Durante la campaña de Carlos Menem en 1989, el ex presidente riojano
recibió para su financiamiento apoyos de los más diversos sectores
capitalistas. Entre esos múltiples fondos hubo uno que se destacó por
sus implicancias históricas: una porción de los sesenta millones de
dólares de la “Operación Mellizas”, el secuestro más grande de la
historia, realizado por Montoneros en 1974, fue a parar a las arcas
oscuras de la candidatura de quien había ganado las internas frente al
“renovador” Antonio Cafiero. Ese secuestro es objeto de la crónica que
publicó la periodista María O’Donnell con el título Born.
La conducción montonera jugaba allí una de sus fichas centrales de la
apertura democrática, acomodándose también al nuevo proceso político que
amanecía con el menemato. Ese dinero que provenía de la “Operación
Mellizas” era un gesto para un acuerdo político: financiaba la campaña
para lograr la amnistía de la conducción montonera.
Con la muerte de Perón en 1974, dos meses después del 1º de Mayo,
cuando el general los había injuriado desde los balcones de Plaza de
Mayo, la dirección de Montoneros -que no había podido controlar a los
jóvenes que se retiraban de la Plaza- se preparaba para pasar a la
clandestinidad y abandonar los frentes de masas. Según O’Donnell,
Montoneros necesitaba financiar ese viraje y por eso ideó la “Operación
Mellizas”.
Entre varias otras actividades industriales, el pulpo Bunge&Born se
había diversificado al calor de un largo tire y afloje con el
peronismo, con cruces durísimos pero también con acuerdos y pactos:
Molinos Río de la Plata (alimentación), Centenera (hojalata), Alba
(pinturas) y más componían al grupo rapaz. Entre sus resortes y
sostenes, mantenían buenas relaciones con las burocracias sindicales de
la UOM de Lorenzo Miguel o de la Federación Aceitera de Estanislao
Rosales. La conducción Montonera observó que el pulpo económico no
necesitaba vender una sola de sus empresas para costear un secuestro de
100 millones de dólares. Así comenzó la “Operación Mellizas”.
La promiscuidad de los Born con sectores de los genocidas, los Menem y
la propia conducción política de Montoneros es la radiografía de una red
de intereses donde no se distingue la más mínima integridad moral,
política o personal de los implicados que perseguían un único botín. La
descomposición del foquismo montonero marcaba un viraje traidor en la
política de la conducción. Del libro se destaca la crónica lograda en
torno a la relación de Juan Born con Rodolfo Galimberti, devenido en
agente de la Side, jefe de seguridad y finalmente socio de quien había
sido su cautivo.
El análisis debe ir más allá: con la entrega del gabinete económico a
los Born por parte de Menem, sumado al uso de la plata del secuestro
para la campaña, se recrea la parábola evolutiva del nacionalismo
burgués en sus definiciones y límites. Es la parábola perfecta de la
descomposición del peronismo
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