La fractura
de al menos una docena de diputados del FpV provenientes de Salta, La
Rioja, Chaco, La Pampa y Buenos Aires -entre ellos el ex titular de la
Anses, Diego Bossio- es el inicio de una disgregación más amplia. La
ruptura ha sido inspirada por un grupo de gobernadores y senadores
-Urtubey, de Salta; Casas, de La Rioja; Perotti, de Santa Fe; Pichetto…
-que tienen un acuerdo en marcha con el gobierno.
Han
encontrado, incluso, un discurso común que es achacar a Kicillof y su
ministerio de dos años -es decir, a La Cámpora- la debacle del
kirchnerismo.
Otro ala (Verna, de La Pampa) propone a De la Sota como titular del PJ y
busca un lugar como aliado del gobierno. Macri acaba de proclamar a
Massa como “su” candidato a dirigir al PJ y Randazzo transita el mismo
derrotero.
Es decir, las fracturas podrían no haber concluido.
¿Liga de gobernadores?
Los llamados a constituir una Liga de Gobernadores del PJ como freno a
esta disgregación son, por ahora, una ilusión, porque la hipotética Liga
carece de un programa y una conducción común. Hoy el conjunto de la
gran burguesía ha optado por una línea de salida frente a la emergencia
de una nueva bancarrota que está encarnada en el gobierno de Cambiemos.
Lo que une a los gobernadores pejotistas, precisamente, es la búsqueda
de un pacto con Macri: a cambio de sumar a los distritos al ajustazo,
los gobernadores buscan el socorro financiero del Estado nacional. En el
Senado, Pichetto tramita ese mismo pacto, ofreciendo a cambio la venia
de los senadores pejotistas a los decretazos oficiales. El titular del
bloque del PJ planteó un pacto de “gobernabilidad” que podría llevar a
la convocatoria de extraordinarias para tratar, entre otros puntos la
eliminación de la ley Cerrojo -que traba la negociación con los fondos
buitres.
Supervivencia
En este proceso de disgregación, el kirchnerismo camporista libra una
batalla de superviviencia, fundada en la adaptación a los ajustadores.
Recalde- jefe del bloque parlamentario del FpV- buscó apaciguar a los
rupturistas con una política de consensos -o sea, de adaptación a los
Urtubey y compañía. Aunque no tuvo éxito, esta política anticipa los
recursos -derechistas- a los que recurrirán los “nacionales y populares”
para evitar nuevas disgregaciones. Para la izquierda, el derrumbe del
esquema político que gobernó el país a lo largo de una década acentúa la
necesidad de defender la independencia política y rechazar ser furgón
de cola de un kirchnerismo en descomposición.
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