Por: Diego Rojas
Todos los conocemos. Forman parte de cierto grupo de
personas que no teme hacer demostración pública de impudicia. Son
impulsores de derrumbes morales cotidianos y perdieron la capacidad del
rubor. Estos días están dando vueltas por toda la web. Realizando
manifestaciones políticas. Posaron frente a algunas cámaras
fotográficas. Sostuvieron carteles manuscritos convocando a una marcha.
Pronunciaron entonces la consigna: “Ni una menos”. Mantuvieron los ojos
abiertos ante el flash. Luego volvieron a los despachos estatales donde
se dan cita los cómplices del femicidio y la represión. Sergio Berni,
Aníbal Fernández y la Policía Metropolitana son algunos de los
impostores del #NiUnaMenos, quienes de repente no sólo parecen haber
adquirido consciencia de los derechos de la mujer, sino que querrían que
se los esterilice de las responsabilidades que poseen en este estado de
las cosas.
Una mujer en Mendoza denuncia a su marido varias veces por
violencia en la comisaría. La Policía cita al marido pero lo deja en
libertad. La mujer decide irse de la casa. Mientras realiza la mudanza,
el hombre ingresa en el lugar, llega hasta la cocina, ve a la mujer y
comienza a apuñalarla. Se retira, pero al irse comprueba que María del
Carmen Saldaño sigue respirando, entonces Oscar Rubén Suárez regresa, culmina su tarea, y cuando comprueba que ya no respira, la abraza y dice: “Te amo”. Sucedió el 15 de mayo en el barrio de San José.
“No le sirvió de nada porque ahora salen todos a hablar
pero no hizo nada la psiquiatra ni los profesionales que lo atendían, ni
el juez, ni el fiscal, nadie hizo nada, se lavaron las manos,
simplemente la dejaron sola”. Así caracterizó el rol del Estado en
declaraciones a la prensa una amiga de María Eugenia Lanzetti, quien
fuera degollada por su ex pareja Mauro Bongiovanni en un jardín de
infantes, donde daba clases y delante de los niños, en Córdoba hace
pocas semanas.
En el libro “Francesas”, del periodista Jean Charles
Chattard y que acaba de ser presentado en Salta, se postula la tesis
acerca del encubrimiento judicial -y que fue refrendado por la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner- en el caso de las turistas
francesas asesinadas a tiros en 2011. Una trama estatal de
desaparición de pruebas, torturas policiales, deslindamiento de la
información de autopsias realizadas en Francia y sospechas sobre la
plantación de los cuerpos en el lugar donde fueron encontrados.
Una pista indica, según el libro, que las francesas habrían sido
asesinadas luego de participar en una fiesta de los hijos del poder
salteño. Mientras tanto, la presidenta había ido a Francia y entregado
al entonces presidente Sarkozy las supuestas pruebas de un crimen que
había sido resuelto. Todo mentira. El Estado era encubridor.
Tal como sucedió en el caso de Paulina Lebbos. Una mujer
asesinada y cuyo crimen fue imposible de investigar por siete años
debido a la acción del Estado. Inacción que fue comprobada por la
Justicia, que ordenó que se cambiara al fiscal Albahaca -que no había
avanzado en la investigación, que había desviado pistas, que había
omitido pruebas- por otro equipo judicial que, siete años después, debía
retomar el camino para resolver el crimen. Una pista sobre el asesinato
de Paulina tenía como sujetos matadores a otros hijos del poder
tucumano que habrían usado sus vínculos estatales para encubrirse.
Así como sucede en esas cuevas del crimen llamadas
“whiskerías” -escudadas también bajo la fachada de boliches más
sofisticados- que se nutren de la esclavización de mujeres cuyos cuerpos
son convertidos en objetos destinados a la mecanización fordista del
sexo pago. Mujeres llevados a los centros urbanos desde pueblos
recónditos bajo la promesa de futuros laboriosos pero que se encuentran
con el encierro, la retención de documentos, la violación reiterada, la
desaparición de la vista de los suyos y hasta la muerte. Un negocio
mafioso cuyo mayor impulsor es la policía. Una policía que también es
cómplice a la hora de esconder los talleres textiles clandestinos donde
familias enteras trabajan sin salidas en jornadas de dieciséis horas,
entre otros crímenes policiales.
Y entonces esos representantes del Estado y la
represión, de la Policía y sus negocios mafiosos, sonríen frente a
cámara o simulan gestos graves mientras sostienen un cartel que dice
#NiUnaMenos en una muestra de cómo se pueden traspasar todos los límites
de la hipocresía.
Ellos no deben estar, y sí debemos estar todo el resto.
Quienes abogamos porque cesen los femicidios; porque se realicen
estadísticas oficiales y haya un registro de la violencia contra la
mujer y los femicidios; porque existan fueros especiales de crímenes
contra la mujer en los ámbitos civil y penal de la justicia; porque se
reglamente en su totalidad la Ley de Protección Integral a las Mujeres y
que se provea de fondos para su implementación; quienes planteamos que
deben existir en las currículas educativas contenidos preventivos de la
violencia contra la mujer; aquellos que estamos a favor de la
legalización del aborto, que debe ser gratuito y, también, quienes
pensamos que debe existir un ente autárquico y autónomo en el Estado que
sea elegido por votación y que se ocupe de los temas de las mujeres.
Debemos marchar, impedir el oportunismo de los cómplices, llenar la
plaza de Congreso y todas las plazas del país el 3 de junio, hacer
posible el #NiUnaMenos.
Fuente: http://opinion.infobae.com/diego-rojas/2015/05/27/los-impostores-del-niunamenos/
Fuente: http://opinion.infobae.com/diego-rojas/2015/05/27/los-impostores-del-niunamenos/
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