El 14 de
mayo de 1970, hace 46 años, los obreros de Fiat Concord ocuparon la
planta con rehenes exigiendo la renuncia de la burocracia de la planta y
el reconocimiento a una comisión provisoria electa. Luego de 48 horas
de toma, en una planta rodeada por estudiantes, trabajadores y vecinos,
obtuvieron la renuncia firmada de cada uno de los burócratas y el
llamado a elecciones. El 3 de junio los trabajadores de Fiat Materfer
hicieron lo mismo y obtuvieron su propia victoria. En dos semanas y por
la vía de la acción directa la burocracia sindical fue barrida en dos de
las concentraciones obreras más importante de Córdoba, conmovida un año
antes por el Cordobazo
Toda historia se escribe desde el presente. ¿A qué viene rememorar el
hecho? Cuarenta y seis años atrás, la recuperación de los sindicatos de
las empresas Fiat fue una victoria política contra la dictadura, pero
también contra el peronismo y la burocracia sindical. Es lo que explica
el grito que dominó las calles de Córdoba el 29 de mayo de 1969: “y
luche y luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y
popular”.
Perón, luego de abandonar sin lucha el gobierno ante el golpe militar
de septiembre de 1955, apoyó a todos los gobiernos que se sucedieron: el
pacto Perón-Frondizi, Onganía “soldado de la patria”. Al unísono, la
burocracia sindical buscó integrar los sindicatos al Estado. El
Cordobazo fue una movilización obrera revolucionaria que planteó la
lucha contra la estatización sindical.
Apoyándose en su larga
experiencia, el movimiento obrero fue consciente de que sólo expulsando a
la burocracia de los sindicatos podía convertir a éstos en verdaderas
ciudadelas de combate. Decenas y decenas de comisiones internas y
cuerpos de delegados fueron recuperados y los trabajadores comenzaron a
seleccionar una nueva dirección. Se creó, de este modo, un campo fértil
para el asentamiento en el seno del proletariado de corrientes que se
reclamaban de la lucha de clases.
Hoy, el movimiento obrero asiste a un nuevo despertar del clasismo y
los problemas que enfrentó el activismo de aquella época merecen volver a
ser analizados.
El Congreso que no se debe olvidar
Contra lo que quiso hacer creer el peronismo y la burocracia, el
dominio absoluto y monolítico que mantenía el nacionalismo burgués sobre
el movimiento obrero comenzó a quebrarse desde la Libertadora y, en
particular, con el golpe militar de 1966 (Onganía) y el fracaso del paro
burocrático del 1º de marzo de 1967, que dejó el terreno de lucha
contra la dictadura en manos de activistas que se organizaron en forma
independiente de la burocracia y el peronismo.
Esta corriente se expresó en el Congreso de agosto de 1971, convocado
por las direcciones de Sitrac y Sitram para constituir una tendencia
nacional clasista. “Es una importante tarea de las organizaciones
sindicales clasistas y revolucionarias luchar por la independencia
gremial y contra cualquier injerencia estatal y patronal en los
sindicatos, bregando por la derogación del actual régimen legal de
asociaciones profesionales (ley 14.455 y decretos reglamentarios) y de
toda legislación que interfiera y anule el derecho de huelga y acción
gremial directa (leyes de conciliación y arbitraje…)”, planteaba el
proyecto de declaración de los sindicatos clasistas1.
En el Congreso se hizo presente la casi totalidad de las internas,
cuerpos de delegados, “provisorias” y agrupaciones que estaban
protagonizando una verdadera revolución dentro y fuera de los
sindicatos. Esta asamblea histórica del movimiento obrero fracasó en sus
objetivos, pero dejó como saldo la declaración presentada por los
sindicatos clasistas, que es una defensa de principios sindicales
revolucionarios, un rechazo a la colaboración de clases del sindicalismo
peronista y una “notoria reanudación con los lazos históricos del
marxismo (que) coloca los cimientos básicos sobre los cuales puede
construirse, en el combate, la corriente sindical clasista”2, como
planteó nuestro periódico.
El planteo de los sindicatos clasistas, por su contenido y su método
-convocatoria a un congreso para debatirlo-, constituyó una franca
superación de todos los programas producidos desde el surgimiento del
peronismo y, en particular, de todos aquellos que la izquierda
reivindica como antecedentes validos de un “sindicalismo de liberación”
-La Falda (1957), Huerta Grande (1962) y CGT de los Argentinos (1968).
