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lunes, 11 de marzo de 2013

Espejos que distorsionan


Por Ulises Bosia. 

La pérdida del Comandante bolivariano desató fuertes debates en nuestro país, a tal punto que todos los sectores políticos debieron tomar una posición. ¿Es correcto identificar al chavismo con el kirchnerismo?
La muerte de Hugo Rafael Chávez Frías tuvo un impacto enorme en nuestro país y en el mundo, lo que reafirma su dimensión de líder venezolano y continental. Al conocerse la noticia, y de manera inédita para la muerte de un presidente de un país extranjero, pudieron verse distintas expresiones de solidaridad en nuestro país: movilizaciones a la embajada bolivariana, concentraciones en otros puntos en la Ciudad de Buenos Aires y en otras ciudades del país y hasta afiches callejeros en su homenaje. Como una postal de nuestro tiempo, el dolor que se vive expresa la inicial construcción de una identidad latinoamericana, la formación de un espacio vital nuestroamericano que finalmente nos ubica a los argentinos en el lugar del que nunca debimos habernos perdido, como parte de nuestro continente.

También se produjeron declaraciones y posicionamientos de todos los sectores de la política argentina, que también en este plano muestra una fuerte polarización, aunque ella no puede identificarse con la división entre el kirchnerismo y el antikirchnerismo, mal que les pese a los simplificadores profesionales de la realidad. En homenaje al líder bolivariano se expresaron distintos sectores: desde el inmediato viaje de la presidenta Cristina Fernández y el apoyo de distintos sectores del kirchnerismo, pasando por las declaraciones de las cuatro centrales sindicales, algunos sectores de la centroizquierda opositora como Claudio Lozano y Pino Solanas y organizaciones de la izquierda independiente reunidas en los Movimientos Sociales hacia el ALBA. En la vereda contraria quedaron el macrismo, que convocó a no seguir su ejemplo, el progresismo históricamente antipopular de Hermes Binner, quien afirmó que en Venezuela votaría a Capriles y finalmente sectores del Frente de Izquierda que rechazan la experiencia bolivariana.

La disputa por el legado chavista

A diferencia de otros terrenos, refiriéndose a la figura de Hugo Chávez se puede encontrar una coincidencia entre la derecha mediática y los discursos oficialistas: la identificación entre chavismo y kirchnerismo. Los defensores de la institucionalidad republicana y los privilegios de las oligarquías latinoamericanas intentan presentar a Cristina Fernández como una líder autoritaria y antidemocrática, como una irrefrenable defensora de la estatización total de la economía argentina y una guerrillera contra el imperialismo norteamericano y el Fondo Monetario Internacional. En esto se parecería a Chávez, según la peculiar lectura que omite la decena de elecciones ganadas por el comandante bolivariano y los datos más elementales de la realidad política venezolana. No hace falta aclarar la impotencia política de esas lecturas, incapaces de horadar la popularidad de Chávez a pesar de los poderosos aparatos mediáticos que las propalan, de manera similar a lo que ocurre en nuestro país con la popularidad de la presidenta argentina. Si esa comprensión de la realidad venezolana compite en el terreno del realismo mágico, no se queda atrás la interpretación de lo que ocurre en nuestro país.
Por otro lado desde el kirchnerismo también se busca una identificación con el chavismo. Esta comunión se apoya en un punto fuerte: la alianza entre ambos gobiernos que quedó plasmada en la formación de Unasur y otros organismos de integración latinoamericana, el ingreso de Venezuela al Mercosur y en general la intensa relación política y comercial entre ambos países que se desarrolló en los últimos diez años. Otros rasgos comunes como la crítica al neoliberalismo, la presencia de fuertes liderazgos o la defensa de un rol activo del Estado en la economía completan una lectura que intenta construir una gran dicotomía en nuestro continente. De esta manera existirían dos posibilidades: o bien la derecha que plantea un retorno al neoliberalismo o bien gobiernos populares que la enfrentan. En este sentido no habría diferencias de fondo entre los gobiernos de Brasil, Uruguay, Ecuador, Bolivia, Venezuela o Argentina, sino únicamente distintas peculiaridades atribuidas principalmente a la disparidad de condiciones nacionales.

Toda lectura de la realidad es subjetiva y legítimamente funcional a la construcción de un proyecto político. En este caso las dos opiniones descriptas nos plantean un escenario marcado por la dicotomía entre un “capitalismo abierto y moderno” soñado por la derecha continental y un “capitalismo productivo y serio” de quienes la enfrentan.

El inconveniente con el que se encuentra esta lectura de la realidad es que sencillamente no encaja con el proyecto al que Hugo Chávez entregó su vida. La formulación del socialismo del siglo XXI, la convocatoria a una superación del capitalismo y el imperialismo, la crítica directa y transparente a la burguesía, la alianza prioritaria y permanente con Cuba o la formación del ALBA no encajan de ninguna manera con la utopía de un capitalismo en serio. La reforma de la Constitución Nacional y el impulso permanente a la construcción de las Comunas Socialistas, los medios de comunicación comunitarios, la gestión obrera de importantes fábricas y otras formas de poder popular no pueden compararse con la división de todas las organizaciones populares, la falta de recursos para el empoderamiento popular y la ausencia total de canales de diálogo entre nuestra presidenta y los movimientos populares, incluso aquellos que la apoyan. La nacionalización del cien por ciento de Petróleos de Venezuela y la utilización de la renta nacional proveniente del petróleo en beneficio directo de la población venezolana más humilde no puede compararse con la falta de una Junta Nacional de Granos aggiornada al siglo XXI que permita terminar con el millonario negociado de las multinacionales que comercian el fruto del campo argentino y encarar una política de redistribución auténtica de la riqueza nacional. Y el contrapunto podría continuar en otros terrenos.

En nuestra opinión son tres los grandes espacios políticos en los que se encuentra dividida Nuestra América. Uno caracterizado por la derecha neoliberal, que reúne a Perú, Chile, Colombia y México, principalmente. Otro de gobiernos que aspiran a un capitalismo con inclusión social, principalmente Argentina, Uruguay y Brasil. Y un tercero conducido por gobiernos que plantean una crítica al capitalismo como tal y la necesidad de avanzar hacia el socialismo, encabezado por Venezuela, Bolivia, Cuba y Ecuador. Naturalmente esta lectura de la realidad, que nos parece mucha más ajustada a los hechos, también implica la formulación de un proyecto político. Se trata de la posibilidad de construir en nuestro país una alternativa superadora al kirchnerismo y así acompañar a los países más avanzados en un camino de emancipación para nuestro continente.

Fuente : Marcha

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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