Además de la
defensa de sí misma, en su intención de eludir la cárcel, la ex
Presidenta mostró una actitud moderada, de conciliación con el macrismo,
en sintonía con la de Gioja o Picheto.
El regreso de Cristina no le dio al kirchnerismo siquiera para un acto
en lugar cerrado. En verdad, a la ex presidenta no le alcanzó ni para
una entrevista televisiva presencial. El reportaje que le hizo el
periodista Navarro sólo tuvo lugar por teléfono. Esa comunicación “a
distancia” fue la mejor metáfora de una retirada política. La ex
presidenta desplegó alguna energía para defender a su gobierno con los
argumentos conocidos. Así, reivindicó una reestatización de YPF que
llegó después de haber tolerado su vaciamiento en manos de Repsol y del
empresario K, Eskenazi, y que dio lugar, una vez reestatizada, a otra
variante de vaciamiento. Esta vez, a través de un megaendeudamiento que
pretendió sustentar la asociación con Chevron. Cristina Kirchner
presentó en público las discutibles coartadas que piensa sostener ante
los estrados judiciales, el verdadero motivo de su comparecencia en
Buenos Aires.
Pero el dato político más significativo del telereportaje es la
moderación extrema que exhibió ante el macrismo, más allá de los
consabidos lamentos por “la gente que tiene dificultades para pagar las
boletas de gas” (no se sabe si incluye en ese listado a los docentes y
estatales de Santa Cruz, que han librado una lucha titánica contra las
tentativas ajustadoras de su cuñada Alicia Kirchner).
Dejarlos gobernar
CFK se pronunció por una “oposición que deje gobernar”, lo que
contrapuso al obstruccionismo que habrían ejercido, según ella, los
actuales integrantes de Cambiemos durante la década pasada. (Anotemos,
de paso, que esos “destituyentes” aprobaron todas las operaciones de
deuda pública del gobierno K, entre otras leyes que constituyeron la
viga maestra de su gobierno). Cristina se colocó en el campo de la
oposición constructiva y deseó que al gobierno le “vaya bien”, a
sabiendas que ello sólo puede ocurrir como resultado de que las
consecuencias confiscatorias de la devaluación, los tarifazos y los
despidos le sean impuestas definitivamente a la población trabajadora.
En el programa “El Destape” del agitador Navarro, la palabra de
Cristina se pareció a un bálsamo. Por su boca, sonaron el discurso de
Pichetto y de Gioja -o sea, de los que participaron del sistema de
acuerdos que habilitó al pacto buitre primero y al blanqueo después. En
el medio, esa oposición “constructiva” votó testimonialmente una ley
“antidespidos”, pero no movió un dedo para rechazar el veto que luego le
propinó Macri. Hay que apuntar, de paso, que ni ahora ni en su primera
visita a Buenos Aires CFK criticó el acuerdo con los fondos buitre.
La teleconferencia alumbra, por lo tanto, sobre el desgranamiento del
Frente para la Victoria, que algunos presentan como una escisión
“orgánica” entre pejotismo y kirchnerismo. Si los seguidores más
estrechos de Cristina no han votado las leyes estratégicas del macrismo,
sólo lo hicieron para preservar alguna cuota de demagogia de cara a la
población que aún los sigue (Kicillof calificó a la ley ómnibus de
blanqueo a los evasores como “bien intencionada”, pero criticó su
“instrumentación”). El kirchnerismo duro no ha decidido ninguna
distancia, ni política ni de ningún otro tipo, con los llamados
pejotistas, luego de que éstos acordaran parlamentariamente con el
macrismo. Por el contrario, son éstos los que decidieron abandonar a su
suerte a La Cámpora y a la camarilla kirchnerista. Ahora, el mensaje de
Cristina es claro: si los K logran sortear en libertad las imputaciones
judiciales, se postulan para ser parte de la “gobernabilidad del ajuste”
o, si ese fuere su lugar, para acompañar a ese sistemas de acuerdos
desde su casa. “Tengo hija, tengo amigos”, dijo la ex presidenta sobre
los motivos de su viaje. Hace algunas semanas atrás, sus seguidores
fantaseaban un acto con ella en la Plaza de Mayo, en ocasión del 9 de
julio.
Pejota
Si la diferenciación del kirchnerismo duro no es más que un
desmoronamiento -eso reflejó la teleconferencia- las cosas no son
demasiado diferentes del lado del pejotismo. La pretensión de que la
depuración de los K daría lugar a la emergencia de un “pejota poderoso”
está lejos de la realidad. Por lo pronto, la anunciada reunión de
reunificación peronista -bajo la batuta de “Barrick” Gioja- debió ser
cancelada sin fecha. Por un lado, la pretensión de poder reunir a una
cantidad de dirigentes y gobernadores “sin prontuario” está abiertamente
cuestionada: la ruta de la obra pública K y el desfalco del presupuesto
público involucra por igual a los Manzur, Gioja y también Urtubey. Por
el otro, todas estas camarillas provinciales están mucho más preocupadas
en salvar sus presupuestos quebrados -y en pactar por separado con
Macri- que en reagruparse políticamente. La hipótesis de una
“reconstrucción peronista” -como resultado de la debacle K- no tiene en
cuenta que el kirchnerismo y su descomposición han sido un episodio de
la declinación histórica del peronismo. El camporismo tardío de los K no
superó el horizonte de los López y De Vido. Por los tribunales no
desfilan casos aislados de corrupción, sino los personeros de un régimen
político y económico que saqueó los fondos públicos para una nueva -y
fracasada- tentativa de rescate capitalista.
2017
Como resultado de esta desagregación política ya está en marcha una
negociación entre el gobierno nacional y varios gobernadores pejotistas,
para armar listas comunes en 2017. Aunque una variante de este tipo
podrá ser justificada con las gastadas banderas de la “unidad nacional”,
lo cierto es que dejará expuestas las debilidades de unos y otros. El
kirchnerismo, luego de haber servido de salvoconducto del pejotismo,
ahora queda reducido a su mínima expresión, cuando ese pejotismo
abandona el barco. El silencio de Cristina sobre estos movimientos
muestra que aún espera ser aceptada por el pejotismo. Mientras algunos
hablan de un ‘frente anti-macrista’ con los K, éstos siguen atados al
carro de los Gioja, Urtubey y Pichetto.
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