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martes, 12 de marzo de 2013

El eje Venezuela-Irán o el eje de las potencias

Petróleo y Soberanía

Los vínculos entre Irán y Venezuela siguen siendo uno de los grandes dolores de cabeza del Departamento de Estado norteamericano.

Por: Eduardo Anguita

La muerte de Hugo Chávez abre un abanico de interrogantes acerca de cuáles serán las políticas de Estados Unidos hacia Venezuela en particular y sobre dos ejes que inquietan a Washington: uno es la creciente identidad latinoamericana y el acercamiento de los gobiernos del continente; el otro tiene que ver con la sombra de la Organización de Países Petroleros que cuatro décadas atrás jaqueó la economía de Europa y del propio Estados Unidos al no proveerlos de petróleo primero y al producir un aumento del precio del barril de crudo que les permitió acumular un poderío financiero importante. 

En este aspecto, los vínculos entre Irán y Venezuela fueron –y siguen siendo– uno de los grandes dolores de cabeza del Departamento de Estado norteamericano y que provoca una catarata de mentiras acerca de ambas naciones sólo destinadas a someter a esos dos grandes productores de petróleo. En efecto, la cálida despedida del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad sobre el féretro de Chávez fue interpretada de las más desagradables maneras por los analistas al servicio del neoliberalismo. 

Quieren ocultar las razones históricas.



Hasta la asunción de Chávez en 1999, Venezuela era cautiva de las petroleras norteamericanas y obediente a los mandatos del FMI y del Departamento de Estado. Había sido la principal fuente de provisión de petróleo externo para los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y lo siguió siendo durante décadas. Aunque hoy Venezuela exporta oro negro hacia el norte, el escenario cambió drásticamente: la nacionalización de Petróleos de Venezuela después del golpe de Estado (PDVSA) en 2002 y la constante inversión en refinerías permitieron un salto en la Revolución Bolivariana. A partir de allí, la renta petrolera sirvió para iniciar una lenta y dificultosa diversificación de la matriz productiva así como para consolidar los lazos políticos, financieros y comerciales "mirando el Sur" (como solía definir Chávez) y redistribuir la riqueza a favor de los sectores populares que hoy cuentan con una educación que sustenta la movilidad social de los trabajadores y campesinos. La Argentina, a través de Néstor y Cristina Kirchner, fue testigo y protagonista de estos cambios, logrando lo que indican los cánones de la integración: beneficios simétricos y complementarios.


IRÁN. 

El caso de Irán es menos conocido por los argentinos y por eso es bueno refrescarlo: porque se trata de un caso de dominación imperialista sin maquillaje. Por su cercanía con la ex Unión Soviética, tras la Segunda Guerra, se intensificaron los movimientos nacionalistas que intentaron terminar con un Irán proveedor de petróleo a Gran Bretaña y, en menor medida, a otras naciones de Europa continental. Con un sistema absolutista, Irán tenía al frente del Estado al Sha (monarca) Mohammad Reza Pahlevi, pero los partidos políticos elegían congresistas y estos a su vez designaban al primer ministro. Así, por elecciones libres, el nacionalista Mohammad Mosaddeq quedó al frente del gobierno en 1951. Unos meses atrás, siendo diputado al frente de la Comisión de Petróleo, Mosaddecq propuso desconocer un tratado firmado por el Sha con Gran Bretaña para proveerlos de petróleo. Se tensaron las fuerzas dentro del país y los nacionalistas comenzaron a avanzar. Ya con Mosaddecq al frente del gobierno decidieron nacionalizar el petróleo y terminar con el saqueo de las multinacionales petroleras. La respuesta no se hizo esperar: en agosto de 1953 se concretó la Operación Ajax, en la que una fuerza de desembarco rápido integrada por comandos norteamericanos e ingleses desalojó a los nacionalistas del poder e instaló a Reza Pahlevi al frente de una dictadura que se extendió por 26 años. 

