El empeño puesto por exibir como un éxito la visita oficial de Mauricio
Macri a Europa, no alcanza para ocultar el fiasco de la gira. Los
diarios coinciden que, más allá de las buenas intenciones, la
integración entre la Unión Europea y América latina, que el macrismo se
propone agilizar, sigue en veremos.
Macri fue más lejos en sus definiciones que en ningún momento previo
sobre la necesidad de que Argentina se abriera a nuevos mercados y dejar
de depender de China, pero este giro no ha redundado en ningún
beneficio. Macri no tuvo más remedio que reconocer que uno de los
mayores escollos sigue siendo “el capítulo agrícola”. Los analistas han
coincidido en señalar que la aspiración del país de apertura de Europa a
los productos nacionales enfrenta obstáculos insalvables que escapan a
la capacidad de negociación de la Argentina. “Un acuerdo Mercosur-UE
puede significar un fuerte dolor de cabeza para el presidente francés
François Hollande. A los productores agropecuarios de Francia no les
gusta que ingresen los productos argentinos y si Hollande acepta
levantar barreras aduaneras, su carrera política puede convertirse en
historia” (El País, 7/9).
La lluvia de inversiones a partir del arreglo con los buitres, del
levantamiento del cepo y la devaluación no ha pasado de una expresión de
deseos. La gira en Europa no se sustrae a este cuadro.
Mercedes Benz se limitó a anticipar que “ampliará” la producción en el
país, sin arriesgar cifras, mientras que Volkswagen prometió 100
millones de dólares. Un “vuelto”, podría decirse, para una empresa que
supera los 1.500 millones de dólares en ventas de unidades al exterior
en los últimos años. Y que, para peor, era un anuncio que ya se había
realizado antes y ahora se repite, como ocurrió con otras promesas de
inversión que difundió el gobierno.
Endeudamiento y entrega
Lo único más concreto sería la voluntad del Banco Europeo de
Inversiones de apoyar proyectos sociales de infraestructura y respaldar
financieramente a las pymes del país. En lugar de recursos propios de
inversores extranjeros, la Argentina cargaría sobre sus espaldas con
nuevo endeudamiento. Esta fuente de financiamiento, otorgada por los
organismos de crédito de la UE, estaría atada a la contratación de
empresas europeas. Esto implica privilegiar a los empresas extranjeras
del viejo continente en los contratos de servicios y obras públicas
-incluso, en perjuicio de la patria contratista local y de la
competencia china- y abrir las importaciones a los productos
provenientes de Europa, lo que redundaría en un mayor rojo en la balanza
comercial y un mayor desequilibrio en las relaciones económicas ya
reinantes. Un calco del esquema de financiamiento que venía realizando
China y que el macrismo se propondría cambiar.
Una de las cuestiones que ha quedado relegada en la información y que
constituiría otro de los propósitos del viaje se refiere a la compra de
empresas. Bajo la gestión macrista, el proceso de absorciones y
adquisiciones se ha reactivado y ya hay consumadas una treintena de
operaciones en el primer tramo de su mandato. “El primer semestre de
2016 marcó un cambio de tendencia para volver, de a poco, a los años
previos a 2008, en los que se cerraban más de cien transacciones por
año” (La Nación, 3/7). Por ahora, esta tendencia está liderada por
empresas locales, pero la orientación del gobierno sería apuntar al
exterior. Tentando a corporaciones extranjeras o fondos de inversión a
partir de los bajos precios que, en la actualidad, poseen los activos
argentinos. Importa señalar que dichas operaciones no implican una
creación de mayor capacidad de producción, sino meramente un cambio de
manos de la ya instalada; un cambio de titularidad del patrimonio no una
ampliación del mismo. O sea, estamos ante una apropiación y copamiento
de la producción nacional, sin que esto redunde en un desarrollo de las
fuerzas productivas; por el contrario, ahonda la dependencia y la
condición colonial de la Argentina.
El blanqueo se inscribe en la misma línea, ya que ni siquiera entraña una repatriación de capitales.
Gran parte de los activos exteriorizados van a quedar afuera pero, de
ahora en más, “legalizados”, a través de la nueva normativa oficial. La
única “lluvia de dólares” que ha venido ha ido a alentar una bicicleta
financiera, que alimenta las tendencias inflacionarias en pesos y
dólares.
El viaje a Europa de Macri es un testimonio de los límites de la
política económica oficial y de su incapacidad de hacer frente a la
envergadura de la crisis. La “sequía de inversiones” tiene que ver con
la retracción del capital a invertir en momentos en que asistimos a un
estrangulamiento de los beneficios y a una caída de los márgenes de
rentabilidad como consecuencia de la crisis de sobreproducción y la
bancarrota capitalista en curso, lo cual, a su vez, potencia los
desequilibrios y contradicciones económicas internas acumuladas en el
período precedente.
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