El film del
director italiano Antonio Capuano, “Historias Napolitanas”, retrata a
partir de tres historias personales, una sociedad que se descompone y
pervierte al calor de la crisis capitalista mundial. El epicentro de las
historias es Bagñoli, un barrio popular del centro de Nápoles, teñido
por el desempleo, la precarización, la prostitución y la droga. Lo
humano, entendido como solidaridad y gestos nobles, aparece
prevaleciendo sobre las acciones más egoístas que brotan de la
pauperización de una población que intenta sobrevivir
Las viejas
industrias siderúrgicas, que se encuentran abandonadas, ocupan un lugar
importante en el paisaje: simbolizando la industrialización fallida del
sur italiano (mezzogiorno).
Los personajes que constituyen el nudo de esta historia son: un poeta,
que pasó los cincuenta años, arruinado, recién separado, que vive con su
padre y comete pequeños delitos inofensivos y sacia sus impulsos e
impotencias con sexo pago y algunas drogas; su padre, un anciano
enfermo, fanático de Maradona, ex obrero metalúrgico, que revive y añora
el pasado y, por último, un joven que abandonó el secundario y trabaja
haciendo las entregas para un almacén del barrio. Estas experiencias
alternan drama con comedia, con un ritmo constante y momentos
disruptivos.
El panorama es desolador. Sin embargo, el joven conoce una chica que es
artista y colabora en “La Casa del Pueblo”, un centro
político-comunitario de orientación comunista. La chica, que trata de
inducirlo a la lectura, se ve sorprendida por un beso arrebatado que da
comienzo a un romance. Se baila, se disfruta en medio de la desolación y
también se lucha. La joven escribe: “Ni italianos ni europeístas,
internacionalistas”. De esta manera, aparece la nueva generación,
cerrando el entramado de historias y haciendo justicia con un mundo que
no les corresponde. Hay futuro si hay lucha por el socialismo.
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