11 de febrero de 2016
| Por Jorge Altamira
En un
artículo para Clarín (7.2), el periodista Jorge Lanata aprovecha la
construcción para estatal de las agrupaciones kirchneristas, para
emprender un ataque contra la militancia 'tout court'. Es así que luego
de zamarrearlas sorprende con el dislate de que "A lo largo de los
últimos cien años, el 'pensamiento' de los 'cuadros' no ha variado",
como si desde el siglo que va de la Revolución del 90, Argentina no
hubiera asistido a transformaciones enormes impulsadas por partidos y
militantes de las más diversas corrientes del pensamiento político.
Nota publicada en: https://www.facebook.com/jorge.altamira.ok/posts/524920817688784:0
La militancia ha sido la levadura de las transformaciones históricas que protagonizaron las grandes masas desde el fondo de la historia. En los pupitres de la primaria cualquier argentinito aprendió que French y Beruti agitaban al pobrerío en mayo de 1810 para voltear al virrey, o sea que pensaban y actuaban como militantes, y que Moreno era un militante como Castelli (conspirador nato), además de fundador de la Gaceta - una prensa militante. La prensa militante o de partido fue la primera forma del periodismo, mucho antes de que se transformara en un medio de comunicación mediocre manejado por corporaciones capitalistas. Hasta el día de hoy nadie ha logrado superar la calidad de la Nueva Gazeta Renana que dirigía Carlos Marx. Ni la de sus artículos militantes en el New York Tribune. ¿Puede alguien disputar que León Trotsky fue el mejor corresponsal en la cobertura de la guerra de los Balcanes de 1912/3? Rodolfo Walsh no fue un escritor excelente "a pesar" de ser un militante, como alega Lanata - su labor en el periódico de la CGT de los Argentinos, en 1967, demuestra lo contrario. Lo mismo vale para Jorge Masseti y Rogelio Garcia Lupo en la dirección de la agencia cubana Prensa Latina - antes de que cayera bajo el control del stalinismo.
Lanata ironiza con indisimulada satisfacción cuando interroga al
lector: “¿Se imaginan un ‘modo de pensar militante’ “? Es cierto, se
necesita desarrollar algún grado de imaginación para desarrollar un
pensamiento político de ese nivel; no podría lograrse desde el sentido
común. Marx usaba un vocablo griego para designar es ‘modo de pensar’:
praxis - la unión de la teoría y la práctica. Es un método que no emana
de la rutina cotidiana, que es repetitiva. Es que no se trata de
interpretar el mundo, decía el renano comunista, sino de transformarlo.
El pensamiento militante funda la práctica en la teoría y ésta en el
estudio de la experiencia histórica, y la somete a los resultados de la
acción. Es la forma más elevada del desarrollo de la dialéctica desde
los griegos - mucho antes de que apareciera la obsesión ‘sui generis’ de
Lanata por la Cámpora.
Ignorando a Marx, Mariano Moreno, León Trotsky, al francés Marat,
Sarmiento, Walsh, García Márquez, Lanata asegura que “el periodista
tiene preguntas y el militante respuestas”. ¿Será por eso que los
periodistas entrevistan a los militantes? “El periodista duda, se exalta
Lanata, y el militante mantiene su fe”. Pero The New York Times, el
emblema del “periodismo democrático”, no vaciló en avalar las mentiras
de Bush para invadir Irak (disimulando sus certezas en contrario) y
terminar provocando la mayor catástrofe humana desde la segunda guerra.
‘No questions’. ¿Qué pregunta se hizo el propio Lanata para mofarse de
la afirmación militante de que “el gobierno mundial está manejado por
una pequeña camarilla que sólo representa sus propios intereses”, justo
ahora cuando emerge que los cinco bancos que establecen la tasa de
interés de referencia internacional (Libor), la manipularon en su
beneficio durante toda el incubación de la crisis hipotecaria que desató
la bancarrota capitalista que está en curso?
Lanata está ostensiblemente confundido. El periodista de investigación
duda de sus fuentes, verifica la información, hace controles cruzados.
No es, sin embargo, lo que hacen las grandes corporaciones como la de
Rudolph Murdoch, ni la prensa empresarial de Argentina – y esto no
solamente bajo la dictadura. Cuando los medios de comunicación presentan
una lucha por la democracia en los sindicatos como una ‘pelea
intergremial’, ¿no son acaso conscientes de que falsifican la realidad
para desprestigiar a los militantes obreros - que, de paso, no viven del
dinero de los sindicatos? ¿O cuando intoxican a los usuarios con
interminables culebrones, pero no tienen el menor espacio para informar
sobre la realidad en las fábricas o las barriadas obreras? Ahora mismo
hay una cacofonía universal para defender la inevitabilidad del tarifazo
y la devaluación, pero ningún reclamo para investigar y llevar a los
tribunales y a la cárcel a los acaparadores de soja y a los operadores
del mercado de futuro de divisas, que han operado contra la moneda
nacional conjuntamente con el gobierno K, y se van a embolsar ahora
decenas de miles de millones de pesos, que pagará el denostado ‘pueblo’
argentino.
