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lunes, 29 de abril de 2013

¿Una década ganada?


Por Ulises Bosia.

Diez años atrás Néstor Kirchner disputaba las elecciones presidenciales contra Carlos Menem. La victoria pírrica del riojano, sucedida por su retirada de una segunda vuelta en la que era seguro perdedor, abrió una nueva etapa política en la vida de nuestro país.

Diez años, dos lustros

“Una década ganada” es el eslogan que sintetiza muy bien la mirada que la conducción del gobierno nacional intenta transmitir al país, sobre la base de una selección de los mejores indicadores económicos que encuentra a su disposición. Es evidente que el país ya no es el mismo que existió antes de la llegada de Néstor Kirchner al poder, muchas transformaciones se sucedieron con rapidez y algunas de ellas están sólidamente respaldadas por el consenso popular. Sin embargo, asumiendo una mirada anclada en los dilemas políticos del presente, queremos volver sobre esta década para señalar algunas de sus problemáticas fundamentales en función de una perspectiva política emancipatoria.

Lo primero que se puede decir es que estos diez años pueden ser a su vez divididos en dos momentos, fijando el punto de quiebre en el año 2008, cuando se dio el conflicto por las retenciones. A partir de ese momento, desde el punto de vista político y económico, la situación cambió considerablemente.

En lo político por la configuración clara de una polarización en la sociedad con el surgimiento de una nítida oposición por derecha. Esta polarización fue adoptando distintas configuraciones a lo largo de los años pero ya nunca nos abandonó. Sea por la defensa del “campo”, por el rechazo a la Ley de Medios o por la reivindicación de la “independencia” de la “Justicia”, lo cierto es que se instaló en nuestro país una dura polaridad que, hasta el momento, el kirchnerismo logró conducir y aprovechar. Sin embargo, en el caso de que sufriera en octubre un revés electoral, no es descabellado ponderar el margen que el gobierno nacional tendría para repetir la hazaña política que logró en los años 2009 y 2010, en los que pudo contraatacar y reconstruir su hegemonía con gran audacia. El desmejoramiento de la situación económica y la pérdida de aliados importantes como Hugo Moyano llevan necesariamente a considerar este problema. En cualquier caso el resultado de las elecciones de este año será determinante para analizar la gran discusión que comenzará una vez conocido el veredicto de las urnas: ¿qué tipo de gobierno necesita nuestro país a partir de 2015? ¿Cómo enfrentar el peligro de un retorno de la derecha? ¿Cómo construir una fuerza política y social superadora de la experiencia kirchnerista?

Por otro lado en lo económico desde el 2008 percibimos la reaparición de los problemas estructurales de nuestra economía, caracterizada por su inserción dependiente en el mercado mundial. A partir de ese año los salarios reales de los trabajadores y trabajadoras en promedio dejaron de crecer, al mismo tiempo que se empezaba a plantear el problema de la inflación. El difícil contexto internacional sin ninguna duda afectó seriamente las posibilidades de mejoramiento, pero al mismo tiempo estos segundos cinco años pusieron de manifiesto la continuidad de profundas características de nuestra estructura económica y social que provienen de los años de neoliberalismo. La precarización del trabajo y la consecuente fragmentación de la clase trabajadora, la dependencia sojera y sobre todo el dominio del comercio agrario por parte de las grandes multinacionales exportadoras y la concentración y extranjerización de una parte esencial de nuestra economía son algunas de las consecuencias de adaptarse a las reglas de juego del capitalismo globalizado.

La apuesta del kirchnerismo por un capitalismo en serio condujo a intentar gobernar sin enfrentar estas características estructurales lo que, visiblemente, no hace más que reproponer los problemas cada vez de manera más aguda y nos pone de frente a la amenaza de una restauración neoliberal. En cambio, de existir la voluntad de transgredir estas profundas limitaciones, se abriría sin duda una dinámica política de imprevisibles consecuencias, acercando nuestra realidad política a la de los procesos de cambio más avanzados de nuestro continente. Surge entonces el debate: ¿cuál es la mejor manera de aportar a esa perspectiva? ¿Es razonable creer que tras diez años de gobierno el kirchnerismo puede alterar su naturaleza y decidirse a confrontar con los peces gordos del capitalismo global?

La ausencia de perspectiva estratégica

Pero hay una dificultad adicional. ¿Cómo evaluar estos diez años si no existe un horizonte programático explícito que funcione como un objetivo trascendente que podamos tomar como vara para medir avances y retrocesos? Ni siquiera la aparición de una numerosa militancia kirchnerista juvenil dio lugar a la formulación de una perspectiva más ambiciosa. A lo sumo la militancia kirchnerista popularizó la consigna de “profundizar el modelo”, así como también ubicó los grandes problemas de nuestro pueblo como “lo que le falta” al modelo nacional y popular. De esa manera intenta construir la idea de que el modelo no debe ser cuestionado sino a lo sumo mejorado, y que eso es posible bajo la conducción de la presidenta. En ese sentido se corre el riesgo de terminar asumiendo una postura conservadora: defender lo ya conseguido, con la permanente convicción de que no son posibles cambios mayores. Piénsese en cambio en lo que significa por ejemplo asumir la construcción del socialismo bolivariano en Venezuela. Cada una de las pequeñas o grandes victorias pueden ser valoradas en función de ese horizonte que orienta la acción política, lo mismo que cada uno de los traspiés y errores que se cometen. La ausencia de cualquier perspectiva estratégica señala el aspecto más pobre de la militancia juvenil oficialista: su obediencia rayana con la sumisión.

Los elementos de este breve balance plantean el desafío de que surja un nuevo sector político que formule un horizonte estratégico emancipatorio, de manera de poder incorporar la defensa de las conquistas logradas en estos años junto con la convicción de transformar estructuralmente nuestro país y así aportar a una superación de la experiencia kirchnerista.

Fuente: Marcha

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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