George Soros es un buitre entre buitres y organizador de
contrarrevoluciones. Llama la atención, entonces, que hubiera felicitado
a CFK por la designación del cura Juan Carlos Molina al frente de la
Sedronar.
La señora Kirchner se hizo la sorprendida: "¿Cómo sabe este hombre que
yo designé a Molina?" (Télam, 28/9). Michel Vachon, portavoz de Soros,
aclaró el asunto: "La presidenta Kirchner y el señor Soros discutieron
una serie de temas, incluyendo (...) la reforma de la política de drogas
en la Argentina y en América Latina" (ídem). Héctor Timerman la
completó: "Soros es un hombre comprometido, a través de su Fundación,
con la prevención y la lucha contra la drogadicción". El canciller
añadió un dato que se desconocía: "Soros estuvo con el padre Molina,
quien le comentó sus planes, y estaba impresionado" (ídem).
Soros, como se sabe, ha impulsado la despenalización del comercio de
marihuana en el Uruguay y el gobierno de José Mujica le dijo servilmente
que sí. Después de hablar con Soros, el cura Molina insistió para que
aquí se haga lo mismo. Soros representa a una franja importante del
imperialismo que pretende cambiar radicalmente, legalización mediante,
todo el negocio del tráfico de drogas.
Negocio de los grandes bancos
Durante la "década ganada" por los K, el narcotráfico ha penetrado
profundamente los poderes del Estado y no sólo del nacional. Santa Fe es
un caso extremo. Los 21 puertos privados de la provincia santafecina le
dan a la producción de drogas ilegales una salida segura. Las bandas
que manejan la logística local cobran en especies y luego la colocan en
el mercado interno. La lucha por el territorio entre esos grupos hace,
por ejemplo, que Rosario tenga más de 300 muertos por año, que la
policía esté directamente al servicio de los grupos narcotraficantes y
que ahora hasta el gobernador, Antonio Bonfatti, haya quedado emporcado
por unas escuchas telefónicas. Es en ese cuadro que Molina propone la
libre comercialización de drogas. Ahora ya sabemos de dónde le viene el
mandato.
En los últimos años, grandes bancos como el City, Wachovia, Bank of
America, Wells Fargo o HSBC pagaron multas elevadas por lavar dinero de
los narcos (también lo hacen con las enormes masas de capital que mueven
el tráfico de armas o la evasión impositiva). Las multas anuncian la
tendencia a la legalización: en vez de perseguir penalmente a los
narcotraficantes y a los bancos lavadores, se les cobran impuestos. Paul
Krugman ha llamado a Soros "delincuente de aventuras financieras".
Ese "delincuente y aventurero" podría comprar la deuda en manos de los
holdouts. A cambio, el financista se quedaría con una parte de Vaca
Muerta y con el negocio de la legalización de las drogas.
De todos modos, el gobierno argentino no la tiene fácil porque su
propósito de legalizar chocará contra el lobby clerical, incluido el
obispo de Roma. Por lo menos, los curas villeros ya pusieron el grito en
el cielo.
Así las cosas, asistiremos al choque de dos corrientes reaccionarias.
Una, que propone la legalización como parte de una estrategia
imperialista, o de un importante sector del imperialismo; otra, la de la
Iglesia, que pretende atender el problema con el Código Penal, con la
represión.
El Partido Obrero rechaza terminantemente cualquier persecución a los
consumidores y denuncia al narcotráfico, que ha penetrado orgánicamente a
los poderes del Estado y a sus fuerzas de seguridad, y se ha
transformado en uno de los grandes motores de acumulación del
capitalismo en crisis, en decadencia irreversible.
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