Las idas y venidas que se han producido en Unen y en la UCR en los
últimos días han dado lugar a diversas interpretaciones, en especial a
la que sostiene que la crisis de la 'oposición' augura kirchnerismo o
cristinismo para rato. En varios círculos capitalistas, sin embargo, se
comienza a acariciar una expectativa diferente: un próximo gobierno de
Scioli que, lejos de un 'continuismo', sí retenga a los 'barones del
conurbano' y a la burocracia sindical oficialista, por un lado; pero con
un equipo económico (Blejer, Bein, Marangoni) que derogaría la
emergencia tarifaria, eliminaría el 'cepo' y aceptaría las condiciones
de un rescate financiero internacional, por el otro. El 'cambio de
ciclo' sortearía, en este caso, el peligro de 'desgobierno' que
entrañaría una oposición que no contaría con el apoyo de los aparatos
políticos y sindicales del pejotismo. La perspectiva política que ofrece
el sciolismo explica la 'tregua' que los caciques y los burócratas se
empeñan por imponer, en un marco de agravamiento de la crisis social. En
estos términos se va configurando una crisis al interior del
kirchnerismo -donde los amigos de 'quedar adentro' superan en forma
holgada a los que juran luchar 'desde afuera'.
Las crisis que se manifiestan en el campo opositor, entonces, no
responden solamente a las contradicciones de su propio cuño, sino a la
presión que ejerce el sciolismo, que está recuperando a un sector amplio
de la burguesía con un planteo de desmantelamiento del kirchnerismo
dentro del campo oficial. Los K dieron los primeros pasos en esta vía de
extinción cuando 'arreglaron' con el Club de París, Repsol y el Banco
Mundial, y cuando luego se aliaron a Obama y Chevron-Soros para
'puentear' a los 'fondos buitre', aunque en este caso sin éxito. Las
escenas de crisis de la oposición no deberían usarse para ocultar el
relegamiento del kirchnerismo que está armando el peronismo oficial.
Desde esta perspectiva política, el copamiento de posiciones
administrativas por parte del 'camporismo', en las últimas semanas, es
un canto de cisne.
La oposición se ve presionada a unirse por el temor a perder las
elecciones a manos de Scioli, incluso en el primer turno. Desde los
grandes medios se le reclama que firme un acuerdo programático con vista
a formar un gobierno que cuente con mayoría parlamentaria. De este
modo, al desmantelamiento 'ordenado' del kirchnerismo que organizan el
pejotismo y la burocracia sindical oficial, le corresponde, en el campo
adversario, una tentativa de desmantelamiento del progresismo y de la
UCR. Massa y Macri hacen ofertas de copamiento a un conglomerado de
fuerzas que tiene mucho mayor asentamiento que ellos en la geografía
política nacional. Nadie ha destacado esta circunstancia, pero es lo que
reconocen Macri y Massa cuando salen a buscar radicales para sus listas
e incluso aceptan una eventual competencia en las Paso. La crisis de
Unen y de la UCR obedece a que la burguesía ha puesto en la agenda la
formación de un frente del 'ajuste', la devaluación y el rescate
financiero -no un 'frente progresista' con partidos y figuras que
revisten en los márgenes de la política.
Lo que acosa, por último, a la burguesía es la convicción de que la
salida a la bancarrota actual implica un ajuste brutal y que habrá una
respuesta aún más enorme de parte de los trabajadores. Este es el punto
decisivo. De ahí que la pretensión de camporistas, por un lado, y
progresistas, por el otro, de acumular fuerzas o espacios en un marco de
conciliaciones, es ilusoria. La agudización que se delinea en la lucha
de clases plantea el desarrollo de una polarización política. De un
lado, el bloque del ajuste capitalista contra las mayorías populares;
del otro, el bloque de la izquierda empeñada en desarrollar la
independencia política de los trabajadores y el gobierno de los
trabajadores.
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