Por Rolando Astarita
La
obtención por parte de los candidatos del Frente de Izquierda (más
precisamente, del Partido Obrero) de la primera minoría en el Concejo
Deliberante de la ciudad de Salta ha despertado una lógica alegría en la
militancia. Además, está la posibilidad de que en futuras elecciones se
obtengan intendencias o mayorías en Concejos Deliberantes en otras
localidades, o incluso a nivel de alguna provincia. Algunos abrigan la
esperanza de que avances como el de Salta se trasladen progresivamente a
los núcleos “duros” del voto popular peronista, Gran Buenos Aires, en
primer lugar. Si ocurriera, los partidos de izquierda pasarían a tener
ascendencia de masas en la clase trabajadora. Por eso, muchos piensan
que la izquierda ahora está obligada a demostrar, en los lugares en los
que obtuvo una representación significativa, la efectividad de su
política a favor de las masas trabajadoras. En términos del pensamiento
“sensatamente progresista”, llegó el momento de poner el acento en
realizaciones que signifiquen mejoras concretas, y no tanto en la
denuncia. Algunos elementos de la derecha lo plantean de forma
desafiante, con un “a ver qué van a hacer los que tanto critican”.
En esta nota presento unas breves
reflexiones sobre lo planteado, desde una posición que es independiente
del FIT, ya que no me comparto el programa trotskista (aunque, como se
verá, coincido con la postura central de Trotsky respecto a gobiernos
municipales de la izquierda).
El punto de partida de cualquier
consideración táctica es, en mi opinión, tener presente que los
representantes de la izquierda que han accedido a órganos de tipo
legislativo constituyen una minoría frente al resto de las organizaciones políticas, que son enemigas naturales del socialismo.
En términos más generales, el ascenso electoral se produce en un cuadro
de dominación más o menos normal del capital y su Estado. Más
precisamente, de conjunto las fuerzas burguesas apuestan por un “ajuste”
de salarios y beneficios sociales (el argumento es hacer más
competitiva la economía y reducir el déficit fiscal). Por eso hay que
esperar que intenten, por todos los medios, desacreditar y neutralizar a
la izquierda. La manera más directa será, por supuesto, votar
sencillamente en contra, bloquear o “cajonear” todas las propuestas que
consideren demasiado “radicales”. Por esta vía intentarán “demostrar”
que la izquierda es “ineficiente e improductiva”.
Otro camino será
aceptar “en principio” algún proyecto progresista, paro luego “limarlo”
en interminables comisiones, enmiendas, etcétera, de manera de vaciarlo,
total o parcialmente, de contenido. También pueden votar leyes, pero
desvirtuarlas mediante sus reglamentaciones; o no aplicarlas, lisa y
llanamente.
Frente a estos escenarios
posibles, las organizaciones del FIT han anunciado que convocarán a las
masas a respaldar sus propuestas con movilizaciones. La fuerza y
masividad de las eventuales movilizaciones dependerán del grado en que
adhieran a las consignas los sectores de la población que no votaron por
la izquierda, así como de la disposición a movilizarse de aquellos que
votaron por la izquierda (no siempre coinciden el voto y la disposición a
luchar).
Pero también de la situación de la lucha de clases a nivel más
general. En este marco, hay que ser consciente de que con las luchas se
podrán arrancar algunos avances, pero no obrarán milagros. Al menos en tanto se mantengan dentro de los canales habituales
(marchas, algunos paros de actividades y semejantes). Las fuerzas de la
burguesía no cambian sus políticas de fondo por alguna manifestación
más o menos fuerte, y siempre apuestan al desgaste. Como suele suceder,
los defensores del capital buscarán cambiar algo para confundir y
desviar las movilizaciones, y para que nada cambie, en lo esencial, para
los explotados y oprimidos. Todo estará al servicio de desmoralizar a
la militancia, desilusionar a los votantes y asimilar al régimen a
todos los que sean permeables. Con seguridad, habrá esa particular
combinación de “palmaditas en la espalda”, dinero “para atender casos
particulares” y hostigamiento en toda la regla a los “irreductibles”.
Como telón de fondo, hay que contar con
el poder del capital, de la propiedad privada sobre los medios de
producción y de consumo. Por ejemplo, supongamos que en base a
movilizaciones, y articuladas por las denuncias de la izquierda, en
Salta se vota una ley que establece que a fin de disminuir o acabar con
la desocupación, se reducen las horas de trabajo (supongamos, a 5 horas
diarias), manteniéndose el salario. ¿Cuál sería la reacción del capital?
