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lunes, 13 de octubre de 2014

La legalización del narcotráfico y el gran negocio de George Soros

Edición Impresa #1335 | Por A. Guerrero

George Soros es un buitre entre buitres y organizador de contrarrevoluciones. Llama la atención, entonces, que hubiera felicitado a CFK por la designación del cura Juan Carlos Molina al frente de la Sedronar.
 
La señora Kirchner se hizo la sorprendida: "¿Cómo sabe este hombre que yo designé a Molina?" (Télam, 28/9). Michel Vachon, portavoz de Soros, aclaró el asunto: "La presidenta Kirchner y el señor Soros discutieron una serie de temas, incluyendo (...) la reforma de la política de drogas en la Argentina y en América Latina" (ídem). Héctor Timerman la completó: "Soros es un hombre comprometido, a través de su Fundación, con la prevención y la lucha contra la drogadicción". El canciller añadió un dato que se desconocía: "Soros estuvo con el padre Molina, quien le comentó sus planes, y estaba impresionado" (ídem).
 
Soros, como se sabe, ha impulsado la despenalización del comercio de marihuana en el Uruguay y el gobierno de José Mujica le dijo servilmente que sí. Después de hablar con Soros, el cura Molina insistió para que aquí se haga lo mismo. Soros representa a una franja importante del imperialismo que pretende cambiar radicalmente, legalización mediante, todo el negocio del tráfico de drogas.
 
Negocio de los grandes bancos
 
Durante la "década ganada" por los K, el narcotráfico ha penetrado profundamente los poderes del Estado y no sólo del nacional. Santa Fe es un caso extremo. Los 21 puertos privados de la provincia santafecina le dan a la producción de drogas ilegales una salida segura. Las bandas que manejan la logística local cobran en especies y luego la colocan en el mercado interno. La lucha por el territorio entre esos grupos hace, por ejemplo, que Rosario tenga más de 300 muertos por año, que la policía esté directamente al servicio de los grupos narcotraficantes y que ahora hasta el gobernador, Antonio Bonfatti, haya quedado emporcado por unas escuchas telefónicas. Es en ese cuadro que Molina propone la libre comercialización de drogas. Ahora ya sabemos de dónde le viene el mandato.
 
En los últimos años, grandes bancos como el City, Wachovia, Bank of America, Wells Fargo o HSBC pagaron multas elevadas por lavar dinero de los narcos (también lo hacen con las enormes masas de capital que mueven el tráfico de armas o la evasión impositiva). Las multas anuncian la tendencia a la legalización: en vez de perseguir penalmente a los narcotraficantes y a los bancos lavadores, se les cobran impuestos. Paul Krugman ha llamado a Soros "delincuente de aventuras financieras".
 
Ese "delincuente y aventurero" podría comprar la deuda en manos de los holdouts. A cambio, el financista se quedaría con una parte de Vaca Muerta y con el negocio de la legalización de las drogas.
 
De todos modos, el gobierno argentino no la tiene fácil porque su propósito de legalizar chocará contra el lobby clerical, incluido el obispo de Roma. Por lo menos, los curas villeros ya pusieron el grito en el cielo.
 
Así las cosas, asistiremos al choque de dos corrientes reaccionarias. Una, que propone la legalización como parte de una estrategia imperialista, o de un importante sector del imperialismo; otra, la de la Iglesia, que pretende atender el problema con el Código Penal, con la represión.
 
El Partido Obrero rechaza terminantemente cualquier persecución a los consumidores y denuncia al narcotráfico, que ha penetrado orgánicamente a los poderes del Estado y a sus fuerzas de seguridad, y se ha transformado en uno de los grandes motores de acumulación del capitalismo en crisis, en decadencia irreversible.
 

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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