El historiador señala el discurso
ambiguo del Gobierno hacia la clase media y advierte que las políticas
oficiales no generan apoyo incondicional entre los más pobres
Por
Raquel San Martin
| LA NACION
Pocos
países, como la Argentina, pueden mostrar a la vez una identidad de
clase media a la que quieren pertenecer los de arriba y los de abajo, y
un extendido discurso de desprecio hacia ella, que la critica por
consumista, insensible y hasta "golpista". Quizá por eso, en la
Argentina, el gobierno kirchnerista puede a la vez criticar a la clase
media por "destituyente" cuando llena las calles en protesta y tratar de
conquistarla con políticas progresistas.
Ese retrato de la ambigüedad argentina ayuda a construir el historiador Ezequiel Adamovsky, investigador del Conicet y autor de Historia de la clase media argentina (Planeta) y el segundo volumen de la Historia de las clases populares en la Argentina
(Sudamericana), dos ambiciosos retratos políticos y sociales que en
conjunto muestran muchas de las tensiones que vertebran al país y tratan
de desmitificar nociones de sentido común sobre quiénes y cómo somos.
Contra varias de esas ideas extendidas de sociología
rápida se expresa ahora Adamovsky en diálogo con la nacion, al discutir
que la clase media en bloque sea antikirchnerista -"Una porción muy
grande de esos sectores apoya al Gobierno"-, o que las clases bajas
tengan una adhesión completa al kirchnerismo: "El kirchnerismo tiene
allí un arraigo importante, pero desde el punto de vista emotivo o
sentimental no es el arraigo que ha tenido el peronismo en otras épocas,
es decir, puede dar lugar a enojo u oposición en la medida en que los
resultados no se sigan viendo", afirma.
-Cuando la Presidenta dice que los saqueos de hace
un mes en Bariloche, Rosario y el conurbano son una versión desmejorada
de los de 1989 y 2001, ¿qué te parece mirando aquellos escenarios?-Según la información que hay hasta ahora, y viendo la
serie que se abre en 1989, se puede decir que los saqueos se
convirtieron en un elemento más del repertorio de formas de lucha de los
sectores populares, que se utiliza de manera más visible en 1989 y en
2001 como reacción defensiva ante no tener qué comer, pero que también
ya en 2001 se usó como amenaza, como forma de presión. Los saqueos han
pasado a ser una de las formas posibles de acción de los sectores
populares. En ese sentido, no necesariamente una situación de hambre
como en 1989 o 2001 va a disparar un saqueo, sino que también pueden ser
utilizados para reclamar mejoras no tan inmediatas. -La crisis de 2001 se señala frecuentemente como un
momento de encuentro entre las demandas de sectores populares y sectores
medios. ¿Qué pasó con esa vinculación después de 2001?-Hay un discurso que acepta tanto el Gobierno como la
oposición, y que no me parece que describa bien la realidad, que dice
que se acabó ese horizonte de reencuentro político entre clase media y
sectores populares. Creo que, políticamente hablando, todavía estamos en
el escenario que abrió la rebelión de 2001. Miro esto con ojos de
historiador, miro los largos plazos, y creo que 2001 va a marcar el
escenario político de maneras subterráneas y menos visibles por bastante
tiempo más.
-La crisis política de la que fue parte 2001 en verdad
todavía no se cerró. Esa crisis generó un cimbronazo que obligó a
realineamientos políticos que no están claramente solidificados. No está
claro, por ejemplo, si el peronismo se va a cristalizar en lo que el
Gobierno aspira a que sea o si va a ser lo que otras partes del
peronismo quieren que sea. Puede haber efectos inesperados de lo que fue
2001. -Es un ciclo todavía abierto. -Sí, y parte de ese carácter abierto es que el tipo de
solidaridades políticas entre sectores medios y bajos, a pesar de que
hoy parece todo lo contrario, siguen estando allí. Parece lo contrario
porque hay una tendencia rápida a decir que la clase media salió con las
cacerolas y la clase baja está con el Gobierno, pero ninguna de esas
dos cosas son realmente así o agotan el escenario. La que salió en los
cacerolazos no es "la" clase media, es en todo caso una parte de los
sectores medios, pero hay otra parte que está apoyando al Gobierno y es
muy numerosa. En las clases bajas el kirchnerismo tiene un arraigo
importante, pero desde el punto de vista emotivo o sentimental no es el
arraigo que ha tenido el peronismo en otras épocas, es decir, puede dar
lugar a enojo u oposición en la medida en que los resultados no se sigan
viendo. Por otro lado, desde los 90 hay un montón de fuerzas políticas
que no son kirchneristas, y que tienen implantación en los sectores
populares. Son muy minoritarias, pero existen. El peronismo no tiene el
monopolio de la representación popular, como lo tuvo 40 años atrás. -¿Qué tenía el peronismo que logró ese monopolio?-Ese monopolio de la representación popular tiene que
ver con la experiencia concreta del período que se abre en el 45,
continuada por una especie de revancha social que implica la
proscripción del peronismo durante muchos años, y como reacción a eso,
una tozuda reivindicación de la herencia peronista por parte de las
clases populares como modo de defensa. Ese escenario se rompe en los
años 90 cuando el peronismo pasa a significar una cosa totalmente
distinta. De la mano del peronismo empiezan a ingresar por primera vez
las medidas que propone la elite. El peronismo sigue siendo hoy la
identidad principal de las clases populares, pero cambió el sentido de
lo que significa ser peronista en esos sectores.