Podemos anticiparla: no invertir y precarizar el trabajo (miles
trabajando a tiempo parcial). Todo con el apoyo de las Cámaras
empresarias y los organismos estatales, más las campañas de los grandes
medios de comunicación (“caos”, “llevan a la quiebra la economía”,
“quieren establecer el comunismo por cualquier precio”). A lo que habría
que agregar la socialdemocracia y el stalinismo (“a lo Sabatella”),
denunciando al “ultraizquierdismo trotskista irresponsable”; más la
burocracia sindical nacional tratando de aislar a los “rebeldes”, y
dividir a los trabajadores. El argumento más general dirá que la
izquierda “no tiene programa para enfrentar los problemas”. Por
supuesto, si la izquierda responde diciendo que los problemas tienen
solución bajo el capitalismo, se meterá en un callejón sin salida.
Después de todo, los problemas fundamentales para las masas trabajadoras no tienen solución dentro del sistema capitalista.
Si la tuvieran, no habría razón para ser socialista. Pero esto muchas
veces no se aclara. De ahí la tendencia a presentar programas globales
“como estadistas”, frente a problemas que tienen su raíz en la
naturaleza contradictoria del capital.
Sin embargo, no lleguemos al extremo de
una medida “transicional”, como es el reparto de las horas de trabajo.
Supongamos que se vota un aumento de salario de los municipales que
recupera lo perdido por inflación en los últimos años, y un seguro por
desempleo. En ese caso, las fuerzas enemigas tratarán de ahogar
económicamente al municipio desde la provincia y la Nación. ¿Y si la
Legislatura vota un impuesto a los propietarios del capital? Pues
entonces habrá huelga de inversiones y evasión impositiva, acompañada de
apelaciones a la Justicia para que garantice el sacrosanto derecho de
propiedad. No son meras especulaciones, es lo que hizo en todo tiempo y lugar el capital apenas le tocan “lo suyo”.
Repito, la izquierda podrá y deberá apelar a la movilización del pueblo
trabajador para resistir, pero las posibilidades de éxito estarán
determinadas siempre por el conjunto de la situación nacional. No hay que alentar falsas ilusiones, porque terminarán generando desánimo y desorientación.
¿Y si para evitar estos escenarios la
izquierda se adapta, negocia “lo posible”, “lo razonablemente
obtenible”? Pero entonces dará pie al discurso de “al final los
trotskistas tuvieron que aceptar la realidad, y dejar de lado las
utopías. ¿Vieron que nadie hace milagros?”. Y llevará a la
desmoralización a la militancia y a los que la apoyaron. Se abriría así
el camino para la asimilación burguesa de la izquierda que hoy es
radical. Tenemos que decir que éste es el proyecto político más de largo
plazo de los sectores más lúcidos del sistema dominante. Algo así como
“hace falta una izquierda responsable en el Congreso, a fin de que haya
balance” (y se taponen las posibilidades de radicalización a la
izquierda).
Por todo lo anterior, es necesario
señalar que son posibles mejoras cuando se utiliza algún nicho de
representación institucional como palanca de reclamos y movilizaciones,
pero aclarando que esas mejoras serán provisorias y parciales, en tanto se producen en los marcos del dominio más o menos “normal” de la burguesía.
En este respecto, León Trotsky hizo una observación que considero
enteramente correcta (aunque en el marco de su defensa de la
participación de los trabajadores en la administración de la industria
nacionalizada, una postura con la que no acuerdo). Escribió: “La
participación en los parlamentos burgueses no puede ya ofrecer
resultados positivos importantes; en determinadas situaciones puede
incluso conducir a la desmoralización de los diputados obreros. Pero
esto no es argumento para que los revolucionarios apoyen el
antiparlamentarismo”. Luego de criticar la participación de los
marxistas en gobiernos burgueses, agrega: “La participación de los
sindicatos en la administración de la industria nacionalizada puede
compararse con la de los socialistas en gobiernos municipales, donde
ganan a veces la mayoría y están obligados a dirigir una importante
economía urbana, mientras la burguesía continúa dominando el Estado y
siguen vigentes las leyes burguesas de la propiedad. En la
municipalidad, los reformistas se adaptan pasivamente al régimen
burgués. En el mismo terreno, los revolucionarios hacen todo lo que
pueden en interés de los trabajadores y, al mismo tiempo, les enseñan a
cada paso que, sin la conquista del poder del Estado, la política
municipal es impotente” (“La industria nacionalizada y la administración
obrera”, Escritos t. X, Pluma).
