El triunfo de la huelga aceitera, luego de 25 días de paro y piquetes sobre las terminales portuarias, ha sido un duro golpe a los pactos entre el gobierno, las patronales y la burocracia sindical. Los aceiteros reivindicaron el salario mínimo igual a la canasta familiar, un planteo histórico de la izquierda clasista, contra el cual han sido sistemáticamente hostiles la burocracia de los sindicatos y las patronales. Ese salario mínimo es uno de los derechos fundamentales de la clase obrera bajo el capitalismo -o sea, la capacidad de adquirir la canasta familiar por parte de un trabajador con empleo.
El otro es el derecho al trabajo -o sea, a la subsistencia social en las condiciones de la explotación capitalista.
La Federación de Aceiteros ha abierto un nuevo curso histórico al movimiento sindical: calculó ella misma el costo de la canasta y luego alcanzó ese objetivo por medio de una huelga indefinida, piquetes y asambleas. Es necesario llevar esta reivindicación al debate en el seno del activismo y de los trabajadores en general. La burocracia de la UOM no fue siquiera capaz de obtener un mínimo de 8.500 pesos, un 40% inferior al costo de la canasta familiar. El triunfo aceitero ha mostrado de un modo afirmativo la completa caducidad de la burocracia sindical. Ha abierto, en los sindicatos, una crisis explosiva.
Axel negrero
El empecinamiento del gobierno por establecer los techos salariales le otorgó a la huelga aceitera un carácter político. La negociación se trasladó al Ministerio de Economía y a la Casa Rosada. Kicillof ya había impuesto a la UOM, a Comercio y la Uocra el techo salarial oficial; en el caso de los aceiteros tuvo que recular.
Para justificar los techos salariales, Kicillof hizo propio el discurso
neoliberal, que presenta a los salarios como los causantes de la
inflación. Como el kirchnerismo ha decidido atravesar las elecciones
apelando a tasas de interés altas y dólar planchado, la reducción del
poder adquisitivo del salario busca apuntalar esa bicicleta financiera.
Kicillof descarga los gigantescos desequilibrios económicos que se han
acumulado con un ajuste sobre los trabajadores, mientras apela a un
nuevo endeudamiento para poder pagar la deuda vieja y mantener los
subsidios a la clase capitalista.
El kirchnerismo ha revelado su costado más reaccionario al querer
oponer a los trabajadores -que reclaman por su salario- con las millones
de personas que reciben asistencial estatal. El trabajador que está por
debajo del umbral de pobreza resulta afectado también por la política
que grava el consumo (IVA, ingresos brutos, inmobiliario), sin la
posibilidad de contrarrestar esta confiscación con luchas salariales que
transfieran esa carga a la patronal.
Todos al paro
Los aceiteros no están solos. El parazo de los Suteba combativos,
contra el atraso en el pago de los salarios por parte de Scioli, se
extendió a los que dirige el yasquismo. El conflicto en los bancos sigue
en pie. El departamento de San Lorenzo, eje de la huelga aceitera,
tiene en su agenda lanzar un plan de lucha por la extensión de esa
conquista a todos los trabajadores vinculados con la exportación
(convenio Copa).
El paro del 9 de junio contra el llamado impuesto a las ganancias de la
cuarta categoría, debe ser abordado desde esta perspectiva. Es lo que
hizo el masivo plenario convocado por el Sutna de San Fernando, que
resolvió transformar el paro en una jornada de piquetes y movilización
al Ministerio de Trabajo, por paritarias libres, un salario mínimo igual
a la canasta familiar, la eliminación del impuesto al salario y la
prohibición de los despidos y suspensiones. Y planteará la necesidad de
un paro de 36 horas con movilización a la Plaza de Mayo.
El acto de lanzamiento de la fórmula Altamira-Giordano que realizamos
el 5 de junio en Ferro fue una tribuna para esta política.
Fuente:http://www.po.org.ar/prensaObrera/1366/sindicales/una-nueva-situacion-en-los-sindicatos
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