La comisión
internacional fue el escenario de una intensa actividad. A los planteos y
aportes de los delegados del Partido Obrero se sumaron los de las
delegaciones de Bolivia, Uruguay y Grecia. El centro del
debate se concentró en la marcha de la crisis capitalista internacional,
que transita su noveno año con sus premisas económicas agravadas.
Su epicentro sigue concentrado en Estados Unidos. La emisión gigantesca
de moneda, por parte de la Reserva Federal, ha creado un bombeo
especulativo de dimensiones enormes. Pero esta burbuja ha empezado a
pincharse. Esta emisión gigantesca ha acentuado, a su turno, la
sobreproducción.
La Reserva Federal dispuso el año pasado un aumento de la tasa de
interés Sin embargo, tuvo que dar marcha atrás ante el temor de que la
economía norteamericana –y agreguemos mundial- marche a una depresión.
Estas idas y vueltas delatan el impasse de la política capitalista.
Europa reproduce los mismos rasgos pero en forma agravada. El mundo de
los negocios se conmovió por el derrumbe del Deutschebank. El fantasma
de Lehman Brothers volvió a sobrevolar la economía mundial. El elevado
nivel de la cartera incobrable es un común denominador del conjunto de
la banca europea. Las noticias sobre el estado de falencia del sistema
bancario aceleraron los anuncios del BCE, de un nuevo rescate.
La transición china
La bancarrota amenaza barrer una parte importante de la industria
creada bajo la restauración capitalista china. Una catástrofe de esta
naturaleza iría de la mano de una crisis política mayúscula y
explosiones sociales. ¿China podrá evitar esta perspectiva?
Las medidas que ha tomado el gobierno para contrarrestar la tendencia
recesiva de la economía pierden efectividad. La apuesta del
'establishment' a que el gigante asiático pase de una economía
industrial de exportación a otra orientada al consumo interno a partir
del auxilio económico del capital extranjero, no avanza. No hay un
apetito por privatizaciones en áreas tradicionales dominadas por el
Estado. Una asociación con el capital extranjero supone ventas y
traspasos a precios cercanos a la quiebras. Esto es lo que no puede
abordar el gobierno chino, porque representaría un salto al vacío, por
un lado, y por el temor a un estallido social, del otro.
La guerra
El fracaso de los rescates está nutriendo las tendencias crecientes a
una guerra monetaria y comercial, al proteccionismo y, en definitiva, a
la guerra misma. La línea que está abriéndose paso es la de los acuerdos
bilaterales y de bloques, como el Acuerdo Transpacífico (TTP), donde
Estados Unidos y Japón han reagrupado a un conjunto de países en
oposición a China y sus tentativas de expansión. Estos acuerdos
acompañan las tendencias a una creciente militarización, que empalma con
el agravamiento de la guerra de Medio Oriente y el creciente
empantanamiento de la guerra en Ucrania.
La catástrofe de los refugiados expresa en forma concentrada estas
tendencias, ya que se trata de un resultado directo de la guerra
imperialista. La devastación provocada por la guerra del Medio Oriente
ha terminado por estallarle a las potencias capitalistas en su propio
territorio.
La etapa que se abre
La crisis capitalista se propaga al plano político y social. De este
proceso no escapa tampoco Estados Unidos. Las victorias de Trump en las
primarias han desatado un tembladeral político. El Partido Republicano
corre el serio riesgo de implosionar.
El agotamiento del sistema político se extiende al propio Partido
Demócrata, que carga con la frustración que ha provocado la gestión
Obama. Esto es lo que explica la irrupción por izquierda de una figura
como la de Sanders.
Los llamados emergentes, incluida América latina, han sido arrastrados
al vendaval de la bancarrota capitalista, a partir del derrumbe de los
precios internacionales y la fuga de capitales. El centro de gravedad de
la situación política continental se encuentra en Brasil, que está en
las puertas de un golpe inminente.
La crisis mundial hace inviables los esquemas económicos de los
gobiernos nacionalistas y abre paso a crisis políticas en regla.
Asistimos al tránsito de regímenes de contención de los trabajadores a
gobiernos de ofensiva franca contra las masas. Pero ésta aporta el
combustible para la creación de situaciones prerrevolucionarias o
revolucionarias.
Frente al avance derechista, se han desarrollado dos tendencias
contrarias a la lucha por la independencia de clase. Por un lado, en
nombre de la lucha contra la derecha, se plantea la existencia de un
mismo campo de lucha con el nacionalismo burgués -el "frente
antimacrista” es la versión local de esta orientación. Resulta
igualmente un crimen la abstención o el apoyo a los ataques derechistas
contra los gobiernos nacionalistas impotentes, en nombre de las
“libertades democráticas”.
La izquierda debe colocarse a la cabeza de la batalla para que la clase
obrera emerja como factor político independiente en la crisis. En el
debate le asignamos especial relevancia, tanto para Brasil como para
Venezuela, a la consigna por la convocatoria a un congreso de
trabajadores de base, dirigida a enfrentar el ajuste y elaborar una
salida propia de la clase obrera en el actual escenario político.
El derrumbe del nacionalismo y el progresismo continental reabre una
disputa por el liderazgo político de las masas y la orientación social
de los países del continente. Las restauraciones derechistas sólo
podrían avanzar en sus programas desatando grandes convulsiones sociales
y situaciones revolucionas.
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