-El peronismo como identidad siempre tuvo un fuerte
componente plebeyo, iconoclasta, de rebelión contra el poderoso y, al
mismo tiempo, ya desde la época de Perón contenía el sentido de ser un
movimiento que ayuda a los pobres. Antes de los 90, el componente de
oposición al poderoso era más fuerte, y el componente asistencialista
era complementario. En los 90 cambió esa relación: el componente de
oposición desapareció o se hizo menos visible y lo central de la
identidad peronista pasó a ser la ayuda a los pobres, sin buscar en el
mundo de los ricos a los responsables de esa pobreza. Hoy desde los
discursos públicos vuelve a estar planteado el antagonismo, pero habría
que ver cómo se recibe en los sectores populares.
-¿Qué relación tiene el kirchnerismo con las clases populares? -Hay intervenciones que han tratado de revertir algunos
de los peores efectos de los años 90, y en algunos campos hay logros
reales en ese sentido, como una mejora sustancial en la distribución del
ingreso y en algunos indicadores de bienestar social. Me da la
impresión de que esas mejoras han sido desigualmente aprovechadas: los
trabajadores en blanco están claramente mucho mejor que los en negro,
que siguen siendo muchos. Hay un horizonte más diferenciado que en los
90, con grupos que están visiblemente mejor, y otros donde me da la
impresión de que no hay diferencias tan evidentes.
-Decís que toda la Argentina está atravesada por una identidad de clase media. ¿Por qué? -Una aclaración antes: no creo que la clase media sea
una clase, que exista como tal. Cuando hablo de identidad de clase media
me refiero a una serie de elementos identitarios muy variados, de
estatus económico, culturales, raciales, la asociación con determinada
forma de concebir la Argentina. No todas las personas que se identifican
como de clase media comparten la totalidad de esos elementos. Es una
identidad muy expansiva: hoy todas las encuestas de autopercepción
marcan que hay una porción enorme de la población que se identifica como
clase media, mucho mayor que lo que un sociólogo determinaría con
criterios objetivos. La Argentina está atravesada por una identidad de
clase media porque muchos de los criterios de aceptabilidad, normalidad y
decencia están asociados a ser de clase media y no hay en este momento
otra identidad capaz de disputar esos sentidos. La identidad
trabajadora, durante mucho tiempo, tuvo una fuerza que podía disputar
quién es el verdaderamente normal y decente en la sociedad. -¿En qué momento se dio eso?
-Hasta el inicio de la última dictadura había un
movimiento social, político y cultural poderosísimo que situaba al
trabajador como la esperanza de la nación. La dictadura destruyó ese
movimiento y además se abrió un escenario internacional con la caída de
la URSS, que marcó un alejamiento respecto de ese tipo de formas de ver
el futuro. Ése es el momento en el que decisivamente la identidad de
clase media creció a expensas del orgullo trabajador, de clase baja. Es
difícil que eso se revierta, más allá de los cambios más recientes, en
la medida en que las identidades de las personas ya cada vez menos pasan
por el trabajo como nudo de la identidad personal. -Se critica desde el Gobierno a la clase media por haberse pasado "a la derecha", sobre todo en la ciudad con el voto a Macri.-Me parece que no es representativo de lo que está
pasando con las personas concretas de sectores medios, en los que hay
una porción muy grande que apoya al Gobierno. En el análisis del voto se
ve que el kirchnerismo arrastra votos de sectores medios. Es cierto que
en el escenario de polarización que se abrió, el antikirchnerismo
arraiga mayormente entre grupos que no son de clase baja, pero eso no es
lo mismo que decir que la clase media en bloque se derechizó o apoya a
la oposición. -De todos modos, históricamente hay una mirada peyorativa hacia la clase media.-Ésta es una característica muy peculiar de la
Argentina, que no existe con esa intensidad en otros países de la
región. Es algo que viene de la década del 50, con el derrocamiento de
Perón, cuando ese discurso describía algo cercano a la realidad, porque
el corte de clase entre quien apoyaba y quien estaba en contra de Perón
era bastante nítido. Pero fuera de ese contexto es una generalización
abusiva. En la Argentina ese discurso de desprecio a la clase media
tiene una potencia enorme. Dudo que exista otro país en el que un
presidente que aspira a mantenerse en el cargo y eventualmente a ser
reelecto pueda manifestarse públicamente en contra de la clase media.
