Jorge Altamira
En medio de ‘guarimbas’ y ‘trancazos’ (cortes de calles y barricadas)
y conspiraciones, el gobierno chavista acabó anunciando una devaluación
de la moneda que es, a la vez, descomunal y ambigua, y que echará más
leña a la caldera de la crisis. En realidad, se ha creado un nuevo
mercado de cambios, que debutó con una cotización de 55 bolívares por
dólar, que contrasta con los 6 y 11 bs de los otros mercados oficiales y
con los 80 bs del mercado negro. De 0,09 dólares se pasó a 0,045
dólares por bolívar -una devaluación del 50 por ciento. No es claro
todavía qué rubros del comercio exterior podrán ser transados en este
nuevo mercado, pero seguramente abarcará una gran parte de la
importación, con un impacto descomunal sobre los precios, cuando la
inflación alcanza un 55% anual. Por otro lado, el nuevo mercado habilita
la compra y venta de divisas, lo cual estaba prohibido, de modo que ya
ha acaparado una buena parte de las transacciones que se hacían en negro
-el paralelo cayó a 70 bs. De ahora en más, se podrán comprar títulos
públicos en dólares con bolívares, que luego podrán revendidos en Nueva
York. Este mecanismo permite la salida de capitales por medio de una
deuda pública mayor.
La megadevaluación enfrenta al gobierno con su verdadero espectro: el
descontento y la rebelión de las masas chavistas. El nuevo mercado
ofrece al principal exportador de Venezuela, la petrolera PDVSA, la
posibilidad de sacar una mejor tajada de sus dólares, pero esto
significa, al mismo tiempo, financiar la fuga de capitales con los
ingresos que PDVSA necesita para pagar su deuda y financiar sus
inversiones. De acuerdo a numerosos analistas, la deuda de PDVSA es
sencillamente enorme, en especial con China y con las empresas que le
brindan servicios tecnológicos o realizan operaciones periféricas. PDVSA
financia los grandes planes sociales del gobierno, incluso es ella
misma la que se hace cargo de ellos en muchos casos. Luego de la gran
batalla de 2002 con la oligarquía local por la dirección de la petrolera
estatal, se vuelve a plantear ahora la redefinición de su destino. En
la mesa de la crisis, luego de la devaluación se plantea un aumento del
precio interno del petróleo que, según algunos, podría ser fatal.
PDVSA
es la propietaria formal de la cuenca del Orinoco, el mayor reservorio
mundial de petróleo, la que para explotar en asociación con capitales
extranjeros requiere un saneamiento (traumático) de sus finanzas. La
pelea por PDVSA pondrá en juego la situación de los obreros del
petróleo.
La inminencia de esta crisis ha sido el factor más importante en la
decisión de una fracción de la oposición de proceder a un planteo
golpista, con la consigna explícita de “la salida está en las calles”.
No es solamente el golpismo opositor quien se ha lanzado a llenar el
vacío político que deja planteada la crisis en un país donde la carestía
y el desabastecimiento crecen con desmesura. También tomó la posta el
núcleo fundamental de la burguesía venezolana, aunque con una línea
diferente. El pulpo de las comunicaciones -Gustavo Cisneros, de DirecTv-
y el de la alimentación -Polar, a cargo de Mario Mendoza- se han
delimitado del golpismo, para impulsar una mediación papal. Cisneros, un
amigo íntimo de George Bush, llegó hace tiempo a un arreglo con el
propio Hugo Chávez, lo cual le ahorró las incomodidades que sufrieran
Caracas RTV y Globovisión. Este conspicuo representante del capital
internacional acaba de abandonar su perfil político bajo para publicar
en el Financial Times, El País y La Nación, entre muchos otros, una
caracterización terminal de la crisis venezolana. Sobre la base de este
diagnóstico reclama la intervención del Vaticano, la cual presenta como
la última carta o recurso para una salida política. Cisneros no recibió
hasta ahora la réplica combativa que el chavismo propina a sus
opositores; al contrario, el gobierno ha iniciado una serie de
“conferencias de paz”, en cuya versión económica incorpora al grupo
Cisneros, a Polar y a Fedecámaras -la entidad que piloteó el golpe de
2002. Los empresarios se han distanciado de las ‘guarimbas’, pero no de
sus objetivos; en esas conferencias han exigido la devaluación, con un
éxito todavía a medias; una liquidación de la protección legal del
empleo y una salida para la crisis de PDVSA.
Es muy probable que la convocatoria papal de Cisneros ya contara con
un visto bueno del Papa nacional y popular, pero lo cierto es que se
abrió camino a toda velocidad, y el ex nuncio en Venezuela, Parolín, ya
se ha declarado dispuesto a ejercer el oficio. La agenda de la mediación
está cargada de cuestiones estratégicas, toda vez que la oposición
exige la independencia del Poder Judicial -un callejón que no tiene
salida, además, claro, de la libertad de los presos. Maduro solamente ha
aceptado esa mediación en apariencia, pues la limita a una condición de
“testigo” de conversaciones entre el oficialismo y la oposición, sin
ninguna condición previa. Los “amigos” de la Unasur también han ejercido
acciones mediadoras, lo cual coloca en el mismo plano al gobierno legal
con la oposición que pretende, explícita o implícitamente, acortar el
mandato del chavismo.
Las “conferencias de paz” con la gran burguesía denuncian la búsqueda
de una salida ajena a las masas explotadas de Venezuela; lo prueba el
rodrigazo monetario. Mientras el Tea Party de Estados Unidos financia
las ‘guarimbas’, Obama apoya las ‘conferencias’ con la bendición de
Francisco.
El movimiento obrero no parece advertir la dirección que están
tomando los acontecimientos; reina una enorme confusión. Marea
Socialista, un agrupamiento que encabeza Stalin Pérez, se queja por la
ausencia de una representación obrera en las “conferencias de paz”, es
decir que sigue llevado de las narices por el chavismo.
La crisis que enfrenta Venezuela, de proporciones históricas, recién comienza.
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viernes, 4 de abril de 2014
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