17 de diciembre de 2015
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#Prensa Obrera 1394
| Por Raquel Mila Matías (Agenda Revolucionaria) La Paz, Bolivia
La Asamblea Legislativa boliviana modificó la Constitución Política del
Estado, habilitando a Evo Morales a una repostulación en las
presidenciales de 2019. El 21 de febrero de 2016, el pueblo boliviano
asistirá a las urnas para validar o rechazar dicha reforma mediante un
referéndum. El partido oficialista está destinando más de cuatro
millones de pesos bolivianos a su campaña por el Sí a la reforma y a
esto se suma el despliegue realizado por la oligarquía terrateniente del
Oriente, otrora rabiosa enemiga y hoy abanderada del “proceso de
cambio”.
El referendo que posibilita una reelección de Morales se desarrolla en
un escenario económico marcado por la entrada del país en una nueva
etapa: el fin de la bonanza económica, dictada por la crisis
capitalista. La baja en los precios de las materias primas ha valido
para Bolivia el desplome de las exportaciones en 3.207 millones dólares
menos y afectado a los ingresos por regalías petroleras que se han
reducido en 1.672 millones de dólares. El nacionalismo burgués
indigenista fracasó en la reconstrucción capitalista del país sobre
viejas bases, no pudo romper sus nexos de dependencia con el capital
transnacional y gobierna un país primario exportador, cuya economía
tambalea frente a la crisis.
Cambio de frente
La presión de la crisis ha traído consigo un giro político del gobierno
del MAS, que ha desplazado a la antigua derecha y tomado en sus manos
la agenda imperialista. Evo se ha propuesto cumplir en Bolivia las
tareas que en otros países del continente ponen a prueba a equipos de la
derecha. El endeudamiento del país, la entrega de los recursos
estratégicos y el ajuste a los trabajadores son parte de la salida
capitalista a la crisis, diseñada por el imperialismo y ejecutada por el
presidente indígena. La reciente obtención de un millonario crédito
chino (7.500 millones de dólares) implica la entrada de empresas chinas
al país (en construcción de carreteras y la adjudicación del yacimiento
de hierro más grande del mundo) y eleva, además, la deuda externa
boliviana en un 51,4%.
Evo Morales atraviesa su época dorada frente al imperialismo: el 26 de
octubre (cumpleaños de Evo) el gobierno pagó al Financial Times un
millón de dólares para organizar un evento con 130 inversionistas de
todo el mundo, y mientras un coro imperialista le cantaba el “happy
birthday”, el presidente ofrecía como plato fuerte garantías de
inversión para los capitalistas (hasta ofertó el yacimiento minero de
MallkuKhota, nacionalizado en 2012, después de que una larga lucha de
las comunidades expulsara a la South American Silver).
Evo amenaza con el cierre de empresas estatales para imponer despidos
(en la textil Enatex o la minera Huanuni) y ha puesto todo un ramillete
jurídico para garantizar los negocios de las transnacionales: firmó un
decreto que invalida la consulta previa a pueblos indígenas, entregando
áreas protegidas a la voracidad transnacional; además, hizo aprobar un
incentivo adicional de hasta 55 dólares por barril de crudo que
extraigan los pulpos petroleros. Alista un impuesto al salario para el
2016 y aporta al rescate de la patronal flexibilizando el pago del
segundo aguinaldo.
Qué transición
Sin embargo, los últimos reveses electorales del gobierno en las urnas
son el indicio de una transición política. En las últimas elecciones
para municipios y gobernaciones, el MAS perdió importantes plazas
políticas a manos de la derecha. En el reciente referendo por Autonomías
el 70% de los votantes se manifestó por el No, cuando el gobierno había
llamado a votar Sí. Para el próximo referendo, las últimas encuestas
anotan un 53% en el área urbana contra la reelección. Pero, aún con las
derrotas electorales recientes, las intenciones de la dupla
Morales-García Linera de ir hacia una reelección cuentan con la
inexistencia de una alternativa política. La oposición derechista, que
medra alrededor de los errores políticos del MAS, no representa una
alternativa para las masas ni para la propia burguesía nativa. Esta
tiene hoy mayor confluencia con el MAS, en la medida que éste abandonó
las reivindicaciones referidas a su base indígena y campesina que
proclamó en su ascenso.
El llamado a votar por el No a la repostulación de Morales tiene que
estar orientado por una salida obrera y socialista a la crisis,
proponiendo de inmediato un plan de lucha contra los planes de ajuste y
planteándose además la construcción un partido obrero independiente como
alternativa política al MAS.
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