La duda del militante se distingue, sin embargo, de la del periodista
que no es militante en que no se trata solamente del procedimiento
empírico de cotejo de datos y fuentes, pues va más allá: es un método
aplicado a la historia, que se interroga, a través del estudio y la
práctica, acerca de la validez y la pertinencia de sus propias premisas.
La duda se integra como parte del método de la crítica. No debe
confundirse con autocrítica que identifica al error con la culpa y por
eso es una creación de la Inquisición española refinada por el
stalinismo.
Lanata roza la justificación de la dictadura militar cuando avala a un
búlgaro que funge de sociólogo, el cual se finge interrogarse por los
males que nos hubieran asolado si ganaban los Montoneros. El búlgaro
elige el enemigo que le conviene, esto porque la dictadura se sirvió de
la llamada guerrilla como pretexto: en realidad vino para aplastar a un
enorme movimiento de lucha de masas que es anterior a los montoneros,
los cuales no existían cuando irrumpió el Cordobazo con el reclamo de
“Un gobierno obrero y popular”. La dictadura de Onganía derrocó al
Arturo Íllia, no a una formación de combatientes. La cúpula de
Montoneros trenzó con los milicos más de una vez, desde el operativo
Dorrego, en 1974. Por otro lado, la Cámpora no es la primera creación
para estatal; ¿Lanata se olvidó de la Junta Coordinadora de Alfonsín?
Claro que en aquellos años, el periodismo ‘dubitativo’ apoyaba al
gobierno radical. ‘Coti’ Nosiglia, el jefe de aquella banda, siguió
operando bajo todos los gobiernos subsiguientes - incluso K. Lanata
debería dedicarle un párrafo. En toda su construcción prejuiciosa Lanata
olvida al principal aparato paraestatal - la burocracia de los
sindicatos. También relega al olvido a las barras bravas de Macri,
Angelici, Santilli, Ritondo, y al apaleamiento a los trabajadores del
Borda, donde pretende desarrollar un proyecto inmobiliario con su amigo
de toda la vida.
Lanata le enchufa a la militancia la masacre de Camboya, cuando
fue la militancia revolucionaria la que denunció esa masacre en tiempo
real, del mismo modo que lo hizo con las del stalinismo. Lanata no
ignora que las condiciones para esa masacre fueron preparadas por la
“democracia americana”, que mandó 500 mil soldados a Indochina y roció
con napalm a sus pueblos durante cerca de una década.
¿Qué finalidad persigue Lanata cuando amalgama a los luchadores con los
verdugos? ¿Cree que la lucha de clases no es un proceso histórico
positivo, que despierta a la actividad histórica a las masas mantenidas
en la ignorancia y la explotación e incluso la esclavitud? ¿Está
realmente convencido de que no hay mejor cosa que endeudarse por partida
doble, so pretexto de la necesidad de arreglar con los buitres, una por
u$s 20 mil millones para pagarles a esos parásitos, y otra por otros
u$s20 mil millones para ‘aprovechar’ las ventajas que supondría esa
sangría para ‘retornar’ a los ‘mercados internacionales? La cruzada de
Lanata contra la militancia está privada de cualquier fundamento;
solamente traduce un prejuicio – precisamente porque el cruzado y el
militante son figuras históricas antagónicas.
Lanata se ha destacado, de un modo incuestionable, como el intérprete
de una clase media que cree que se encuentra de vuelta de su
protagonismo en el argentinazo. A propósito, fue el mismo Lanata quien
dio la pitada inicial de aquellas jornadas, luego de pelearse con D'Elía
y Verbitsky, en su programa de 8 a 9, el miércoles 19 de diciembre. Es
una clase media fatigada por la crisis y los conflictos y por la
‘emergencia’ de los doce años que siguieron a aquellos hechos. Macri, de
cualquier modo, no le promete un lecho de rosas, a partir del rodrigazo
que ha emprendido. En oposición a la lucha contra esta confiscación,
Lanata pretende que pejotistas, burócratas y toda una laya de
aprovechados le tienda una mano a Macri, sin importar que haya formado
un gobierno integrado por operadores financieros internacionales,
especializados, por la profesión, en organizar lavado de dinero, fuga de
capitales y evasión impositiva. Repite un discurso de pseudo
pacificación que es clásico en la historia, desde Platón luego de la
guerra del Peloponeso. Reclama que se vote a favor la derogación de la
ley cerrojo y que los sindicatos se comporten en ‘forma razonable’.
‘L’esprit du temps’ (macrista) - ¿eso es lo que quiere expresar Lanata
con su ataque a la militancia y a la revolución? El fracaso de los
regímenes bolivarianos, ahora que se cayeron los precios de las materias
primas, no habilita, sin embargo, un pronóstico de sosiego. ‘Vide’ la
crisis de China y las sospechas de quiebra del Deustche Bank; el ascenso
de la izquierda en las nuevas generaciones. El viejo orden ha caducado,
y por eso siembra de cadáveres los mares Egeo y Mediterráneo, y erige
muros en las fronteras que la Unión Europea había declarado
definitivamente abolidas.
Es la hora de la militancia. Independiente, teórico-práctica,
consciente y organizada. La política, la forma misma de participación en
el interés colectivo, postula la militancia como su expresión más
consecuente y transformadora.
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