Por: Martín Azcurra y Hugo Montero
Después de las primarias, un balance crítico de la
actuación de la izquierda tradicional y de la independiente. La puja por
ganar un lugar en el escenario electoral de octubre.
A lo largo de los capítulos que componen este dossier, “¿Y la izquierda
qué?”, fuimos debatiendo sobre ese enigmático sector que compone una
pequeña franja de la sociedad argentina. Partimos de una evaluación
adversa -crisis de los partidos, crisis de la izquierda, crisis del
marxismo- para encontrar un norte en la discusión. Hay que admitir que
tuvimos que sacudirnos cierto pesimismo para poder proponer hipótesis
como “recomposición política de la izquierda hoy” o “voluntad para
construir una alternativa”. Lo cierto es que hicimos un recorrido que
nos llevó a la instancia electoral para medir resultados de manera
objetiva. Hoy las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y
-lamentablemente- Obligatorias) sirvieron para enfrentar el análisis y
las proyecciones con la realidad.
El llamado por muchos “fin de ciclo kirchnerista”
significó evidentemente un derrotero de votos por izquierda y por
derecha. Lo vimos en el crecimiento de la fuerza opositora de derecha,
en la resurrección de cadáveres (a propósito de la moda zombi) como
Carrió y Cobos, pero también en la sorpresa del (casi) millón de votos
al Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT).
El crecimiento del FIT (50 por ciento más que en 2011)
es digno de ser analizado. Como bien expresaron sus dirigentes al día
siguiente, se transformó en la “única” alternativa de izquierda como
“referencia nacional”. Si bien la idea de “fuerza política” asoma como
relativa por las pujas internas que caracterizan su andar, una
confrontación que le impide consolidarse como un frente real más allá de
las elecciones: para entender este fenómeno basta con leer su prensa
semanal. No obstante, es para destacar la maduración de su discurso, que
parece comprender de a poco el nivel de consciencia de las masas, el
sentido común, la disputa de consenso, etc., que le imprimió un sesgo
light a su programa, sin perder la noción de clase, la centralidad
obrera y el carácter anticapitalista del proyecto. Su exposición masiva
le permitió imponerse a las otras opciones trotskistas (MAS y MST), que
no pasaron la prueba del 1,5 por ciento, y podrá absorber sus votos en
octubre.
Hay que tener en cuenta que el FIT creció en el interior
del país (sobre todo en Jujuy, Salta, Mendoza y Neuquén), pero no tanto
en Capital y Gran Buenos Aires. Si el crecimiento sólo se explica por
la crisis del kirchnerismo y la dispersión de la derecha, debemos
suponer que en dos años volverá a sus números habituales. La pregunta
es: ¿puede el FIT transformarse en alternativa real? No parece: sus
limitaciones de construcción colectiva, como el sectarismo, el partido
propio como fin en sí mismo y la rivalidad internista, entre muchos
otros elementos que ya hemos debatido en esta sección, sin dudas le
juegan en contra. Será muy difícil para las demás fuerzas de izquierda
hacer una alianza con un entramado político que demoniza al “otro
competente” para reafirmarse a sí mismo, que desde su conformación en
2011 no ha ampliado sus alianzas ni un poquito porque “no se pusieron de
acuerdo”. Incluso internamente, las peleas de cartel siguen sin tregua:
Convergencia Socialista (CS), organización adherente del FIT, sostuvo
que se pusieron “todas nuestras energías en la tarea de ayudarlo a
superar el filtro impuesto por el régimen mediante las PASO, organizando
actos, charlas, pintadas, volanteadas y fiscalización de votos... a
pesar del sectarismo autoproclamatorio del PO, PTS e Izquierda
Socialista, que se niegan terminantemente a abrir las puertas del frente
para incorporar como miembros plenos a todos los grupos, personalidades
y activistas (como CS, Interdistrital, PSTu, Opinión Socialista, TPR,
etc.) dispuestos a sostenerlo”.
Por su parte, el mismo PTS, dos días después de los festejos, difundió
un texto dirigido a su compañero de frente, el PO, titulado: “Una
política equivocada”. Dice el PTS: “Los compañeros del PO resolvieron
hacer una campaña excluyente por Altamira donde, a medida que fueron
pasando las semanas, el FIT iba achicándose cada vez más en la gráfica
de los afiches (hasta casi desaparecer), cuyo único lema terminó siendo
‘Altamira Diputado’. A diferencia de la mayoría de las listas
contrincantes del FIT, donde se visualizaban como una fórmula las
cabezas de diputados con las de senadores, la dirección del PO se negó
siquiera a hacer un afiche común de Altamira y Dellecarbonara”.
¿Qué se puede esperar de un espacio -autodenominado
“Frente de Izquierda”- que deja afuera incluso a los grupos que
defienden el mismo programa? ¿Cuánto más puede crecer como referencia?
La otra sorpresa de las PASO fue Luis Zamora, que sin hacer demasiada
campaña alcanzó el 3,3 por ciento -casi 65 mil votos- en la Ciudad de
Buenos Aires. Fue el candidato que se animó a cuestionar el carácter
poco democrático de esa instancia electoral y propuso un sistema más
participativo. Recibió ofrecimientos de alianzas desde el FIT y también
desde Camino Popular, pero decidió mantenerse solo. Su imagen humilde y
coherente lo transforma en una referencia importante para la izquierda,
aunque también parecen reales sus problemas para construir un espacio
político colectivo.
(La nota completa en Sudestada Nº 122, agosto de 2013)
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