo decidido en 2003, hay que ponerse el overol.
 

http://www.propuestasviables.com.ar/index.php/2012/10/07/balance-y-perspectiva-economica-un-cambio-de-pantalla/

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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