El veto a la ley que prohibía los despidos por seis meses demuestra quién redacta la agenda de Macri: los grandes capitalistas, que quieren la más completa libertad para despedir o suspender trabajadores.
Pero el veto no sólo delata al gobierno. También deschava a los Moyano,
Caló o Yasky, que abandonaron cualquier lucha tras peregrinar, durante
casi dos meses, por los pasillos del Congreso, donde habían ido a
pedirle una “ley antidespidos” a los Massa y a los K, o sea a los mismos
que avalaron el pacto colonial con los fondos buitre.
Esos bloques se encargaron, primero, de recortar al mínimo los alcances
de la ley. Finalmente, no movieron un dedo ante el veto presidencial.
Lo mismo hizo la burocracia sindical. En este caso, a cambio del
botín de las obras sociales y de puestos en el PAMI.
“Dime de qué presumes, y te diré de qué adoleces”.
Con el veto, Macri quiso mostrarse “firme”. Pero el tembladeral económico y social no cesa de avanzar.
La carestía y la recesión van de la mano.
Los dólares sólo ingresan para una bicicleta financiera a costa de los trabajadores de toda la nación.
Los que prometieron “reacomodar todo” en cuestión de meses, han agravado todas las contradicciones de la quiebra anterior.
En este cuadro, la inquietud popular irrumpe con fuerza. Los tarifazos
amenazan con una rebelión popular en las provincias del sur, ya
conmovidas por luchas durísimas en Tierra del Fuego, Santa Cruz y
Chubut.
Mientras, la juventud estudiantil gana las calles de a miles, en
defensa de sus docentes y de la universidad pública y una rebelión
hospitalaria se instala en el corazón de la provincia de Buenos Aires.
Para todos los que batallan contra el ajuste el episodio del veto debe llevarnos a nuevas conclusiones.
El porvenir de nuestros reclamos no puede quedar a cargo de las burocracias sindicales.
Mucho menos en manos del kirchnerismo, que condujo a una quiebra
nacional después de haber pagado 200.000 millones de dólares de deuda
usuraria a lo largo de diez años. Hoy, Alicia Kirchner ejecuta un ajuste
salvaje en Santa Cruz.
Debemos tomar en nuestras manos la lucha contra los despidos, contra
los tarifazos, por el salario, por la salud y la educación pública.
Impulsemos asambleas y plenarios para enfrentar los despidos y las
suspensiones, el tarifazo y la carestía. Para denunciar la entregada de
la burocracia sindical y reclamar un paro nacional y un plan de lucha
contra el ajuste.
Contra la pretensión de imponernos paritarias a la baja, luchemos por
un salario mínimo igual a la canasta familiar -hoy en 20.500 pesos, por
la indexación mensual de los salarios, por el 82% móvil y un aumento de
emergencia para los jubilados. Frente a los aumentos confiscadores del
gas o la luz, decimos: Anular el tarifazo, por la apertura de las
cuentas y costos de todas las privatizadas. Para combatir los despidos
planteamos el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario y
la ocupación de toda fábrica que cierre y despida.
Pero “tomar en nuestras manos” significa luchar también por nuestra
independencia política y por una alternativa política de los
trabajadores.
La caída de Dilma Rousseff en Brasil, que ha cedido sin luchar el
gobierno a los golpistas, es un nuevo fracaso de quienes se sirvieron de
banderas “nacionales y progresistas” para beneficiar a camarillas
capitalistas, o sea, a los Lázaro Báez del continente.
A los ajustadores macristas, empeñados en una agresión a fondo a los
trabajadores, le oponemos la lucha y la perspectiva con la cual
constituímos y defendemos el Frente de Izquierda: el frente único de la
clase obrera y la izquierda por nuestras reivindicaciones, y por un
gobierno de trabajadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario