Obama acaba de protagonizar otro acto de injerencia imperialista en una
nación latinoamericana. El decreto que declara a Venezuela como una
"amenaza a la seguridad nacional y la política exterior" es un verdadero
atropello a la soberanía nacional. Es una extensión de una ley que ha
votado el Congreso de mayoría republicana. La amenaza la esgrime, en
realidad, Estados Unidos, que es una gran potencia, contra una nación de
desarrollo económico y militar considerablemente inferior. Las
invocaciones democráticas para justificar el decreto son (como siempre)
pura apariencia, pues su objetivo explícito es intervenir en el
desarrollo político de Venezuela a favor de los intereses del
imperialismo yanqui. El demócrata afroamericano no encontró una sola
palabra hasta ahora para condenar el movimiento opositor de derecha, que
ha declarado su finalidad de producir el derrocamiento a corto plazo
del gobierno chavista mediante acciones directas.
El decreto sanciona con medidas de embargo a siete funcionarios de alto
rango, aunque las autoridades de Venezuela han desmentido que tengan
activos en el exterior. El senador republicano y lobbista anticubano
Marco Rubio se quejó, sin embargo, de que no haya sido sancionado el
ministro de Defensa. La agresión de Obama no ha sido acompañada por la
Unión Europea. China hizo un llamado al diálogo entre los dos países, y
el presidente de la Unasur advirtió contra la 'radicalización de los
ánimos'.
El decreto intervencionista se dicta luego de un colosal fracaso de la
Unasur para reunir en una mesa de negociación al oficialismo y a la
oposición. Para un sector de esta última, las medidas represivas del
gobierno, con un carácter indiscriminado, advertirían de una intención
del gobierno de amañar las elecciones parlamentarias, previstas para
septiembre próximo, de modo que aseguren una mayoría artificial para el
chavismo. Para la derecha, esas elecciones serían su última posibilidad
de voltear al gobierno mediante un juicio político a cargo de una
mayoría legislativa propia. Numerosos especialistas en opinión pública
señalan que la oposición ha perdido respaldo popular en la etapa
reciente, incluso cuando la imagen pública del presidente Maduro se
arrastra por los suelos. En definitiva, el pretexto para el decreto de
Obama es la caracterización de que el gobierno se orienta a un auto
golpe, que podría favorecer las condiciones para enfrentamientos
armados. Es lo mismo que, hace dos semanas, había advertido el uruguayo
Mujica. Esto no cambia un ápice la naturaleza imperialista de la amenaza
contra el gobierno de Venezuela.
Aunque, como es obvio, el gobierno de Cuba y el mismo Fidel Castro han
repudiado la intervención norteamericana, no se observa, de otro lado,
que el decreto en cuestión haya alterado el proceso de normalización
diplomática entre los dos países. Tampoco ha ocurrido eso con las
negociaciones de Colombia con las Farc; al revés, el presidente Santos
aseguró que iban por buen camino, en una reciente gira a España. No se
debería excluir, entonces, que uno y otro país hayan sido advertidos de
antemano del dictado del decreto ejecutivo por parte de la cancillería
norteamericana.
La agresión diplomática de Estados Unidos ocurre, asimismo, cuando la
derecha republicana ha salido a defender a Netanyahu, que acaba de
anular el compromiso del estado sionista de admitir la formación de un
estado palestino. En la misma agenda figuran el rechazo a cualquier
acuerdo nuclear con Irán y la normalización de relaciones con Cuba.
Obama se ve obligado a cabalgar sobre una crisis al interior del estado
norteamericano. Los republicanos prevén que América Latina les podría
ofrecer un gran regalo: una sucesión macrista al kirchnerismo y hasta un
juicio político a Dilma Rousseff, lo cual desbarataría las veleidades
autonomistas de la burguesía del Mercosur. Es muy clara la transición
política mundial que ha incubado la victoria de la izquierda en Grecia y
la acentuada crisis de la unidad europea, por un lado, y los reveses
sufridos por la UE y Estados Unidos en su tentativa de apropiarse de
Ucrania, por el otro. La bancarrota capitalista mundial no cesa de
acentuarse, con la yapa de la debacle de los países emergentes, como
consecuencia de la fuga de capitales y la caída de los precios de las
materias primas, cuyo punto más alto es la salida de 1 billón de dólares
de China, en medio de una crisis financiera fenomenal en la banca
paralela.
La respuesta de Maduro a la movida de Obama y al fracaso de la
mediación de la Unasur, ha sido reclamar una Ley Habilitante para la
seguridad nacional, lo que equivale a instaurar el gobierno por decreto
-pues ya existe ese régimen en materia económica. Nada de esto pondrá
fin a la catástrofe económica de Venezuela, que es alimentada desde las
propias entrañas de este régimen. El sistema de cambios de Venezuela es
un festival económico para los especuladores con conexiones con el
aparato del estado. El chavismo rechaza la nacionalización del comercio
exterior. Las nacionalizaciones realizadas se encuentran en bancarrota, a
manos de sus propios directivos oficialistas. En los blogs chavistas se
denuncia, con mayor frecuencia, tentativas de desnacionalizar las
empresas estatales. La crisis política limita la capacidad del gobierno
de proceder a una unificación del mercado de cambios, mediante una
superdevaluación, y a una marcha atrás en la industria estatal. A
diferencia de lo que acaba de ocurrir con Argentina, China se negó a
extender un crédito de apoyo a las reservas internacionales de
Venezuela. Esto explica que haya empezado a vender sus reservas en oro.
Un gobierno por decreto es una amenaza para los trabajadores.
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