Cuando falta menos de una semana para las elecciones generales, la delimitación
política entre las diversas fuerzas en disputa es muy clara. Ámbito
Financiero, un diario paraoficialista, dio a conocer con bastante
precisión el planteo de Scioli. Describe el lanzamiento de un nuevo
blanqueo de capitales (para evasores de impuestos y divisas), con la
expectativa de traer fondos del exterior y una nueva ronda de
negociaciones con los fondos de buitres, que habilite al juez Griesa a
permitir el pago de la deuda externa a los acreedores regulares. La
intención de este plan es evitar una devaluación brusca y a las apuradas
del peso, a sabiendas que ella desataría una crisis social y política
en el comienzo de su eventual mandato.
Advertido de que esto no
alcanzaría para acercar un mango desde afuera, Ámbito señala que Scioli
les daría a cambio un título de deuda externa, que hoy cotiza a una tasa
de interés del 10% anual. Lo que el diario no menciona, pero se deduce
de todo el planteo, es que esto solamente tendría consistencia con una
fuerte reducción del déficit público, o sea con un ajuste. Lejos de
esquivar la devaluación, este esquema sería el marco que la haría
posible, porque sin una devaluación importante nadie entraría en un
blanqueo, como tampoco entraron en los dos que armó Kicillof. Una
negociación con los buitres y un acuerdo con Griesa solamente sería
viable con un preacuerdo, lo que involucraría un aumento de la deuda
externa en 15.000 millones. La tasa de ganancia del capital ha caído en
forma considerable en Argentina, tanto en el agro como en la industria,
por lo que cualquier política de salida capitalista hace eje en una
considerable recuperación. Esta crisis se manifiesta en los despidos en
la siderurgia y la industria automotriz y metalúrgica.
Ninguno de los cinco candidatos capitalistas salió a denunciar este
planteo, y menos que nadie los K y Kicillof, a pesar de la andanada de
imputaciones que se hacen en la campaña. Están todos en el barco de la
devaluación y del endeudamiento en gran escala. Argentina se encuentra
de nuevo en 'defol' -las reservas netas del Banco Central no superan los
4.000 millones. A esto nos ha llevado la política del
'desendeudamiento', o sea la política del vaciamiento financiero de
Argentina, por casi 200.000 millones de dólares, que han saludado todas
las tendencias políticas patronales y centroizquierdistas.
La otra delimitación política sustancial la produjo Sergio Massa con el
planteo de mandar a militarizar los barrios. Massa retoma de este modo
el proyecto del kirchnerista Milani, del sciolista Berni y del
'metropolitano' Macri. El envío de las fuerzas armadas a los barrios,
con el pretexto del 'combate' al narcotráfico, es la "hipótesis de
conflicto" del Pentágono norteamericano para América latina. El gobierno
PT-evangélicos de Brasil ha hecho varios intentos por esta vía y ahora
los está reanudando con motivo de los Juegos Olímpicos. El 'progresismo'
se desbarranca hacia la militarización en el mismo momento en que
acucia la crisis mundial en los llamados países emergentes. El Frente de
Izquierda es la única fuerza que se yergue contra esta política, y por
eso ocupa el primer lugar en la orientación del pueblo contra la nueva
etapa de confiscaciones económicas y de represión política. Los
políticos oficiales van en la línea contraria de una mayor autonomía
nacional y de la cacareada 'profundización de la democracia'.
La pretendida polarización y el reiterado voto útil no tienen lugar en
estas elecciones, por una razón muy elemental: el electorado no
participa de la campaña de los oficialismos. Los candidatos del ajuste
se disputan la desconfianza de la ciudadanía, de ninguna manera el
entusiasmo, que intuye la intención de descargar la crisis sobre las
espaldas de los trabajadores. En los últimos días se ha hecho visible el
condicionamiento que imponen los grupos empresariales, que
prácticamente monopolizan la agenda de los candidatos del ajuste. El
fastidio y el descontento con la política tradicional se canaliza
únicamente hacia el Frente de Izquierda, incluso si todavía está lejos
de ser un torrente, pero sí una tendencia. Como factor adverso tenemos
un inmovilismo en el movimiento obrero y hasta un recule; esta falta de
protagonismo impide un vuelco mayor hacia la izquierda, que de todos
modos está descontado en un futuro inmediato.
Llamamos a votar al Frente de Izquierda con un criterio estratégico,
que es el de desarrollar un polo político de la clase obrera y los
explotados en un cuadro de bancarrota capitalista y de crisis mundial.
En función de esto nos empeñamos en duplicar la presencia parlamentaria o
incluso más. El descontento popular y el fastidio político que llevan a
contingentes cada vez mayores a votar a la izquierda debe transformarse
progresivamente en una conciencia política definida. La agitación
electoral no debe perder de vista que su función de fondo es el
reclutamiento y la organización. Para la generación más joven, las
ataduras a las fuerzas y símbolos políticos tradicionales no significan
nada -es más, sufren a esas camarillas y a sus supuestos mitos como una
carga. Una lucha electoral obrera y socialista debe tener presente
siempre la actualidad histórica de la revolución.
En oposición a cualquier tentativa de colocar la batalla electoral en
una perspectiva democrático burguesa, convocamos a meter en la urna la
boleta entera del Frente de Izquierda en una perspectiva de organización
y de militancia para desarrollar una salida obrera y socialista.
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