Mientras se bate el parche sobre el "cambio de actitud" de los
gobiernos europeos, está en marcha un nueva escalada belicista del
imperialismo.
En Francia, el apoyo del presidente François Hollande -la política de
admisión de más refugiados en el continente europeo- actúa de taparrabos
de las nuevas operaciones militares en Medio Oriente, que se justifican
con el argumento de "ir al origen del problema". Los aviones franceses
realizan patrullajes y se preparan para bombardear Siria. No es el
único: James Cameron buscará, este mes, conseguir la autorización del
Parlamento británico para bombardear, aunque al precio de una crisis
política que ya está en curso.
Los bombardeos, sin embargo, no han tenido éxito hasta ahora. Según El
País, "los expertos militares coinciden en la necesidad de desplegar
tropas sobre el terreno" (8/9). Pero Hollande reconoce que eso está
fuera de su alcance. Un plan intermedio de los yanquis, que consistía en
el entrenamiento militar de opositores, ha fracasado por el temor a una
infiltración de la rama siria de Al Qaeda (al-Nusra). Queda la
posibilidad de una intervención militar turca que forme una "zona
protegida" y, de paso, debilite la extraordinaria lucha del pueblo
kurdo.
Vuelve a reflotarse, en un cuadro de empantanamiento, el planteo de una
negociación con el dictador sirio Al Assad. Lo planteó explícitamente
el ministro de Asuntos Exteriores de España. Hollande, por su parte,
confirmó tratativas "con países del Golfo, Rusia e Irán por una
transición política" (ídem), que involucran también a Washington. El
régimen de Teherán ha reiterado su voluntad de contribuir activamente a
esa transición, sin descartar la posibilidad de que Assad dé un paso al
costado si hiciera falta. Pero dados el mosaico opositor y las
contradicciones que sacuden a Medio Oriente, una transición en Siria
abre una nueva caja de Pandora.
Nuevo capítulo
Entre tanto, la catástrofe de los refugiados se encuentra descontrolada
y conoce cada día nuevos episodios. Las autoridades y fuerzas de
seguridad de las islas griegas del Mar Egeo se sienten desbordadas por
los más de 30.000 arribos. En Lesbos, los refugiados marcharon en
protesta por las condiciones indignas de permanencia. El partido nazi,
Amanecer Dorado, atacó la movilización, pero los que han ganado las
calles europeas en el curso de la crisis son los que simpatizan con los
refugiados: 10.000 en París el 5 de septiembre y 20.000 en Viena, a lo
que debe añadirse la organización de centros de apoyo a refugiados en
numerosos países y las miles de familias que han puesto sus hogares a
disposición. Es esta presión popular, junto a la rebelión de los propios
refugiados en Hungría, lo que ha obligado a Merkel y otros líderes de
la Unión Europea a lo que los medios llaman un "cambio de actitud" en
relación con los inmigrantes. Los jefes europeos, sin embargo, apuntan a
regimentar la crisis.
Cupos y represión
El planteo de Alemania -establecer cuotas obligatorias de asilo para
todos los países de la UE- apunta a una 'socialización' de la crisis, a
través de la redistribución compulsiva de la masa de refugiados que
intentan arribar a su país. El plan de cuotas es resistido por Reino
Unido y un bloque de países del Este. La cifra de 160.000 refugiados que
la Comisión Europea y Merkel quieren repartir ante la emergencia, y
que el ministro de Economía teutón reconoció como una gota en el océano,
constituye también un intento de regimentación. Por ejemplo, a los
migrantes que formen parte del plan se les impondrá el país de destino y
los países receptores podrán ejercer una especie de veto y de
selección. Como parte de este control, se instituye una lista de "países
seguros", lo que implica la deportación de los refugiados que
pertenecen a países que no están en guerra. Pero las controversias del
plan tienen ya sus manifestaciones internas: la Unión Social Cristiana
alemana (CSU) calificó los planteos de su aliada Merkel como un profundo
error, mientras que el partido de Nicolás Sarkozy en Francia ha salido a
cuestionar la política 'receptiva' de Hollande.
Al mismo tiempo, los países que sirven de corredor a la escalada
migratoria refuerzan sus medidas represivas. Austria ha cortado la línea
de trenes con Hungría, debido a las miles de personas que intentan
arribar a Viena como parte de su ruta hacia Alemania. Dinamarca
endureció los controles en sus fronteras y promociona su hostilidad en
los diarios de Medio Oriente para disuadir posibles emigrantes. En la
campaña electoral griega, sacudida por el problema migratorio, Nueva
Democracia se mostró partidaria de reforzar las fronteras y centros de
detención. Griegos Independientes, la fuerza de extrema derecha que
formó gobierno con Tsipras, postula al ejército como garante de la
seguridad en las islas.
Entre tanto, los bombardeos y la escalada bélica del imperialismo está
llamada a agravar la catástrofe humanitaria y desatar una nueva ola de
refugiados.
¡Fuera el imperialismo de Asia, Africa y de todas las naciones
ocupadas! Asilo incondicional y sin cupo para todos los refugiados.
Abajo las deportaciones y los "centros de traslado".
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