El episodio del traspaso de mando entre Cristina y Macri ha sido
juzgado como una minucia o un juego de veleidades. Pero si una cuestión
menor termina involucrando a todos los poderes del Estado, entonces el
rasguño es sólo la forma visible de una herida profunda -en este caso,
de una crisis de poder.
Cristina Kirchner quiso evitar el traspaso del mando en la Rosada. Es
un planteo de “resistencia” que preanuncia crisis similares en otros
organismos del Ejecutivo o la Justicia. El macrismo, a su turno, rechazó
la pretensión de que CFK entregara los atributos en el Congreso -o sea
que a un empecinamiento le opuso otro. Los voceros del presidente electo
atribuyen la actitud a un “gesto de autoridad”, de cara a su futuro
mandato. Pero esa muestra de poder personal por parte del gobierno que
llega no es sólo una réplica al desvencijado kirchnerismo. Es una señal
dirigida a las convulsiones políticas que se vienen, como consecuencia
de la bancarrota que deja el kirchnerismo y de la salida brutal que el
gran capital y sus partidos preparan para ella. Un economista cercano al
macrismo, González Fraga, declaró días atrás a María O’Donnell que el
“crédito internacional” (sic) mirará con atención “la capacidad del
gobierno, por ejemplo, para controlar huelgas”. Macri ya avisó que no le
hará asco a los decretazos, que podrían protagonizar las primeras
semanas o meses de su gobierno. Los que se ilusionaban con el retorno al
“republicanismo” tendrán que esperar una ocasión mejor.
El precio del rescate
La razón de fondo de esta crisis es que el traspaso presidencial no
tendrá lugar en un marco indoloro: lo que se dirime es el destino de una
bancarrota nacional. Quienes se ofrecen como rescatistas de ella sólo
están dispuestos a jugar ese papel al precio de cobrarse enormes
resarcimientos, los que provendrán de confiscaciones sociales. De cara a
esa realidad, el bastón de mando no sólo le es esquivo a Macri en la
ceremonia oficial. Es que la factura completa del rescate -devaluación,
tarifazos, ajuste fiscal- parece demasiado pesada para quienes acaban de
ser caracterizados como “un movimiento de opinión que se vuelve
mayoritario circunstancialmente, pero su victoria no se apoya en un
hecho social consolidado” (La Nación, 6/12).
En las últimas horas, el macrismo fue y vino por la eximición del
aguinaldo en el impuesto al salario, al tiempo que salió a advertirle a
‘sus’ empresarios sobre las “remarcaciones excesivas” de precios. Los
capitalistas, sin embargo, no saben de estas prevenciones políticas, y
van por su ´pliego´. En una reunión del nuevo secretario de Agricultura
-y estanciero- Buryaile con ruralistas, aquél debió recordarles que
(ahora) “trabajo para Macri”. Es que los jefes del campo le acababan de
plantear “altas exigencias para romper los silo bolsas” (donde se
almacena la cosecha de soja) (Clarín, 9/12). El capital agrario reclama
todo el paquete para liquidar sus inventarios -no sólo la anunciada
eliminación de las retenciones, sino también la megadevaluación.
Igualmente pesado es el pliego de condiciones del capital internacional
para concurrir a un rescate financiero. En un cónclave que el Consejo
de las Américas le dedicó a la Argentina días atrás, representantes de
los fondos de inversión advirtieron que, para conseguir financiamiento,
el gobierno “debería encarar primero el déficit fiscal porque está en el
corazón de los otros problemas”. Los usureros esperan el tarifazo y la
devaluación (que licúe los salarios y la deuda pública en pesos) antes
de “traer los dólares”. En el mismo foro, se dijo que la “transición
puede ser más lenta de lo que espera el mercado”. Dicho al revés, el
“mercado” podría terminar precipitando la transición, como ya lo está
haciendo con la escalada de precios. En suma, el presidente de los
“mercados” debuta con un golpe de mercado en ciernes.
Del lado del gobierno que se va, Cristina Kirchner ha redoblado la
apuesta, al decidir el boicot de su bloque parlamentario a la jura de
“Mauricio” en el Congreso. Pero la orden podría ser desacatada por los
pejotistas, lo que pondrá de manifiesto una escisión y el retroceso
político del camporismo. Después de la jura, vendrán otros choques, como
los de la presidencia del ente de medios (AFSCA), la Comisión de
Valores o la TV pública. (ya renuncio uno y Scioli obviamente estuvo en la jura ) Pero en el más importante de todos -la
presidencia y el directorio del Banco Central- el kirchnerismo parece
dispuesto a bajarse rápidamente del barco. ( ayer renuncio Vanoli )
Crisis de poder
El culebrón del bastón y la banda, en definitiva, es la punta de una
crisis de poder. Su telón de fondo es una bancarrota capitalista
incompatible con el “país normal” augurado por “Cambiemos”. Los métodos
de camarilla y de arbitraje proseguirán, entre ellos, los pactos con la
burocracia sindical. Junto al programa de reivindicaciones obreras,
denunciamos el carácter conspirativo de todo el régimen estatal que
pretende pilotear el ajuste, y planteamos la elección popular de jueces y
fiscales, de los directores de medios oficiales y de sus organismos de
control
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