Todos ellos condenan la lucha nacional a la dirección de la burguesía
nativa y plantean la integración de los sindicatos al Estado, razón por
la cual fueron votados por los secretarios generales de la CGT de la
época, es decir la burocracia sindical.
En cambio, la Declaración de Sitrac y Sitram planteó el carácter
“inseparable” de las luchas de la liberación nacional y social, llamó a
enfrentar al imperialismo y a la burguesía nacional -“socia menor” dice
el proyecto- a través de luchas “dirigidas por el proletariado y las
incipientes organizaciones políticas revolucionarias independientes de
la burguesía”.
Al plantear que “los sindicatos y la CGT deben ser los organismos de la
unidad proletaria en torno a sus intereses de clase” definió dos
cuestiones decisivas referidas al sindicalismo revolucionario: el frente
único de clase y el principio de la lucha de clases. Superó el planteo
de los sindicatos paralelos -una posición que fuera enarbolada por estas
direcciones durante el Viborazo- llamando a la recuperación de los
sindicatos actuales y reales.
El proyecto admitía que “el sindicato debía tomar determinadas
posiciones políticas coincidentes con los intereses históricos del
proletariado” aunque no se definía por la principal posición de un
sindicato que se asume en este lugar: el gobierno de los trabajadores.
Las corrientes sindicales impulsadas por el PO plantearon que el
“gobierno de las organizaciones obreras” debía incorporarse a la
declaración.
Peronismo
La declaración hace una concesión al peronismo, al caracterizar el 17
de octubre como “levantamiento histórico” sin explicar que se trató de
una movilización de masas contra la oligarquía pro yanqui pero
subordinada al nacionalismo burgués. Aún así es una reivindicación
histórica del movimiento obrero incluso bajo el peronismo -“la gran
huelga azucarera del ’49” no es pasada por alto. En una parte identifica
“las variadas formas de violencia organizada de los oprimidos” con el
desarrollo de la rebelión popular -una reivindicación atenuada de los
grupos foquistas. El PO planteó una delimitación de este accionar, por
cuanto la existencia de grupos pequeño burgueses armados no era una
expresión de la radicalización obrera sino de su insuficiencia, de la
crisis de dirección. De cualquier modo, en el contexto de todo el
documento, los planteos foquistas eran realmente limitados.
Quién votó
En el Congreso las agrupaciones Vanguardia Obrera Mecánica, Vanguardia
Metalúrgica y Trinchera Textil, agrupaciones orientadas por el PO,
votaron su apoyo a la declaración presentada por las direcciones
clasistas, como fundamento a la constitución de una tendencia clasista
nacional. No lo hicieron los sectores peronistas asistentes al Congreso
-Peronismo de Base-, no podría haberlo hecho la JP o el PC que, junto a
los gremios independientes orientados por Tosco, no fueron y lo
sabotearon. Tampoco las agrupaciones maoístas (VC y PCR), que retiraron
su apoyo al documento de base, o el PRT-EC que planteó no ponerlo a la
firma. Una política que los colocaba como rehenes de la izquierda
peronista, una conducta que se repetiría en el plenario de Villa
Constitución de abril del ’74. La conducta del PRT La Verdad (Moreno)
esta relatado en su historia oficial: “la tendencia del Banco Nación
(orientada por el PRT-LV, coincidiendo con Sitrac-Sitram supeditó la
discusión política a la coordinación de medidas de organización y
trabajo, para evitar la ruptura del plenario”3. Es decir tampoco la hizo
suya.
¿Quiénes la votaron? Los representantes del PO. “A la luz de todas las
polémicas pasadas, los que con mayor legitimidad podíamos votar por este
documento eran los trotskistas: y lo votamos”2.
Corría el año ’71 y estaba en marcha el Gran Acuerdo Nacional (GAN).
Ante la crisis abierta con el Cordobazo, el gran capital apeló a su
último recurso -el regreso de Perón y el peronismo- para derrotar a la
clase obrera y recomponer su dominación. Esta política contó con la
colaboración de los aparatos mayoritarios (JP y PC), correa de
transmisión de “izquierda” de la burguesía en el seno de las masas. El
no voto a la Declaración de Sitrac y Sitram estaba guiado por esta
tendencia. Meses después los sindicatos clasistas eran disueltos por la
dictadura militar, que actuó con la anuencia en pleno de la burocracia
sindical y con las espaldas cubiertas por el GAN.
1. Publicado en Política Obrera Nº 96, 7/9/71.
2. Idem anterior.
3. Ernesto González: El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, Tomo 4, Fundación Pluma, Buenos Aires, 2006.
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