La foto de las elecciones españolas del domingo es la del festejo de
Mariano Rajoy. El Partido Popular obtuvo el primer lugar con el 33% de
los votos y pasó de 123 a 137 bancas en el Parlamento. El PP ganó en
casi toda España, incluso en el tradicional bastión socialista de
Andalucía, y creció en 700 mil votos respecto a la elección de diciembre
pasado, a pesar de que la participación total cayó en más de un millón
de votantes. El PSOE quedó en segundo lugar, con 22,6% y 85 diputados,
cinco menos que en diciembre. Si a pesar de esta caída hubo celebración
en la sede socialista fue porque lograron evitar el temido “sorpasso” de
Unidos Podemos, la coalición entre Podemos e Izquierda Unida que, según
todas las encuestas, incluso las de boca de urna, iba a arrebatarles el
segundo lugar. Nada de eso ocurrió: Unidos Podemos, con el 21%, apenas
logró mantener las 71 bancas que habían obtenido, en diciembre, sus
listas y las de Izquierda Unida, pero en conjunto obtuvo un millón de
votos menos que la suma de ambas fuerzas. Ciudadanos, una fuerza liberal
de centroderecha que había crecido en las últimas elecciones, terminó
cuarto con 13%, perdiendo casi 400 mil votos y ocho bancas respecto a
diciembre.
Tanto la prensa española como la internacional coincidieron en celebrar
el resultado de las elecciones y caracterizaron que abre la posibilidad
de salir del impasse político que se extiende desde diciembre, cuando
las elecciones generales dieron como resultado un parlamento fragmentado
en cuatro y sin ninguna fuerza en condiciones de formar gobierno. No
faltaron, incluso, quienes hablaron de la resurrección del bipartidismo.
Lo cierto, sin embargo, es que ahora tampoco la situación se ha
destrabado. El PP está muy lejos de contar con la mayoría absoluta
necesaria para gobernar, que es de 176 diputados. A pesar de su mejoría
respecto a la última elección, que había sido un auténtico derrumbe,
sigue muy distante de la mayoría absoluta que había tenido en 2011, con
casi el 50% de los votos. Por su parte, el PSOE realizó, por tercera vez
consecutiva, la peor elección de su historia: nunca tuvo tan pocos
escaños en el congreso como ahora. Las dos fuerzas que se vienen
repartiendo el gobierno español desde la caída del franquismo apenas
suman el 50% de los votantes.
“No Podemos”
Antes que un repunte del bipartidismo lo que hubo fue un retroceso de
las llamadas “fuerzas emergentes”, Podemos y Ciudadanos, que en los
últimos dos años parecían atravesar un ascenso meteórico. “No Podemos”,
tituló hoy The Economist. La magnitud del golpe que ha recibido
esta formación, en efecto, es muy severa: en la mañana del lunes,
después de la reunión de la ejecutiva, Pablo Echenique admitió que están
desconcertados y que “nadie sabe por qué el resultado no fue el que
daban las encuestas”. La decisión de ir a una alianza con Izquierda
Unida, motorizada por Pablo Iglesias a pesar de las resistencias de
otros sectores, se demostró como un fracaso: la caída arrastró incluso a
En Comú Podém, Mareas y Compromís, las coaliciones regionales en las
que participa Podemos, que retrocedieron en Catalunya, Galicia y
Valencia, respectivamente. En Madrid, donde Podemos había obtenido ocho
diputados e Izquierda Unida sus únicos dos escaños, la coalición sacó
200 mil votos menos y solo logró retener ocho bancas.
Toda la campaña electoral de Unidos Podemos fue deliberadamente
conservadora: Iglesias y Garzón buscaron presentarse como la “nueva
socialdemocracia” y los defensores de la “ley y el orden”. Confiados en
obtener el segundo lugar, centraron la intervención en mostrarse
“confiables” y en tender la mano al PSOE para formar un gobierno
conjunto: no se privaron de reivindicar a Rodríguez Zapatero, quien
gobernaba cuando estalló el movimiento de los “indignados”, como “el
mejor presidente de la democracia”. El slogan de campaña, completamente
despolitizado, fue “la sonrisa de un país” (sic). El viernes, luego del
Brexit, Iglesias declaró que era un “día triste para Europa” y la
coalición recordó su postura europeísta. Iglesias se quiso poner el
traje de presidenciable antes de tiempo y el resultado del domingo lo
deja golpeado: su primera reacción, no obstante, fue mantenerse en la
misma línea, y en su aparición después de las elecciones reivindicó que
“la confluencia se ha revelado como el camino correcto desde la
responsabilidad de Estado”.
