¿El 7 de diciembre será el parteaguas, o tan sólo un horizonte brumoso que se deshilachará sin más?
“No hay enemigo intelectual más temible que el que no tiene razón, salvo el que no la tiene pero cuenta con toda la moral social de su parte.” Juan José Saer
Por: Alejandro Horowicz
La atmósfera política se corta con cuchillo. La más ínfima de las expresiones públicas de la presidenta cobra inusitado espacio público. Todos opinan. Mirtha Legrand, Beatriz Sarlo, Pinky, Jorge Lanata. Una oración de Cristina Fernández gatilla cataratas de curiosos comentarios; comentarios que "interpretan" chicaneramente lo dicho, y convenientemente entresacados bajan desde la tapa de los diarios comerciales a la radio y la TV, para cobrar forma definitiva en las redes sociales. Una guerrilla mediática ha sido eficazmente instalada.
Aclaremos los tantos. No se trata de un debate sobre la verdad,
sino de lograr que la sospecha infecte todo. Una igualación bostiferante
hacia abajo; todos y todo son iguales: ladrones, corruptos, mentirosos.
Aun así, como esta es una guerrilla oligárquica, la corrupción y la
mentira que deben eliminarse son las de un solo bando. Por eso, una
foto de Guillermo Moreno, dentro de un ataúd con un disparo en la
cabeza, no pudo ser ignorada por nadie. En verdad, llamar "estrategia
política" a una fotografía trucada pareciera excesivo. Y sin embargo, si
el deseo de asesinar a un funcionario se volviera realidad, si
realmente fuera asesinado, no cabe ninguna duda de que un sector de la
sociedad aplaudiría hasta que le dolieran las manos, ante la
consternación de la mayoría.
La foto navega en sustitución del asesinato real. Tanto los
bombardeos de la Plaza de Mayo, como la política de desapariciones de la
dictadura burguesa terrorista del '76 fueron ejecutadas por
profesionales de la violencia. Nunca se trató de ninguna acción
espontánea, sino de los organismos de represión del Estado. Ese es el
punto, esta guerrilla oligárquica sustituye el golpe real; las fuerzas
armadas son incapaces de dar un golpe de Estado, y nadie lo ignora. Así
era en 2001 y así sigue siendo. Por eso, ningún uniformado habla. El
silencio militar remite a una lectura clave: las FF AA ya no son un
factor político.
Retomemos el piolín. Existe una percepción compartida: se avecinan
momentos decisivos. ¿El 7 de diciembre será el parteaguas, o tan sólo un
horizonte brumoso que se deshilachará sin más?
La sociedad argentina tolera muy mal el conflicto. La política del
terror sistemático, ejecutada en el pasado reciente, capturó la mirada y
la sensibilidad colectivas. Enfrentamiento equivale –desde esa
perspectiva– a derrota popular, y derrota popular, quién lo ignora, hace
temer que el terrible ciclo de captura, tortura, violación y asesinato
reviva. Entonces, para evitar la derrota popular, parecería preciso
obviar el enfrentamiento. Rendirse sin lucha, porque la lucha misma se
ve como imposible.
Ese es el pedido aterrado de un fragmento de la sociedad: basta de
conflicto. El otro fragmento hace circular fotos de Moreno para revivir,
restablecer, alimentar ese terror con cierto éxito. Hay un tercer
segmento, el que está pensando qué hacer.
La sociedad argentina perdió el hábito de procesar políticamente las diferencias, y por tanto no puede imaginar sino en términos de catástrofe un cambio en la relación de fuerzas mediáticas. Además, la idea de que los dueños de Clarín y La Nación pierdan el control de un orden construido a su medida, para que la política no sea ninguna otra cosa que la continuación de los negocios por otros medios, de sus negocios, armoniza con un horizonte global de sometimiento irrestricto al poder fáctico. En ninguna parte del mundo "civilizado" sucede otra cosa, por qué habría de suceder acá. A lo sumo las víctimas protestan y la policía, por ejemplo la española, reprime como acá se reprime a los pueblos originarios.