Rescato esta orientación fundamental: los
marxistas solo pueden comprometerse a “hacer todo lo que pueden en
interés de los trabajadores” y
al mismo tiempo, explicar que en la
medida en que el Estado y las palancas de la economía estén en manos de
la burguesía, las posibilidades de la política municipal son
extremadamente limitadas. Lo mismo se aplica, incluso de manera más
acentuada, a la participación en los parlamentos.
Las fuerzas de
izquierda deberían hacer conscientes a sus votantes, y a la población,
de estas cuestiones y obstáculos reales. Como decía Marx, es fundamental
aprender a luchar sin ilusiones (ver
aquí).
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“Intendencias de izquierda”
Fuente :
http://rolandoastarita.wordpress.com/2013/11/15/intendencias-de-izquierda/
Sumo acá una crítica a la nota
Astarita
escribió un texto en relación a la victoria electoral del Partido
Obrero en la Ciudad de Salta. El texto tiene tres puntos generales con
los que puedo coincidir:
1- El triunfo electoral y la responsabilidad política alcanzada hacen
que el rol de la izquierda en los Parlamentos y fundamentalmente en el
Consejo salteño no sea sólo de denuncia, sino también propositivo e
intentando lograr mejorar la situación social de las masas (aún teniendo
en cuenta que esas mejoras son parciales).
2- Estas proposiciones
(cuando se planteen y más aún en caso de sancionarse) serán boicoteadas
salvajemente por el régimen político y los capitalistas, y denunciadas
por los grandes medios.
3- La acción municipal y parlamentaria tiene
que remarcar que, en la medida en que el Estado y el sistema
socioeconómico estén en manos del enemigo, la posibilidad de
modificaciones sustanciales está limitada.
Sin embargo, acá
empiezan mis divergencias, Astarita tiene cierto descreimiento en la
posibilidad de superar esos límites con la lucha extraparlamentaria
(“hay que ser consciente de que con las luchas se podrán arrancar
algunos avances, pero no obrarán milagros”) y, al mismo tiempo, sostiene
(en los comentarios) que no hay que presentarse para cargos ejecutivos
(“No veo cómo los socialistas pueden eludir tomar responsabilidades de
conducción “contranatura” si participan en puestos ejecutivos del Estado
burgués, así sea a nivel municipal, o de un organismo estatal
público”), lo que lleva una posición de encerrona en su razonamiento, ya
que ni se puede apostar mucho en la lucha ni se puede avanzar
electoralmente.
Creo que Astarita ve la realidad como una foto y
no en movimiento. Las propuestas y el lugar de poder (en un Estado
enemigo) del PO en Salta se reflejarán en un alto proceso de
deliberación, organización y lucha popular. La bancada del PO estará en
función de eso, que conllevará una profundización en la disgregación del
Estado existente. Esto se da en un marco no municipal (aunque Salta sea
la mayor expresión), sino nacional del fenómeno de ascenso de la
izquierda, desde Santa Cruz hasta Jujuy, en un escenario de transición y
disgregación política. Las propuestas que el PO haga en la Legislatura,
las luchas populares y la reacción que generará, sumado al cuadro
político y económico más macro, configurarán un cuadro dinámico (como un
film) que muy difícilmente pueda ser establecido previamente.
Sobre el “abstencionismo para cargos ejecutivos”, es algo que no se
puede definir a priori. Si junto al Estado surgen organizaciones de
doble poder que los superan en representatividad popular, se planteará
seguramente si darle o no más importancia a una organización política
que se derrumba (tanto en cargos legislativos como ejecutivos). Si el
avance electoral va acompañado de una lucha popular grande, pero no del
hundimiento del aparato estatal, seguramente habrá que participar de las
elecciones, más si tenemos las posibilidades de ganar.
Astarita pone como ejemplo el caso de un partido “trotskista” (el
secretariado unificado) que tiene algunas intendencias y ministerios en
el Brasil de Lula y Dilma. Pero olvida algo: el SU forma parte del PT y
el PT es un partido de colaboración de clases, que tuvo un giro
procapitalista y proimperilista incluso antes de asumir el poder
central. Muy lejos del PO y del FIT.