Que en la Argentina haya políticos que pueden hacer eso no indica tanto
una falta de visión de los políticos como que en la clase media hay
mucha gente que comparte ese discurso. Entre ese público, esas
afirmaciones no hacen perder votos, sino probablemente lo contrario. -Néstor Kirchner tuvo una actitud distinta hacia la clase media.-Sí, en sus discursos de campaña en 2003 y en los
primeros años de su presidencia tuvo una cantidad innumerable de
manifestaciones positivas sobre la clase media. Eso se revirtió luego
con ambivalencias. Por un lado, desde 2008 reapareció ese discurso de
denigración de la clase media, a partir del conflicto con las entidades
rurales, pero desde entonces convive en el Gobierno con un discurso
elogioso. Es un discurso ambivalente sobre la clase media.
-Señalaste que, a pesar de esta identidad de clase
media que atraviesa el país, no ha habido partidos políticos o
sindicatos que se hayan presentado públicamente como representantes de
la clase media. ¿Por qué?-No tiene por qué ser así, para empezar. En la
Argentina eso no sucedió por dos razones. Desde comienzos del siglo XX
hay una identidad política popular muy poderosa, según la cual lo
políticamente progresivo y democrático pasa por estar en asociación con
lo popular, entendido como lo de condición social baja, con lo cual
cualquier indicación pública de que uno está con otro grupo social corre
el riesgo de ser leída como que uno no está con la clase baja, y eso
hace perder votos en la Argentina. Otro motivo es la sospecha de que,
como la clase media está asociada al antiperonismo desde los 50,
invocarla públicamente ofende inmediatamente a los votantes peronistas.
Por eso los que más cómodos estuvieron con convocar públicamente a la
clase media y ocuparse de ella han sido peronistas, porque son los
únicos que no necesitan demostrar su cercanía con los sectores
populares. -¿Qué pensás del uso del pasado que hace el kirchnerismo? - No hay país donde no se utilice el pasado con fines
políticos; no hay nada malo en eso, es parte de la construcción de la
memoria colectiva. Pero el kirchnerismo reflotó un debate en los
términos en que se planteaba hace cuarenta años. Sin dudas el
liberalismo sigue ocupando un lugar dominante en la academia, pero hoy
también hay otras miradas que el revisionismo oficial ignora. Por otra
parte, el recorte binario que el viejo revisionismo proponía formaba
parte de visiones políticas antiimperialistas, incluso socialistas. El
uso actual parece más bien instrumental. Los antagonismos que el
revisionismo invita a imaginar en el pasado no tienen correlato en
combates igualmente profundos en el presente..
5 comentarios:
"desde los 90 hay un montón de fuerzas políticas que no son kirchneristas, y que tienen implantación en los sectores populares. Son muy minoritarias, pero existen"
Esto es un chiste? aparte de no significar nada, a que apunta? En todo caso en el gobierno peronista también existían, más que nada siendo afines al comunismo.
Me parece Daniel que se hace referencia a todos los movimientos sociales que salierona representar a los sectores populares dejados en banda por el peronismo menemista
Los MTD , Barrios de Pie , Frente Dario Santillan , MTL , etc etc , son claramente sectores populares que no se identifican con el kirchnerismo y se plantean como izquierda independiente algunos otros han tranzado con el kirchnerismo pero siempre desde posiciones independientes
Pero el mismo las invalida al decir que son muy minoritarias.
Es que hoy hay una polaridad tanmarcada que hace dificil los grises y eso dificulta cualquier posicion de minima independencia . El punto es que hay sectores que no son ni K ni antik y hoy carecen de representacion politica . Para mi cada dia siento mas razon en el termino anomalia que utilizara Forster para describir al kirchnerismo . En realidad la crisis de 2001 sigue abierta no hay ordenamiento idfeologico claro y tampoco parece convcenirle al kirchnerismo llegar a un sistema de partidos porque afectaria su esencia como catalizador de demandas mas cercano a lo que se denomina populismos
Por eso tambien Macri es el enemigo ideal para el kirchnerismo porque le garantiza la ideologizacion de la eleccion , ahora disputar con Scioli o Massa se le complica mas por la ambiguedad de sus definiciones politicas propias
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