Una nueva ola de protestas contra los recientes crímenes policiales
racistas sacudió a Estados Unidos. La represión dejó un saldo de más de
200 detenidos, entre ellos un dirigente del movimiento Black Lives
Matter (La vida de los negros importa).
En St. Paul, Minesotta, donde la semana pasada fuera fusilado Philando
Castile, empleado de un comedor escolar, centenares de manifestantes
protestaron frente a la residencia del gobernador y resistieron más
tarde un intento de desalojo policial cuando bloqueaban una carretera
interestatal.
En Baton Rouge, Lousiana, donde fuera asesinado el vendedor de CD’s
Alton Sterling, otro centenar de personas resultó detenido durante las
protestas. Entre ellos, DeRay McKesson, de Black Lives Matter,
movimiento surgido en 2012 tras el crimen de Trayvon Martin, de 17 años
y cuyo objetivo es “reconstruir el movimiento de liberación negra”.
Además, hubo piquetes y protestas en otras decenas de ciudades, entre
ellas algunas de las más importantes del país (Oakland, Nueva York, San
Francisco, Miami, Detroit y Washington –frente a la Casa Blanca). La
protesta más destacada fue en Atlanta, donde participaron 10 mil
personas.
La ‘grieta’
El temor a una multiplicación de las protestas y/o una espiral
descontrolada de crímenes y acciones armadas en medio del proceso
electoral ha llevado a los principales referentes demócratas y
republicanos a actuar con prudencia. El estridente Trump, por ejemplo,
se limitó a advertir sobre la división de la sociedad norteamericana y
llamó a ‘restablecer la ley y el orden’.
Aunque un sector de la derecha lo ataca por atizar el problema racial,
Obama procura hacer exactamente lo contrario: ‘cerrar la grieta’ y
evitar que se rompan todos los diques de contención social. Adelantó su
regreso de Europa y ha hecho un llamado a ‘mejorar la relación de la
policía con la comunidad’. En el mismo sentido deben ser leídos sus
elogios a los “buenos activistas” de Black Lives Matter.
Para su llamado a la ‘pacificación’, sin embargo, Obama no eligió St.
Paul ni Baton Rouge sino Dallas, donde visitó a familiares de los
policías asesinados por un francotirador negro. Es un gesto a la
corporación policial, que se amotinó en Nueva York hace un par de años
luego de un caso de gatillo fácil y la posterior muerte de dos oficiales
y que ya ha advertido –por boca del sindicato policial de Nueva York-
que no permitirá que se cuestione su accionar criminal. No hace falta:
Obama defendió la institución en estos días.
La condena genérica a la violencia procura ocultar la naturaleza
racista y clasista de la sociedad norteamericana: más de 500 personas
fueron asesinadas por la policía en lo que va del año, con un peso
desproporcionado de víctimas negras e hispanas. “En el 97% de los casos
de muertos por disparos de agentes, éstos no fueron imputados”, informa
El País (9/7). La justicia completa el círculo de la impunidad. El 60%
de los presos del país son también negros e hispanos.
Lo que está agrietando dramáticamente a la sociedad norteamericana es
la profunda polarización social y el ataque contra los trabajadores, que
ha llevado también a un crecimiento de las huelgas.
El problema de fondo es de clase y su salida requiere de la
estructuración de la clase obrera norteamericana en un partido,
acaudillando a todos los explotados y las minorías oprimidas.
Fuente: http://www.po.org.ar/prensaObrera/1419/internacionales/estados-unidos-obama-busca-cerrar-la-grieta
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