Fuera Milani
Salvo por la repercusión escandalosa que ha tenido en la tapa de los
diarios, las revelaciones del diario online inglés The Intercept sobre
el espionaje británico en la Argentina no son especialmente novedosas.
Sin embargo, recuerdan la injerencia permanente y sistemática del
imperialismo sobre la vida nacional. De los informes suministrados por
el ex espía norteamericano Edward Snowden, que The Intercept ha
trabajado desde el principio, se desprende que el JTRIG (Joint Threat
Research and Intelligence Group) ha ejecutado en el país operaciones
encubiertas en redes sociales e intervenido comunicaciones militares y
de seguridad.
The Intercept indica que la JTRIG “ha desarrollado herramientas para
plagar Internet de información falsa (…) manipular encuestas online,
inflar artificialmente la cantidad de personas que visitan determinadas
páginas o amplificar los pedidos de sanción en YouTube para videos con
contenidos que no les favorezcan”.
En principio se debe señalar que los servicios extranjeros no operan
aquí en territorio hostil; muy por el contrario, tienen la colaboración
sistemática del espionaje local e incluso de los gobiernos nacionales.
Si se recuerda que durante la guerra de Malvinas se le siguió pagando la
deuda externa a Londres, que la banca inglesa seguía operando en el
país e incluso que la flota de Margaret Thatcher fue reaprovisionada por
buques cisterna que partieron del puerto de Bahía Blanca, se ve hasta
qué extremos puede llegar esa colaboración. El vínculo de “Jaime” Stiuso
con la CIA y el Mossad no era un asunto personal: la Side vive
orgánicamente de esa ligazón con los servicios extranjeros. Jorge “Fino”
Palacios, el comisario de confianza de Mauricio Macri, también es
hombre de confianza del espionaje extranjero, y el jefe del gobierno
porteño llegó al colmo de declarar públicamente que el Mossad le había
recomendado poner a Palacios al frente de la Metropolitana. De los
cables revelados por WikiLeaks se desprende que la principal fuente de
información de los espías extranjeros son los espías locales y también
distintos funcionarios del gobierno.
El gobierno K, muy locuaz en otros menesteres, se llamó a silencio.
Ocurre que la revelación de Snowden lleva por sí a una pregunta básica:
¿y el general César Milani? La inteligencia militar, que él maneja,
tiene un presupuesto de 600 millones de pesos anuales, y recibió un
incremento del 30 por ciento en el último ejercicio. La alternativa es
sencilla: Milani es un inútil o es cómplice de los servicios
extranjeros. Si solo es lo primero, ya alcanza para exigir que se vaya.
Es elemental que no puede estar al frente de la inteligencia militar si
le pasan elefantes entre las piernas sin que se dé cuenta. Pero queda
claro que no se trata sólo de eso: el espionaje de Milani es el del
Proyecto X, la persecución a militantes sindicales, de organizaciones
sociales, de la izquierda, a periodistas molestos.
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