Cristina Kirchner se despidió de la asamblea de la ONU con una
revelación: el inspirador político del Memorandum con Irán en relación
con la causa Amia no habría sido otro que el propio Departamento de
Estado. En 2010, según relató la Presidenta, la diplomacia yanqui le
sugirió al gobierno argentino que proveyera de uranio enriquecido a las
usinas iraníes, como una manera de facilitar sus tratativas para frenar
la producción de ese material en Irán. La revelación de la presidenta
apunta a justificar la firma del Memorandum como parte de la política de
contemporización que había comenzado el Departamento de Estado con el
régimen de Ahmadineyah. El acuerdo con Irán, por lo tanto, no se apartó
un milímetro de la política que había seguido el kirchnerismo en torno
de la causa Amia, y que siempre subordinó la investigación del atentado a
las necesidades de la política imperialista en Medio Oriente. Un lustro
antes, el kirchnerismo había colocado al fiscal Nisman y al agente de
inteligencia Stiuso a investigar la “pista iraní” por encargo de los
Estados Unidos y del estado sionista, y en sintonía con la orientación
belicista de entonces hacia el régimen de los ayatollas. El Memorándum
no fue una expresión de autonomía nacional -como fantasea el
kirchnerismo duro- sino otro episodio del sometimiento a la diplomacia
yanqui. Cristina Kirchner fue a la ONU a rumiar sobre las consecuencias
de ese seguidismo, que hundió a su gobierno en una guerra de
“servicios”.
Al reclamarle a Estados Unidos por el espía Stiuso, la Presidenta
volvió a escupir para arriba. Responsabilizó por el caso Nisman al
‘servicio’que el propio Néstor Kirchner colocó al frente de la causa
Amia, a sabiendas de que Stiuso“era el hombre de última instancia de la
CIA en la Argentina” (Clarín, 29/9). El kirchnerismo profundizó el
entrelazamiento de la ‘inteligencia’ argentina con las agencias del
imperialismo, como lo revelan la sanción de la ley antiterrorista, el
Proyecto X y el nombramiento de Milani.
Buitres
La Presidenta volvió sobre la cuestión de los fondos buitre, saludando
una ‘resolución sobre reestructuración de deudas’ que es una cortina de
humo respecto de la propia política oficial. En estos días, el principal
asesor económico de Scioli, Miguel Bein, anticipaba en el diario
oficial Página/12 una negociación con los buitre destinada a reconocerle
el 70% de la deuda en litigio, lo que quintuplicaría -según los
cálculos oficiales- al rendimiento obtenido por los tenedores del 93% de
la deuda renegociada. Además, la resolución que inspiró Argentina en la
ONU sanciona la ‘legitimidad’ de los compromisos de deuda y la
“vigencia del estado de derecho” en relación con ellos; o sea, el
reconocimiento integral de las deudas usurarias, no su investigación o
revisión. La Presidenta acusó a los fondos especulativos por una
“situación que está haciendo sufrir a muchos países y a millones de
ciudadanos en el mundo”. Pero los buitres son sólo una variante de esa
“situación”. El “sufrimiento” mayor proviene de la estatización a gran
escala de las quiebras de la banca privada, y de los arreglos de deuda
organizados por los Estados y los organismos financieros
internacionales. Las reestructuraciones de deuda son una variante de
esos arreglos ruinosos, y la Argentina es un ejemplo cabal de ello, pues
su deuda pública es un 50% superior a la del 2001 después de diez años
de “pago serial” a costa de las reservas internacionales, del
presupuesto público e incluso de los fondos previsionales.
Con sus reproches al Departamento de Estado y el capital financiero,
Cristina Kirchner terminó delatando a los socios de su propia política.
En un “relato” poblado de buitres y servicios de inteligencia, el
kirchnerismo mostró los límites insuperables del nacionalismo
capitalista para luchar por la democracia y la independencia nacional.
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