Pero en relación a los “tiempos pasados”, el discurso retrató los
límites sociales insuperables del “gobierno de la burguesía nacional”.
Deuda
Nada retrata mejor este carácter conservador que la reivindicación
rabiosa del pago de la deuda usuraria, que CFK reconoció en unos 200.000
millones de dólares. Como siempre que alude al “desendeudamiento”, la
Presidenta ocultó que esa deuda fue cancelada con los recursos de la
Anses y con el desfalco de las reservas internacionales. Cuando se
considera esa hipoteca, la deuda se duplicó de 2001 hasta hoy, hasta
alcanzar los 270.000 millones.
La Presidenta se jactó de los recursos acumulados por el fondo de
garantía de la Anses -como si esos recursos hubieran servido para elevar
los haberes jubilatorios. Lo cierto es que sus dos terceras partes
están colocados en títulos de la deuda pública: de este modo, los fondos
jubilatorios han operado como una gigantesca garantía en favor del
capital financiero y de los acreedores internacionales. En sintonía con
estos intereses sociales, CFK se jactó de la suba de la cotización de la
deuda externa. No dijo, sin embargo, que los “analistas” lo asocian a
la catadura de quienes se postulan a la sucesión presidencial.
Trabajadores
El ataque a los docentes y a sus reclamos salariales suele ser un
clásico en las aperturas de sesiones del kirchnerismo. En este caso,
Cristina Kirchner se pavoneó de que “las clases empiezan para todos los
argentinos”, ocultando los conflictos abiertos en al menos seis
provincias y las conciliaciones obligatorias impuestas en otras. En el
resto del país, no es la mejora del salario docente lo que explica el
inicio de las clases, sino la tarea de las burocracias sindicales y las
conciliaciones obligatorias oficiales las que -por ahora- contienen a
los docentes. CFK celebró este trabajo de pinzas contra los maestros.
Por lo demás, la Presidenta ratificó la vigencia del impuesto al
salario, mientras reivindicaba las exenciones de impuestos para las
colocaciones financieras. Llegó a decir que no se produjo “ni un solo
despido en la industria automotriz”, ocultando que miles de puestos de
trabajo se cayeron bajo la forma de retiros voluntarios. Ni qué decir de
los despidos en las patronales autopartistas, impuestos en Lear,
Gestamp, Valeo y otras, con el concurso del Ministerio de Trabajo y de
la burocracia sindical. A una clase trabajadora cuyo salario lleva
varios años de caída, Cristina Kirchner le presentó el caramelo del plan
“en 12 cuotas” -o sea, el endeudamiento creciente, que habilita al
consumo actual a costa de la contracción del consumo futuro. La
hostilidad del kirchnerismo hacia los reclamos obreros no faltó en el
discurso de despedida.
Amia y “servicios”
Cristina Kirchner, finalmente, aludió a la crisis política relacionada
con la causa Amia y la muerte de Nisman. Pero lo hizo para reivindicar
el montaje de una acusación contra Irán a la medida de las necesidades
del sionismo y del departamento de Estado, y que se mantuvo en pie hasta
que Estados Unidos decidió negociar con aquel país. En la última
voltereta de esa política, el canciller Timerman acaba de pedir la
inclusión del tema Amia en las negociaciones del departamento de Estado
con Irán, para luego “denunciar” a las actuales negociaciones yanquis
con el gobierno iraní. El único denominador común en estas volteretas es
el encubrimiento de la conexión local -o sea, de los servicios que el
kirchnerismo prohijó durante años para provecho de sus propias
operaciones de espionaje contra el movimiento popular, y del que sólo se
distanció cuando los Stiusso pasaron a jugar con la oposición. En lugar
de ellos, los “nacionales y populares “ echaron mano del represor
Milani.
Cristina Kirchner fue virulenta con el “partido judicial”, aunque no
podría explicar si el juez Rafecas -y el salvavidas que éste le tiró al
gobierno- forma parte del “partido”. La soga del cerco judicial aprieta,
pero no ahorca, al menos por ahora. Su función política es asegurar que
la transición política desemboque en los Scioli, Macri o Massa. Los
opositores que mascullaban en sus bancas por la causa Amia son los
mismos que se quedaron con Stiusso o que conchabaron a encubridores
notorios como el “Fino” Palacios.
La movilización que acompañó el discurso oficial, palanqueada con todos
los recursos del Estado, se fue de la plaza sin respuestas ni
perspectivas. Después de casi una década, la burguesía nacional y su
gobierno han consolidado la precarización laboral, la penuria salarial y
una mayor polarización social, mientras el Estado que concurrió al
rescate de los capitalistas ha quebrado sus presupuestos y reservas
internacionales. Los Macri o Massa, con sus matices y pujas intestinas,
sólo aspiran a afrontar esa crisis a costa de una nueva confiscación
social. La adscripción de oficialistas y opositores (y particularmente
de sus fracciones seudoprogresistas o centroizquierdistas) a las salidas
del capital internacional le plantean al Frente de Izquierda el inmenso
desafío de reforzar, por medio de una enérgica campaña política, un
polo político anticapitalista, por la independencia política de los
trabajadores y de lucha por un gobierno propio.
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