Si la sociedad argentina acepta que termine por no pasar nada, si
la frontera del 7 de diciembre sólo queda en un montoncito de palabras,
la estrategia habrá funcionado evitando el conflicto, pero sin ninguna
eficacia transformadora.
Conviene no equivocarse. Este no es un problema K o anti-K, si el 7
de diciembre quedara claro que las leyes del Congreso y la Corte
Suprema solamente rigen si Clarín y La Nación quieren, el poder estaría
en sus manos. Un poder de veto ejercido sin cortapisas nos recordaría
que el único interés legítimo es el del bloque de clases dominantes.
Dicho de un tirón, se trata de saber si Clarín y La Nación conservan en
sus manos el poder intacto, o si la sociedad argentina (los integrantes
del bloque popular) son capaces de recuperar la política como
instrumento de transformación. Si hemos clausurado mediante una victoria
popular la democracia de la derrota donde, votaras a quien votaras,
votabas lo mismo, o si la guerrilla mediática oligárquica termina siendo
a la postre suficiente. Es decir, la guerrilla intenta poner en
discusión quién manda.
PARADOJAS ARGENTINAS.
Toda la campaña oligárquica, en el sentido aristotélico del término, parte de una presuposición: no olviden que los políticos sólo se proponen enriquecerse a nuestra costa, si atacan a un monopolio es para construir otro más afín, para decirlo en los términos del '76: el "festín de los corruptos", ya que "gobiernan para sí mismos".
Toda la campaña oligárquica, en el sentido aristotélico del término, parte de una presuposición: no olviden que los políticos sólo se proponen enriquecerse a nuestra costa, si atacan a un monopolio es para construir otro más afín, para decirlo en los términos del '76: el "festín de los corruptos", ya que "gobiernan para sí mismos".
La eficacia del postulado es simple: la mayor parte de los
funcionarios del oficialismo fueron a su vez funcionarios de los
gobiernos anteriores. Y sus posturas de entonces no diferían demasiado
del menemismo clásico. Y como menemistas eran todos, justo ahora se les
ocurrió "cambiar". No será gatopardismo vulgar, que algo cambie para que
siga todo igual.
Sostuvo Mariano Grondona, impensable "pensador" K, en sus
conferencias del '92 sobre la corrupción: "En los países donde hay
estado de corrupción, en cambio, la investigación es entendida como
persecución. Desde el momento en que se da por supuesto que todos son
culpables de algo, desde el primer mandatario hasta el ciudadano que
evade los impuestos, cuando se investiga a una persona esta se pregunta,
con alguna razón: ¿por qué a mí?"
Ese es el punto. Cambiar la Suprema Corte menemista por otra de alta calidad jurídica y moral, fue la primera medida importante posterior a 2001. La significación de esa Corte se aquilató con la derogación, a pedido del Congreso, de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Es decir, restableció la relación entre los delitos y las penas, entre las palabras y las cosas, entre la política y la ley. Restableció la igualdad ante la ley, y por tanto la posibilidad misma de "la investigación". Ahora bien, paradójicamente, el gobierno K responsable de esta Corte reclutó en buena parte a sus funcionarios entre los profesionales de la política. Y, por tanto, no soporta él mismo el "nuevo" y exigente postulado: igualdad ante la ley, castigo para todos los delitos. No se trata de caer en el cinismo ("de dónde saldrían funcionarios mejores") sino de entender la intensidad de la derrota de los sectores populares. Los represores juzgados y condenados nunca fueron hasta hoy acusados de imponer la modalidad "botín de guerra". El "roban pero hacen" menemista no es más que la versión civil de ese postulado militar. Y ningún político relevante propuso una estrategia elemental contra la corrupción: devolver la plata, que los funcionarios corruptos tengan que pagar con sus bienes personales.
Fuente : Tiempo Argentino
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