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sábado, 2 de marzo de 2013

EL BALANCE DE 10 AÑOS

Escrito por Enrique Mario Martinez en Notas de E.M. Martínez

EL BALANCE DE 10 AÑOS

Un discurso de casi 4 horas de una personalidad política de la relevancia de Cristina Kirchner, donde la lectura se limitó a cantidades o a citas textuales pertinentes, que buscó hacer un balance de 10 años de gestión de un proyecto coherente, suministra a un analista dedicado una enorme cantidad de material para caracterizar el proyecto político actual y su futuro.

Trataré de ser ese analista.

La exposición no siguió una secuencia docente clásica, en que quien explica dice lo que quiso hacer y luego demuestra que lo hizo o explica lo que le falta y por qué.
En lugar de eso, se dio por descontado que los objetivos se conocen – y que en gran medida los ciudadanos los comparten – y se pasó a describir los logros. Eso llevó a describir la enorme nómina de logros cuantitativos que se han alcanzado desde 2003, en los más diversos ámbitos.
Crecimiento económico, cantidad de jubilados, escuelas, acciones sanitarias. Una larga, muy larga lista de resultados de los que el gobierno está orgulloso y es enteramente legítimo que así sea.

Los datos presentados son correctos y solo son cuestionables algunas evaluaciones puntuales de ellos, como, por ejemplo:

. Se reiteró el error de decir que un aparato complejo como un equipo de aire acondicionado o un tractor son nacionales, cuando son simplemente ensamblados de componentes importados.

. Se intentó marcar la desproporción entre 60.000 policías en la provincia de Buenos Aires contra 100.000 en todo el resto del país, cuando esa es casi la proporción de habitantes en uno y otro espacio.
Puede haber algunos detalles más. Seguramente los hay. Sin embargo, me animo a señalar que cualquier otro dirigente político argentino hubiera al menos decuplicado las imprecisiones o errores de Cristina.
Definitivamente, no hay gobierno desde 1983 que pueda exhibir tal cantidad de efectos populares positivos y/o valorables desde la lógica de gestión estándar de la democracia occidental.
A pesar de esto, queda irremediablemente a la vista la debilidad de esa falta del marco conceptual explícito, a la cual la información cuantitativa no puede reemplazar.

Por al menos dos razones centrales:

a) Una primera, muy básica. Al negar la inflación y suministrar la variación de valores nominales para todas las variables económicas, se hace imposible verificar si la variación presentada es positiva, mediocre o aún negativa. Esto no sucede solo por la manipulación del índice de inflación desde 2007, lo cual a esta altura es totalmente asumido. También sucede porque conceptualmente se fuga hacia adelante pensando en términos nominales, cuando el único escenario solvente es en términos reales, esto es: deflacionando los valores hasta un año base que sirve de comparación.
Si eso se hiciera, gran parte de los parámetros soportarían bien “el baño de realismo”, pero otros no y eso obligaría a la discusión conceptual de las facetas a mejorar, que es lo parece querer evitarse.

b) Si no hay un marco conceptual hay que actuar como un detective buscando las variables que no se mencionan, por simple omisión o porque no se las considera importantes aunque lo son o porque su evolución no es favorable. Eso sucedió en el balance con la evolución del salario real; con los efectos positivos o negativos de la inversión extranjera; con las asimetrías de desarrollo regional; con la concentración de la oferta en sectores cruciales y sus consecuencias sobre el bienestar general.

La ausencia total de referencia a esos conceptos, tanto en este balance como en casi todos los discursos estructurales anteriores de la Presidenta, definen por omisión una lógica de crecimiento y justicia social, que subordina la segunda al primero; que sugiere que con crecimiento permanente la justicia social es una cuestión de ajuste menor y de asistencia a los más humildes. A ese escenario nos debemos remitir si queremos poner todas las cifras presentadas en un mismo tablero.

En definitiva: Hay que hacer más de lo mismo que hemos hecho, afinando la mira aquí y allá, para que las crisis externas o los reclamos de acreedores antiguos nos embromen lo menos posible.
Coherente con eso, el principal proyecto en el futuro inmediato pasa por conseguir una mejor administración de justicia. Mejor administración en un contexto conceptual que es el de un país “normal”, con las asimetrías de poder heredadas, que se repiten en todo el mundo occidental. La única intervención en ese espacio de distribución de poder resulta ser el debilitamiento del sindicalismo, que queda totalmente fuera del discurso de balance, lo cual seguramente hace más ardua la búsqueda de la justicia social.
El tema da para mucho más. El panorama es bifronte. Un proyecto con su conductor original desaparecido de una manera abrupta e históricamente muy desafortunada para los argentinos; su compañera sucesora en el compromiso y en la gestión que tiene mucho, pero mucho más para exhibir como éxito que cualquier antecesor desde hace medio siglo. Frente a eso – o dentro de eso, como se quiera y pueda ver – la falta de definición de las debilidades estructurales del país, que impide tener una mirada estratégica para resolverlas. Más peligroso que eso, hace que corramos el riesgo de confundir nuestras debilidades pensando que son circunstanciales, cuando pueden ser restricciones duras derivadas de asimetrías de poder internas e internacionales a las que no valoramos debidamente.
Emm/1.3.2013

Fuente: http://www.propuestasviables.com.ar/index.php/2013/03/01/el-balance-de-10-anos/

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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