Una revolución popular y nacionalista liderada por un partido religioso que sigue el credo del Islam terminó con los días del Sha, convocó a elecciones, votó una nueva constitución que convirtió a Irán en un Estado teocrático en el que conviven la soberanía popular y leyes sociales con normas establecidas por los preceptos islamistas que obligan a los ciudadanos a respetar esos principios, sean o no seguidores de Mahoma. Podrá gustar o no, como puede gustar o no que el Vaticano tenga un jefe de Estado elegido por 117 cardenales, todos hombres y la mitad europeos. Podrá gustar o no, como que China tenga un gobierno dirigido por el Partido Comunista. Más allá de los gustos, se trata de procesos diversos al interior de cada nación y todos esos Estados forman parte de la comunidad de las frágiles Naciones Unidas.

JUEGOS DE PODER. 

El poderío militar de Estados Unidos estuvo acompañado, desde la implosión de la Unión Soviética, por un deterioro de su poderío financiero y comercial. La capacidad para imponer sus intereses está cada vez más cuestionada por el avance del multilateralismo y también por el deterioro de algunas políticas que relacionan a las potencias. Una de ellas es el deterioro del club atómico creado después de la Segunda Guerra y que determinó que un grupo de naciones tengan la exclusividad de la producción de armas atómicas. Es sabido que China entró al club atómico de la mano de la ex Unión Soviética tras la revolución encabezada por Mao Tse Tung. Se equilibraba de algún modo el poderío de las naciones occidentales en plena Guerra Fría. Al desatarse el conflicto árabe-israelí en 1967 y con el nuevo conflicto de 1973, Estados Unidos apadrinó a Israel como parte de ese club atómico. En los últimos dos años, uno de los temas calientes de Estados Unidos es Irán y los supuestos planes de enriquecimiento de uranio con fines militares. La Organización Internacional de Energía Atómica –creada en la órbita de Naciones Unidas– envió sucesivas misiones y nunca terminó de certificar la solidez de las acusaciones occidentales basadas en maniobras de espionaje así como en operaciones políticas y mediáticas. Lo cierto es que esas mismas usinas jamás pudieron argumentar que Venezuela e Irán tengan algo en común en esa novela de terror. Pero la acusación de ser parte de un eje del mal es y será uno de los favoritos en la campaña norteamericana para desviar a la Revolución Bolivariana de su curso.
Los lazos entre Irán y Venezuela comenzaron a inquietar a Estados Unidos cuando fue electo Mahmud Ahmadineyad en 2005. Desde entonces, no sólo se estrecharon vínculos en materia petrolera y gasífera sino que ambos países desafiaron abiertamente las políticas norteamericanas. Una de las banderas agitadas por quienes pretendieron desestabilizar a Chávez fue denunciar que las cuantiosas reservas venezolanas de uranio estarían siendo extraídas para los supuestos planes iraníes en materia nuclear.
Cabe recordar que en abril de 2009, en la Cumbre de las Américas llevada a cabo en Trinidad y Tobago, el presidente norteamericano Barack Obama estrechó la mano de Chávez para gran espanto de la derecha de ese país. De inmediato, Robert Morgenthau, un exponente de una familia de banqueros de Nueva York (su padre Henry fue secretario del Tesoro y el mismo Robert es alguien muy cercano a David Rockefeller) publicó un artículo en el que se interrogaba sobre el acercamiento de Venezuela e Irán: "¿Por qué Hugo Chávez está dispuesto a abrir su país a una nación extranjera con poca historia o cultura en común?" De inmediato afirma: "Ingresamos en un período en el cual los frutos de los lazos entre Irán y Venezuela comenzarán a madurar. Eso significa que dos de los regímenes más peligrosos del mundo –el autodenominado Eje de Unidad–, trabajarán juntos en nuestro patio trasero para desarrollar tecnología nuclear y misiles. Parece que los grupos terroristas han encontrado el terreno operativo perfecto para entrenar, planear y financiar sus actividades a través del narcotráfico." Cabe recordar que esa derecha estadounidense daba el abierto apoyo al entonces presidente colombiano Álvaro Uribe y con el relevo de este por Juan Manuel Santos, la relación entre Venezuela y Colombia pasó a una etapa de cooperación económica y también de sostenidos esfuerzos para el proceso de entendimiento entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas y el gobierno de Santos.
"El público necesita estar al tanto de la creciente presencia de Irán en Latinoamérica", resaltaba Morgenthau en otro pasaje. Algo que en Argentina se verifica cada vez que se habló del crecimiento en el intercambio comercial con Irán y mucho más con la firma del Protocolo de Entendimiento que permitirá a la justicia argentina interrogar a supuestos sospechosos del atentado a la AMIA ocurrido en 1994. Las críticas no llegan principalmente por los desmanejos de la investigación argentina o por el desplazamiento de otras hipótesis. Es decir, aquellas pistas que involucran a sectores vinculados al terrorismo de Estado argentino o a las promesas incumplidas por el gobierno de Carlos Menem con empresarios y funcionarios de países de Medio Oriente (concretamente la llamada Pista Siria). Las críticas al gobierno de Cristina Kirchner llegan por parte de todos aquellos que pretenden el alineamiento automático con las políticas de Estados Unidos.
Sólo los muy colonizados culturalmente o quienes reciben beneficios materiales pueden seguir repitiendo estos argumentos, inspirados en aquellos artículos de Life que denunciaban a Fidel Castro por cualquier cosa, hasta de devorar carne humana. Esa propaganda, en tiempos de diversidad de fuentes informativas y de redes sociales no tiene anclaje. Pero más interesante aún es verificar que los cambios en el mundo dejan a Estados Unidos muy desprotegido en sus viejas ventajas comparativas en términos financieros, comerciales y aun industriales. Va menguando su poderío a la par que crecen otros jugadores de peso y se van tejiendo alianzas que permiten manejarse en escenarios no controlados por las viejas potencias occidentales.
CAMBIO DE ÉPOCA. 

