A pocos días del domingo 25, la incapacidad de los tres candidatos a la
sucesión presidencial para alterar las intenciones de voto revela una
impasse política que supera a la propia elección. Detrás del “voto
congelado”, según señalan algunos, o del “poco entusiasmo” de los
votantes, según otros, subyace un fermento de desconfianza popular. La
concreción de un balotaje terminaría delatando dos debilidades: la de un
Scioli que no logró ganar en primera vuelta y la de un Macri que, en
cualquier caso, no logró polarizar la elección. En este cuadro, se
entiende por qué algunos connotados opositores al kirchnerismo -como La
Nación- incitan a Scioli a conquistar “los puntos que le faltan para
ganar en primera vuelta”. La burguesía demanda autoridad política, de
cara a la crisis política y económica de fondo que caracteriza a esta
transición presidencial.
Buitres y “gradualismo”
Para lograr estos favores, Scioli ha dado señales muy claras. El santo y
seña de quienes son nominados como sus futuros ministros es declarar la
voluntad de arreglar con los fondos buitre. Así ocurrió con el
misionero Maurice Clos, y antes con Urtubey. Algunos consideran que
Scioli sería el más furioso defensor de un arreglo inmediato con los
fondos especulativos, en la expectativa de promover un rápido ingreso de
capitales y, por esa vía, “graduar” el ajuste y la devaluación. Pero el
reendeudamiento que tramitan sólo servirá para afrontar las viejas
deudas: el Banco Central llegará a fin de año sin los recursos para
pagar los vencimientos de 2016, que superan los 7.000 millones. La
situación podría asemejarse demasiado a los “blindajes” del gobierno de
la Alianza, que financiaron la huida de capitales que precedió a la
bancarrota de 2001. Nada menos que el economista jefe de Standard and
Poor’s se atrevió a pronosticar esta secuencia: “gradualismo, colapso y
luego un sinceramiento que lleve a que en un año se materialice el
verdadero ajuste” (La Nación, 12/10). Pero en previsión de ello, los
usureros internacionales podrían exigir que el megajuste preceda a
cualquier rescate financiero y liquidar la tentativa “gradualista” con
una corrida. El impasse electoral de los Scioli, Macri y Massa sólo se
equipara con la que deberán enfrentar después de diciembre.
La demolición K y el “voto útil”
La consolidación del sciolismo ha sido acompañada por un trabajo de
demolición del cristinismo y de la camarilla presidencial. Un amplio
arco de funcionarios y diputados ha anunciado su pasaje al sciolismo,
incluyendo a los ex piqueteros del movimiento Evita. El cerco podría
extenderse a Santa Cruz, donde, según algunos, el radical Costa contaría
con el apoyo de Scioli para derrotar a los Kirchner en su provincia. En
el plano de la Justicia se acaba de “congelar” la tentativa oficial de
acelerar el nombramiento de jueces adictos (subrogancias). Kicillof ha
salido a criticar las declaraciones de los sciolistas en torno de un
arreglo con los buitres. Pero el candidato de La Cámpora está bebiendo
de su propia medicina: el pago en cuotas -o a través de la emisión de un
nuevo bono- que tramitan los economistas de Scioli en favor de los
buitres es un calco del resarcimiento de Kicillof en beneficio de
Repsol. Después de haber pagado 145.000 millones de dólares de deuda en
diez años, los “enojos” de la camarilla oficial hacia el sciolismo no
pasan de una impostura electoral.
Del lado de la oposición, Macri ha salido a una campaña por el “voto
útil”. Sus términos han sido expresados crudamente por Carrió, quien
llamó a votarlo con la nariz tapada -o sea, a pesar de Niembro o del
desfinanciamiento de los hospitales porteños. Hasta ahora, nada de esto
le sirvió para acortar distancias con Scioli. Pero sí para demostrar la
miseria de algunos “PROgresistas” (Stolbizer), que llaman a posponer el
voto a Macri… para el momento del balotaje.
La campaña del Frente de Izquierda
A pesar de la fortísima presión en favor de una polarización, el Frente
de Izquierda ha defendido su votación de las Paso y registra en las
últimas semanas una tendencia ascendente. Es una expresión de
desconfianza hacia los “jinetes del ajuste”. El pronunciamiento de
dirigentes obreros (que publicamos en esta edición) da cuenta de la
repercusión de nuestra campaña en las grandes concentraciones de
trabajadores. En el reciente Encuentro de la Mujer, el FIT expresó a la
corriente que batalla consecuentemente contra una violencia de género
que hunde sus raíces en la explotación social y en el régimen político
que la sustenta. La gran tarea de estos diez días es convertir a esta
inquietud popular en una convicción positiva, en favor del voto al
Frente de Izquierda.
De cara a la enorme crisis nacional que se configura, la presencia de
un sólido bloque del Frente de Izquierda en el Congreso representaría
una descomunal conquista política para los explotados.
¡A la conquista del voto y de miles de fiscales! Vamos por más Frente de Izquierda, en el Congreso y en el país.
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