La crisis política saca a la luz un Estado de “servicios”
El kirchnerismo ha concluido 2015 con una velada crisis de gabinete, en
torno de la crucial cuestión de los aparatos de represión e
inteligencia que él mismo prohijó a lo largo de una década. No es un
secreto que la destitución de los jefes de la ex Side fueron la reacción
oficial a la filtración de datos sobre las corruptelas K, desde los
“servicios” hacia la justicia. Sin ir más lejos, la mayor de esas
denuncias -la operación de lavado de dinero entre Lázaro Báez y los K-
habría sido provista a los jueces desde las usinas de los “servicios”
oficiales. El kirchnerismo montó un férreo sistema de espionaje y
delación, que se expresó en el Proyecto X y otras operaciones de
fisgoneo sobre el movimiento popular. Hace rato, sin embargo, que estos
“servicios” iniciaron su pasaje al poskirchnerismo y a la oposición
política, agregando otro episodio a la disgregación oficial. Pero la
activación de denuncias en los estrados revela una cuestión de mayor
alcance: el sistema judicial es una criatura de los “servicios”. La
infiltración es mucho más vasta: por caso, un histórico de la Side,
Darío Richarte, vicerrector de la UBA que cogobiernan los K con las
camarillas radicales, es también el abogado de Boudou y, según algunos,
propietario en las sombras de los medios del grupo Szpolski. La crisis
de estos días, en definitiva, pone de manifiesto el carácter
conspirativo de la llamada “democracia argentina”, movida en las sombras
por elementos ligados a camarillas capitalistas y a los servicios de
inteligencia internacionales.
Massa, Macri
Por eso mismo, la responsabilidad en el “régimen de servicios” se
extiende a la oposición. Se ha revelado que uno de los capos del
espionaje, Francisco Larcher, fue expulsado por Cristina a raíz de su
afinidad política con Massa. Un columnista de La Nación ha señalado que
“es sorprendente que Massa no desmienta que su frente, denominado
“renovador” incluye una parte del aparato estatal de inteligencia”
(22/12).
En todos estos años, las tareas de los servicios kirchneristas se
desplegaron ante la completa impotencia del Congreso y, en particular,
de su “bicameral de control de las actividades de inteligencia”. Las
razones de esta inoperancia deben encontrarse en la complicidad de todas
las fracciones opositoras. El mismo columnista señala que los
“servicios” lograron la complacencia del PRO cuando, a cambio de la
postulación de una diputada macrista ligada al espía Larcher en esa
bicameral, le prometieron a Macri que “iban a aliviar su situación en la
causa por espionaje clandestino del espía Ciro James” (ídem). Está muy
claro que, a cambio de esta complacencia PRO, el kirchnerismo bajó los
decibeles en el escándalo de Fino Palacios y los espías porteños, que
debió haber terminado con la destitución de Mauricio Macri.
Milani
En este cuadro, la crisis intentó cerrarse con dos movidas que retratan
la catadura de los “nacionales y populares”. Por un lado, Cristina
colocó como jefe de gabinete de facto a Aníbal Fernández, un histórico
provocador contra el movimiento popular. Del otro, ha reforzado las
atribuciones del Ejército y del represor César Milani como jefe del
espionaje interior. Esta decisión, sin embargo, ha llevado a la crisis a
un plano superior, pues Milani acaba de ser citado a indagatoria en la
causa que lo responsabiliza por la desaparición del conscripto Ledo.
Nora Cortiñas, por su parte, ha reclamado que se lo investigue por el
secuestro de su propio hijo. La designación de Milani -un hombre de la
inteligencia militar- al frente del Ejército, delató la intención
oficial de devolverle a las fuerzas armadas un protagonismo inédito en
los últimos treinta años, con vistas a trasladarle a las masas el fardo
de la crisis. Por eso mismo, una caída de Milani implicaría una victoria
contra esa orientación represiva. Con esa comprensión, nuestros
diputados presentaron muy tempranamente una iniciativa en el Congreso . Ahora, la crisis abierta replantea con fuerza esta
lucha, que debemos unir a la denuncia de todo el carácter conspirativo
del Estado y de sus “servicios”. Señalamos la complicidad de los
opositores tradicionales, que han gobernado y gobiernan con los espías, y
llamamos a redoblar la movilización independiente para que se vaya
Milani; por la apertura de todos los archivos de inteligencia y la
disolución de los organismos de espionaje y delación del Estado.
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