La caja de Pandora
Las elecciones se realizaron tres días después del referéndum británico
y bajo el impacto del brutal cimbronazo del Brexit: la bolsa de Madrid
se derrumbó un 12% el viernes, el último día antes de la votación.
Numerosos analistas consideran que el Brexit favoreció a Rajoy y su
discurso de “previsibilidad” y castigó a Podemos, identificado con el
temido “populismo” que crece en Europa. En el marco del descalabro
general que recorre a la Unión Europea, se acrecienta ahora la presión
para que se termine la parálisis y se logre formar un gobierno en
España: el gobierno de Merkel anunció que “confía en que se forme un
nuevo ejecutivo rápidamente que retome el camino de las reformas” y
Bruselas reclamó la creación de un “gobierno estable” lo antes posible.
Lo mismo hizo la CEOE, la organización de la patronal española, que
felicitó especialmente a Rajoy y llamó a evitar un nuevo bloqueo,
“máxime ahora cuando el Brexit ha abierto nuevas incertidumbres en el
ámbito europeo e internacional” (El País, 27/6).
Rajoy recogió el guante y esta vez salió a declarar que no va a
renunciar a gobernar. Llamó en primer lugar al PSOE a permitir la
formación de su gobierno, sea con una coalición o con una abstención de
los socialistas, que permitiría a Rajoy ser investido como presidente en
minoría. La presión de la UE y el imperialismo se incrementará en los
próximos días: Rajoy se mostrará con Merkel y anunció que iniciará las
negociaciones recién a su retorno de la cumbre europea que discutirá la
situación post Brexit. Según el monárquico ABC (27/6), “en el
PP están convencidos de que desde Europa van a llegarles también a los
partidos moderados y constitucionalistas —Ciudadanos y PSOE— esas
llamadas a la responsabilidad”.
La cosa, sin embargo, no es sencilla. Las primeras declaraciones de
Pedro Sánchez fueron que no apoyará ni se abstendrá para favorecer a
Rajoy, aunque al interior del PSOE ya se profundizan las internas. Tanto
el presidente de la Junta de Extremadura como la presidenta de la Junta
de Andalucía, ambos socialistas, reclamaron que el partido debe
“facilitar” la elección de Rajoy y varios de sus referentes insistieron
en que ahora “lo que toca es ser oposición”. Rivera se mostró duro,
planteando que “hay que hablar de reformas y no de nombres”, pero llamó a
iniciar negociaciones de inmediato con el PP y el PSOE y aclaró que no
vetarán el nombre de Rajoy como presidente del gobierno, como habían
dejado entrever en la campaña electoral. Lo último que quieren Rivera y
Sánchez es una tercera elección, que podría debilitarlos aún más.
El impasse político ha entrado en una nueva etapa, cuyos tiempos
estarán marcados por el terremoto que generó el Brexit y la
profundización de la crisis de la zona euro. El nuevo gobierno tendrá
que llevar adelante un nuevo ajuste para reducir el déficit, tal como
reclama la UE, y afrontar los vencimientos de la deuda, que ya superan
el 100% del PBI. Morgan Stanley caracterizó el resultado electoral como
positivo porque “pone freno a los partidos populistas y reduce el
contagio sistémico de Brexit”. Sin embargo, por si acaso, la misma firma
decidió “rotar su exposición desde los mercados de Gran Bretaña y
España hacia Alemania”. La bolsa de Madrid cerró el lunes con una nueva
baja, a pesar del primer repunte de la mañana. Según las palabras del
mismo diario financiero, ocurre que el “riesgo político llegó para
quedarse” porque el Brexit “abrió la caja de Pandora” (Cinco Días, 27/6).
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