Obama anunció la creación de un frente mundial para destruir al Estado
Islámico (EI) en Siria e Irak. Se trata de una demostración de la
envergadura de la nueva crisis que se ha desatado en el Medio Oriente.
Lo que el afro-americano de la Casa Blanca no aclaró es su política: los
republicanos y los sionistas, por ejemplo, lo incitan a aprovechar la
situación para poner fin al régimen sirio de Bashar Al-Assad. El mismo
caracterizó que su permanencia era incompatible con cualquier salida
para la crisis devenida en guerra en gran escala. El objetivo
estratégico de la guerra permanece confuso.
Obama sabe, sin embargo, que Rusia, China e Irán, indispensables para
la guerra contra el EI, se oponen firmemente a cualquier tentativa de
ese tipo -dijeron lo mismo, incluso, Argentina, Brasil y Venezuela. Con
estas prevenciones, Obama pone en aviso al gobierno sirio cuando lanza
un ataque en ese territorio y, al mismo tiempo, refuerza la asistencia
militar a las guerrillas que combaten al dictador de Siria. El Congreso
norteamericano aprobó un proyecto de ley para financiar, armar y
entrenar a los opositores sirios (Al Arabiya, 21/9), aun admitiendo que
"dada la atomización de los grupos rebeldes es difícil distinguir
quiénes son los moderados y quiénes no" (El País, 20/9); 85 de los 200
congresistas demócratas votaron en contra del proyecto, por la
perspectiva de embarcarse en una guerra sin salida. El Pentágono
presiona para que retornen los marines a Irak. Según el jefe de Estado
Mayor, Martin Dempsey, ni los bombardeos ni el armado de grupos sirios,
kurdos o sunitas será suficiente. "Entre 12 y 15 mil soldados son
necesarios para recapturar el territorio dominado por el EI". Los
bombardeos norteamericanos y británicos están provocando numerosas
muertes y una enorme destrucción humanitaria, encima de las ya
producidas desde 2003.
Mercado persa
En el mercadeo internacional para repartirse las zonas de influencia,
Obama intenta persuadir a Irán para que abandone a Siria a cambio de un
acuerdo nuclear, algo que insurje al Estado sionista, por un lado, y a
Hizbollah, la milicia chiíta libanesa, por el otro. Israel abatió un
avión militar de Siria, cuando éste se adentró apenas unos metros en las
colinas del Golán, las cuales pertenecen históricamente a la propia
Siria. El gobierno de Francia, por el contrario, no acompaña a Estados
Unidos en la acción en Siria, porque denuncia que ella es un apoyo a
Bashar, cuando de lo que se trata es de derrocarlo.
La posición de Turquía no hace las cosas más sencillas a los yanquis.
Ocurre que la pelea que dan los kurdos contra EI, en el norte de Irak, y
el desplazamiento de la guerrilla kurda del PKK para defender a sus
connacionales en el norte de Siria han indispuesto a Turquía contra la
coalición de Obama, toda vez que Turquía es una opresora nacional del
Kurdistan. El escenario bélico se ha trasladado, además, aunque en forma
parcial, a Argelia y Libia. Hay una enorme línea de guerra en esta
parte del planeta. Solamente un poco más allá se encuentra Ucrania,
donde las milicias rebeldes pro-rusas han infligido una derrota decisiva
al ejército de Kiev y la Otan, con la posibilidad de extender su avance
hacia los confines de Crimea, que ya es territorio ruso. No hace falta
subrayar, entonces, que se desarrolla una gigantesca crisis mundial de
carácter político-militar. Sin reconocer los derechos al autor, Obama ha
pronosticado que Estados Unidos enfrenta "una guerra prolongada".
Estado Islámico
¿Qué pasa del otro lado, mientras tanto? Los contingentes militares del
EI han derrotado repetidamente al ejército de Irak, entrenado por
Estados Unidos durante varios años, diez veces más numeroso. La milicia
fascista está mucho más motivada que sus adversarios. En este momento se
encuentra a ocho kilómetros de Bagdad. Si la coalición norteamericana
no supera sus contradicciones, la toma de la capital de Irak por parte
de EI sería un golpe estratégico descomunal. Laurent Fabius, el
canciller francés, quisquilloso con el lenguaje, se vería obligado a
admitir que la milicia fundamentalista se habría convertido en Estado.
La mayoría de los sectores sunnitas vinculados con Saddam Hussein en el
pasado reciente ha desoído los cantos de sirena de Estados Unidos y
mantienen el apoyo al EI. El "pro-occidental" Frente Revolucionario
Sirio tiene acuerdos con el EI en algunos suburbios de Damasco; el
Ejército Libre Sirio ha denunciado los bombardeos norteamericanos al
grupo islamista Al Nusra, con el cual colabora en algunos frentes.
Incluso los pases de combatientes de un bando al otro serían constantes
(Zaman Al Wasl, 26/9). El Estado Islámico tiene una estrategia política
más clara que sus adversarios, lo cual le ha permitido avanzar con
apenas 30 mil hombres armados.
Las andanzas del EI han alimentado la suspicacia de que sea una
creación del sionismo o incluso de Estados Unidos, porque funciona como
un pretexto para acabar con el gobierno de Siria y promover el
despliegue aéreo (y más tarde terrestre) de Norteamérica. EI no ha
proferido ni una palabra respecto a acabar con el ‘enemigo sionista'. Es
difícil asegurar, por ahora, si esto es una prueba de alianza o una
astucia islámica, para avanzar en la creación de un Estado sirio-iraquí.
El gobierno iraquí, apadrinado por la Casa Blanca, propugna una salida
de unidad nacional de chiítas, sunnitas y kurdos. Esta misma estrategia
fue utilizada por Estados Unidos en 2003, cuando constituyó "consejos
populares sunitas" para luchar contra la infiltración de Al Qaeda, que
terminaron como centros de reclutamiento para los islamistas. Las
contradicciones salen a la luz por todos lados. El nuevo primer ministro
de Iraq recluta ex-baathistas y promete contratos legales y amnistía
para todo ex militante del EI que se una a la nueva fuerza (Iraq Oil
Report, 18/9), pero en el pueblo de Diyala, dichas milicias, coordinadas
por Bagdad, han abierto fuego contra los ‘aliados' kurdos (ídem). El
Irak unificado y antisectario muere sin siquiera haber nacido.
El imperialismo se encuentra en un impasse estratégico. Las
reconfiguraciones políticas de la región se han demostrado
históricamente inviables. Sólo poderosas revoluciones sociales en los
principales Estados que se disputan el nuevo reparto de la región,
pueden poner fin a esta catástrofe y ofrecer una salida.
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