El nivel de manipulación y el despotismo político del gobierno se
acrecientan al ritmo del impasse económico y la crisis social. Del
Proyecto X y la plataforma de propaganda montada por la camarilla
kirchnerista con “Fútbol para Todos”, pasamos ahora al uso de la base
informática de la Anses para la construcción de una red gigantesca de
publicidad oficial. Apenas unos días antes, el gobierno había lanzado a
miles de twitteros truchos contra Marcelo Tinelli, para forzarlo a bajar
los decibeles de sus sátiras al Presidente del tarifazo. En auxilio de
Macri salió al ruedo un satirizado anterior: Fernando de la Rúa. La
palabra de quien dejó la Rosada en medio de una bancarrota económica y
una rebelión popular sonó, en parte, a defensa del gobierno; en parte, a
presagio.
Hasta los fondos financieros que saludaban meses atrás a la Argentina
como “tierra de oportunidades”, recomiendan ahora “cautela” respecto de
la deuda pública argentina (Ambito, 26/7). Entre las cosas que ha
copiado del kirchnerismo, el gobierno calcula el déficit fiscal
incorporando como ingresos los recursos previsionales, para disimular la
envergadura del quebranto. Lo cierto es que el rojo real del fisco será
del 7% del producto bruto en 2016 -o sea, unos 35.000 millones de
dólares. El blanqueo aportaría, en el mejor de los casos, la quinta
parte de esa suma. La escalada de endeudamiento llevó al neoliberal Juan
Carlos De Pablo a calcular servicios de deuda por 20.000 millones de
dólares en los próximos años y a preguntarse si “no debíamos prepararnos
para un nuevo defol” (“Animales Sueltos”). Los que, desde afuera o
adentro del gobierno, reclaman contener la hipoteca con un ajuste fiscal
violento, se han topado con la crisis de los tarifazos, donde la
Justicia apenas contiene la procesión popular que va por dentro de las
grandes ciudades y barriadas del país. Es lo que acaba de suceder en la
Ciudad de Buenos Aires, con el freno judicial a un aumento exorbitante
del subte. La pretensión de una baja en la inflación -otra de las
promesas del mítico “segundo semestre”- parece irse al tacho, entre las
consecuencias del tarifazo y los aumentazos de la gran patronal
alimenticia, como ocurre en estas horas con el aceite comestible. La
escalada de precios ha instalado, con mayor fuerza aún, al reclamo por
la reapertura de las paritarias.
El gobierno pretende salir de este impasse económico con un nuevo
blindaje político, servido por los gobernadores del pejota y los
emigrados del kirchnerismo. Los socios de “bolsones” López, como el
gobernador tucumano, Juan Manzur, hacen fila para formar parte de una
nueva coalición oficial. Estos acuerdos, sin embargo, plantean otros
flancos de crisis. El gobierno condiciona los rescates económicos a
planes de ajuste de los gobernadores, lo que multiplicará los choques
sociales a escala nacional. Luego, si el acercamiento de Macri a los
gobernadores acelera la disolución del kirchnerismo, también hace crujir
a Cambiemos, con un radicalismo que anuncia ir a las Paso o con listas
propias en 2017. El desnorte económico alimenta todos los factores de
disgregación política.
Contención
A la luz de lo anterior, es claro que el cacerolazo del 14 sólo fue un
botón de muestra de la crisis social en curso. En esta olla a presión,
el papel de contención de la burocracia sindical ocupa un lugar crucial.
La “unidad” que discuten Barrionuevo, Caló y Moyano es precaria, con
tres cabezas y ha dejado afuera a varios. Pero, principalmente, no tiene
como referencia a la agenda urgente del movimiento obrero; sólo se
debaten cuáles serán los términos de un compromiso duradero con el
gobierno. La famosa “central única” está condicionada a los diversos
arreglos y extorsiones que cada burocracia sostiene con el Estado, donde
la impunidad y el dinero de las obras sociales corren a cambio de la
parálisis de las organizaciones obreras frente al ajuste. Los jefes
sindicales, por otra parte, actúan a cuenta de sus mandantes políticos,
sean Massa, Scioli o Gioja, que discuten sobre su propio lugar en la
“coalición del ajuste”. A su turno, Yasky ha postergado sin fecha su
“marcha federal”, con la excusa de sumar a una CGT que está cada vez más
escindida e inmovilizada. La jefa de la CTA Yasky, Cristina Kirchner,
también está concentrada en una agenda personal: la del rescate de sus
múltiples causas judiciales.
Independencia política
La cuestión de la lucha y la estrategia política recorre también a las
organizaciones sociales, piqueteras y a la izquierda. Un conjunto de
movimientos sociales ligados a la llamada “economía popular” y la CCC se
movilizarán el próximo 7, desde la Iglesia de San Cayetano a Plaza de
Mayo, sin siquiera llevar un programa definido de reivindicaciones. La
marcha busca la bendición del Vaticano a un armado político que podría
anclarse a los socios seudoprogresistas del macrismo, como Stolbizer o
incluso Massa. El progreso de la crisis empuja a los jefes de los
grandes bloques capitalistas a reforzar sus patas “sociales” a través de
la cooptación política. Allí concurren también los antiguos socios del
kirchnerismo, como el Movimiento Evita.
En este cuadro, la marcha resuelta para el próximo 9 por un conjunto de
sindicatos clasistas, organizaciones piqueteras y partidos del Frente
de Izquierda contra el tarifazo y por todas las reivindicaciones
obreras, adquiere toda una dimensión política. Por un lado, sale a
romper el inmovilismo de las burocracias sindicales con una acción de
lucha. Pero esta determinación es, en última instancia, inseparable de
una estrategia política. Salir a la acción contra el gobierno ajustador
es inseparable de la lucha por una alternativa política de los
trabajadores, frente al compromiso de los bloques políticos capitalistas
-y sus agentes sindicales- con el ajuste. La crisis temprana del
gobierno macrista es un baldón para quienes auguraban un “ciclo
derechista” ya consolidado en Argentina y América Latina, ello para
justificar su propio retiro a cuarteles de invierno (o a los tribunales
penales). En la lucha por las grandes reivindicaciones en juego, y en la
presentación de una salida propia y anticapitalista a la crisis,
tenemos la tarea de desarrollar a la clase obrera y a la izquierda como
alternativa política.
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