La reunión de Aníbal Fernández con los sindicatos del transporte para
levantar el paro del 31 de marzo contra el impuesto al salario fracasó.
El paro, largado 40 días antes, había tenido en cuenta el discurso
presidencial del 1° de marzo donde se esperaba un anuncio para
descomprimir la presión. En ese momento, no pasó nada. Ahora, tampoco.
Así es la hondura de la crisis fiscal. El rubro de descuentos
salariales en la recaudación de ganancias se ha hecho imprescindible
para sostener el pago de una deuda usuraria, los subsidios a las
privatizadas y exenciones impositivas a los capitalistas, entre otras
maravillas de la equidad kirchnerista.
Los mentideros políticos indican que el gobierno mandaría una ley
sobre el punto. Hay que verlo, pero esto sería echar lastre con vistas a
las votaciones de agosto y octubre (el piso anterior se modificó entre
las Paso y las definitivas), mientras siguen recaudando.
Esta política brutal del camporiano Kicillof afecta siempre al mismo
1,3 millón de trabajadores –los que superaban los 15.001 pesos en agosto
de 2013-, pero la carga sobre ellos se hace insoportable. La llamada,
aún al día de hoy, “tablita de Machinea”, hace estragos después de la
paritaria. La cuestión es explosiva en ciertos gremios muy afectados
como bancarios y varios del transporte, pero también en los sectores más
calificados del movimiento obrero.
El punto hace estériles las paritarias en sectores enteros. Con ese
argumento, nada más que un argumento, los gremios ferroviarios y UTA
fueron a cifras fijas y se dice que lo mismo podría hacer la UOM: una
virtual anulación de las paritarias, es decir del debate en relación a
básicos, categorías y los reclamos esenciales que justifican su
existencia.
El paro, no deseado por los jefes de la tregua de la “gobernabilidad”
(del ajuste), se presenta, no obstante, como un canal de lucha. A
organizarlo. El clasismo tiene que intervenir planteando la abolición
del impuesto sobre salarios convencionales: reuniones, plenarios,
asambleas fabriles. Preparar las medidas de lucha en los gremios
adheridos y en los que no, de acuerdo a una relación de fuerzas. Por
ejemplo en el subte y en tantos otros sectores.
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