En 1971, Richard Nixon decretó la inconvertibilidad del dólar en oro. Sucesivas devaluaciones entre esa fecha y 1973 pusieron fin al sistema monetario de Bretton Woods surgido del fin de la Segunda Guerra. Ese mismo 1973 fue el de la retirada de las tropas norteamericanas de Vietnam que entre otras cosas eran una inyección para la demanda en el país. Pocos meses después, en ese mismo año, se produjo la crisis del petróleo, cuando precisamente la Organización de Países Exportadores de Petróleo empezó a aumentar el precio del barril (en 1970 valía menos de tres dólares, a fines de los ochenta costaba 40 y en 2010 traspasó la barrera de los 100 dólares). Algunos de los países árabes vieron crecer las fortunas de familias o jeques muy entrecruzados con los intereses de las potencias. En el caso de Irak o de Libia, que salían del esquema de sumisión –y más allá de la valoración de sus gobiernos–, las potencias decidieron la intervención lisa y llana. Irán encontró otro camino: con reservas mucho mayores, con ingenieros altamente calificados surgidos de sus propias universidades, con desarrollos tecnológicos de avanzada y con unas fuerzas militares considerables, fue por otro camino.
La crisis del petróleo iniciada en 1973 llevó estancamiento e inflación al hemisferio norte. Los países petroleros fueron señalados como los responsables de ese proceso. Se trataba de una argucia para evitar ver los cambios profundos. 


Cuatro décadas después, con una Europa sumida en una crisis social y económica, con un Estados Unidos también vulnerado por esa crisis, la mayoría de las naciones acceden a otras usinas de poder financiero y comercial, básicamente China. Petróleo es y seguirá siendo sinónimo de poderío. Las amenazas del gobierno norcoreano respecto de tirar bombas atómicas pueden tener sin duda fundamentos en la propia locura de ese sistema político dictatorial. Pero también son funcionales a las maniobras de las grandes potencias que ven peligrar sus privilegios y agitan el fantasma de la guerra.

El caso de Irán, más allá de las simpatías o antipatías que despierte su gobierno, forma parte de los fantasmas agitados para mantener primacías que decaen. Recién muerto Chávez y con un proceso democrático ejemplar, la convocatoria a elecciones en Venezuela ya está sufriendo ataques. Será vital, para la salud de América Latina, velar para que nadie interfiera en ese país ni durante los comicios ni después. Demasiada historia de ultrajes como para desconocer que los caminos de soberanía requieren prudencia pero también firme convencimiento del rumbo a seguir.

Fuente : Tiempo Argentino

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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