La masacre perpetrada contra el semanario satírico francés, Charlie
Hebdo, llena de consternación a los trabajadores y verdaderos demócratas
de todo el mundo. Es el momento de ratificar la defensa de la libertad
de expresión y de opinión, en especial cuando el periodismo ataca con
sus armas de la crítica y la sátira el fanatismo religioso o
nacionalista, que envenena las relaciones entre los pueblos, siembra la
cizaña y la división entre las clases explotadas y desposeídas de los
diversos países, y socava la unidad internacional de sus luchas.
Es inadmisible, sin embargo, que este repudio sea confundido con
cualquier solidaridad política con el Estado y gobierno de Francia, que
tiene un record internacional de masacres contra innumerables pueblos,
como ocurre también con todos los gobiernos de la Otan y los gobiernos
reaccionarios del planeta entero. Hoy mismo estas masacres de estado se
ejecutan en todo el Medio Oriente, con el apoyo de los gobiernos
occidentales, como está ocurriendo desde siempre en Palestina y
últimamente en Egipto.
La solidaridad absoluta e incondicional con los periodistas y las
otras víctimas de la masacre de Charlie Hebdo y con el pueblo y los
trabajadores de Francia, no puede extenderse a los gobiernos y estados
masacradores, a riesgo de socavar la autoridad política y moral de la
lucha contra un terrorismo de clara connotación fascista.
Jorge Altamira
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