La participación de César Milani -jefe del Ejército- en la represión dictatorial ya no puede ser ocultada.
Hasta los organismos de derechos humanos afines al gobierno terminaron admitiéndola.
Pero Cristina Kirchner lo sigue defendiendo. Y lo mantiene al frente del Ejército.
No sólo eso: quiere integrar al gobierno a este Ejército conducido por un represor.
Por ejemplo, al permitir su presencia en los municipios o barrios, con el pretexto de cumplir tareas asistenciales.
Es una militarización del Estado que no se conocía desde la época de la dictadura.
El gobierno que quiere asociar a Milani, un hombre del espionaje militar, ya practica el fisgoneo a través de la Gendarmería (Proyecto X) y otros “servicios”.
¿Dónde quedaron los derechos humanos?
A cambio de esta cooptación, los K le habían prometido a Milani la impunidad.
Una impunidad que ahora ha entrado en crisis.
CFK dice que la oposición que la ataca es la que impulsó “el punto final y la obediencia debida”.
No le falta razón.
No le falta razón.
Pero el círculo lo cierra su propio gobierno, al sostener a los represores al frente del Ejército.
La crisis con Milani ha vuelto a colocar
al rojo vivo una cuestión: gracias a los K y sus antecesores (quienes
hoy se “Unen” o acompañan a Massa), las fuerzas de represión del Estado
están en manos de esbirros de la dictadura.
Por la destitución de Milani y de todos los mandos comprometidos con la dictadura; por la apertura de todos los archivos de inteligencia del Estado, por el juicio y castigo a todos los genocidas, redoblemos la movilización y sumemos nuestro voto al Frente de Izquierda.
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